Menores torturados y maltratados por la dictadura sanitaria

Empiezo advirtiendo, muy seriamente, claro y directo, que mi libertad de expresión y de opinión son derechos fundamentales protegidos e inviolables en España, que cualquier persona puede ejercer libremente por cualquier medio, y por lo tanto, hoy voy a escribir un artículo sin censura hablando del brutal tormento que han sufrido los menores e infantes en este país durante la pandemia. A todo ello sumo que, como fotoperiodista internacional con casi treinta años de experiencia, estoy en mi pleno derecho de hablar de mis experiencias, conocimientos, trabajos, coberturas y opiniones.

Advierto, sin ninguna duda y yo nunca hablo en broma, que emprenderé inmediatamente y sin previo aviso las acciones legales, inclusive por la vía penal, contra quien coarte, coaccione, limite, amenace, prohíba o manipule estos derechos fundamentales protegidos por ley, sea quien sea. Yo no voy a enviar queja o reclamación. Tengo plena capacidad jurídica, y no dudaré en usarla con toda la severidad ni un segundo, bien sean Administraciones, empresas, cualquier organismo o personas particulares, y estos párrafos son el único, y válido, aviso.

Hecha la seria y real advertencia, la afirmación en la que voy a basar el artículo completo ya la escribí durante muchos meses de la dictadura sanitaria por las redes sociales. Dije, explícita y claramente, que en España se ha cometido la mayor tortura a infantes y menores en toda la historia de la humanidad desde los tiempos de Herodes. La cultura, la historia de la humanidad, nos lo enseña, y yo os lo voy a demostrar, porque yo siempre argumento mis opiniones.

Fijaros si la salvajada represora es tan histórica, que escribo defendiendo los derechos de menores e infantes cuando a mí no me gustan los niños. ¡Es curioso! Nunca me han gustado, ni tan siquiera cuando era adolescente. Yo soy de esas personas que, como se suele decir en esa frase popular, no tengo tacto para los niños. No sé jugar con ellos, no sé hablar con ellos, y los quiero muy lejos. Lógicamente, es muy fácil intuir que yo no tengo hijos, no he querido nunca tenerlos, no quiero tenerlos, y después de la barbarie inhumana que se ha cometido estoy muy orgulloso y presumo de no haber tenido hijos.

Hay gente que les encanta y que dicen que es lo más bonito del mundo, y lo mejor que les ha pasado jamás en su vida. ¡Todos para ellos! ¡Como si quieren tener treinta hijos! Es su vida, y están en su pleno derecho. Yo soy todo lo contrario, y también estoy en mi pleno derecho.

Sin embargo, a pesar de que no me gustan nada los niños, han ocurrido hechos imperdonables, peores que una guerra, que los libros de historia escribirán como vergonzosos y juzgarán con dureza y mucha crítica, porque los menores han vivido dos años inhumanos de torturas, manipulación, adoctrinamiento y autoritarismo.

"Datos reales oficiales de lesiones y sufrimientos en menores"

Puedo acompañar mis afirmaciones de datos reales oficiales de hospitales. Por ejemplo, las urgencias pediátricas del hospital Vall d'Hebron de Barcelona atendía, en 2021 hasta principios de abril, una media de un menor al día por autolesiones. El último día del mes de marzo de 2021 tuvo tres casos de autolesiones en un solo día. Fueron una chica de 15 años con autolesiones físicas a través de cortes, y dos casos de menores que tenían trece años de edad con intento de suicidio con fármacos. Es dato real, oficial, de uno de los hospitales más famosos en nuestro país.

Este hospital, en los informes que va emitiendo cada cierto tiempo en sus estudios, ya informó que las autolesiones son una cuarta parte de todas las urgencias psiquiátricas que llegan a pediatría, es decir, menores de edad. Aumentan los casos, y al mismo tiempo la media de edad es cada vez inferior.

Otro dato oficial. El Ayuntamiento de Barcelona creó, hasta la fecha de este artículo escrito en mayo de 2021, once puntos municipales de atención psicológica para jóvenes de Barcelona, y las atenciones de apoyo psicológico, que oficialmente está dirigido a jóvenes y adolescentes de entre 12 y 22 años, creció alrededor del 138% en el último año. De la 308 consultas que se hicieron en 2019, se pasó a realizar 734 consultas en el año 2020, lo que viene a salir a una media de dos consultas al día. Todavía no están las cifras de este 2021 porque se realizan a final de año, pero no se necesita ser ningún genio para saber que va a ritmo de batir récords.

Seguro que pedís más datos. ¡Acepto el reto y me enfrento de cara! Según informa el Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Universitario Niño Jesús, se han disparado los Trastornos de la Conducta Alimentaria entre menores y adolescentes, y han aumentado un 20% los ingresos por trastornos de alimentación de niños y jóvenes durante el año pandémico del 2020 al completo, sobre todo por anorexia nerviosa.

En Cataluña, donde yo vivo, hay casos graves de anorexia nerviosa y bulimia que han sido de trato informativo y mediático, con menores en quienes el trastorno ha ido teniendo recaídas que requiere de constantes ingresos hospitalarios. El propio director médico del Hospital San Joan de Deu informó en una entrevista que los trastornos de conducta alimentaria han aumentado un 60% durante la pandemia.

Más datos oficiales. ¡Ningún problema! Os puedo dar miles de datos oficiales, y ahora os voy a poner un dato escalofriante, indignante y muy triste. En la fecha 21 de abril de 2021, se hace público, a través de los medios de comunicación y notas de prensa, que en todo el año 2020 y sobre todo desde el confinamiento y la pandemia, 601 menores entre 10 y 18 años han intentado suicidarse en Cataluña. Es un 25 por ciento más con respecto al año anterior, y en algunas zonas sanitarias de nuestro país, el número de intentos de suicidios en estos tres primeros meses del 2021 ya ha igualado las cifras del año 2019 en su totalidad.

Por extender algo más las estadísticas, dado ahora las Administraciones e Instituciones de nuestro país ya muestran por fin interés en hablar de los suicidios, la primera causa de muerte en la gente que tiene entre 16 y 35 años, hablando por supuesto de nuestro país, es el suicidio.

Me podría pasar horas y horas dando datos oficiales de hospitales o Administraciones, y en el futuro seguro que saldrán muchos más datos horribles que hoy en día todavía no nos han explicado y mantienen escondidos, pero los datos que han salido a la luz pública hasta la actualidad son datos imperdonables, e insisto que son datos reales, de fuentes oficiales, fuentes médicas, sanitarias y hospitalarias, que la gente incrédula, o que no se lo quiera creer, lo podéis buscar por internet y os saldrán los enlaces oficiales. ¡Una salvaje tortura está sufriendo los jóvenes y adolescentes! ¡Y hay más! Estos párrafos son sólo un resumen. Las atrocidades son mucho más grandes y mucho peores, y una democracia sana y fuerte no debería de permitirlas, ni consentirlas, ni repetirlas, ni olvidarlas, ni perdonarlas.

"La libertad de juego de los niños en guerras reales"

Supongo que la gran mayoría de personas no sabéis qué es una guerra real, más allá de verla en televisión a través de vagos periodistas sentados en su plató y bien peinados para salir guapos, vanidosos y arrogantes, delante de la cámara, pero como fotoperiodista os explicaré que, en las guerras, los niños sí juegan al fútbol durante el día entre las ruinas de bombardeos, se hacen las porterías con piedras, o juegan al clásico escondite, o inventan juegos con su ingenio, aunque a veces hay alguno que tiene el juego macabro de buscar muertos, o van a buscar dinero o comida en las comercios derrumbados, para llevárselos a su familia y tener que comer. ¡Lo hacen jugando!

Hay niños y niñas huérfanos que pierden a su familia. A veces es por el propio bombardeo quien devasta y descuartiza la familia. Otras veces son padres que han huido deprisa, y han abandonado a sus hijos a su suerte. Otros padres entregan sus hijos a desconocidos o personas que se van del país y de la guerra, para que se los lleven en busca de mejor vida, y cuando llegan a la frontera los hacen pasar por sus hijos, cuando en verdad no lo son, pero el niño se hace cómplice de la mentira, porque es lo que le han dicho sus padres al despedirse. ¡Esto ocurre en guerras!.

En guerras, todos los niños y niñas, del primero al último, no tienen escuela, y su vida es la calle. Se pasan el día en la calle, y después de cada noche, que es el peor momento en toda guerra, corren para ir a buscar a sus amigos, y salen a jugar en las calles donde no pasan coches, porque es lógico que no se puede circular por carreteras dañadas y porque se corta el suministro de gasolina, que escasea y hay que buscarla en el mercado negro, a un precio mucho más caro.

Los campos de refugiados, un efecto secundario de toda guerra, están repletos de familias tristes que lo han perdido todo, con la única esperanza de poder empezar de nuevo, y los niños juegan entre tiendas y barracas, corren y se van a la otra punta del campo de refugiados a ver a sus amigas y amigos, y hay niños que les gusta tal niña en un comportamiento habitual que nos han pasado a todos, e incluso se pierden en el campo, y los voluntarios o personal de emergencia tiene que buscarlos por todo el campo porque no encuentran su tienda en medio de todo ese enjambre, y esos campos de refugiados no son pequeños. En ocasiones, por desgracia, hay casos de niños que no aparecen jamás, porque en un campo de refugiados ocurren delitos, sí. Hay agresiones, violencia, robos y hasta violaciones. ¡No te escandalices! Esto es el ser humano.

Saben los niños que del campo de refugiados no se puede salir, y lo mejor es no salir, porque pueden ser detenidos por la policía, pueden ser rechazados por la población local, y peor todavía, hay mafias de tráfico de personas rondando el perímetro en kilómetros por fuera, dedicados al robo y al secuestro, sobre todo mujeres y niños, con un futuro horrible que jamás saldrá en televisión, porque al mundo no le importa esa gente.

Los niños y niñas no son tontos en una guerra. ¡Que jueguen no significa que sean tontos! Saben, lógicamente, que hay una guerra, que si suenan sirenas para advertir del inminente bombardeo de aviones de combate han de correr a refugios, o sitios seguros cercanos, y alejarse de fachadas y ventanas. Saben que hay calles donde hay francotiradores escondidos las veinticuatro horas del día, simios prehistóricos que disparan a todo lo que se mueve por la calle, niños, ancianos, trabajadores, ambulancias, fotógrafos o incluso perros, y por esa calle no puedes ni asomar la cabeza, porque están rifle en mano y dedo en el gatillo. ¡No hay que decírselo! ¡No hay que estar pendientes de ellos! Lo saben y se cuidan solos. ¡Es lo que les toca si quieren sobrevivir!

Muchos niños y niñas se usan como propaganda. Todas las guerras tienen su propaganda. Ha ocurrido en toda la historia de la humanidad, y cuando un niño es herido de bala o muerto en una guerra, los propios militares llevan rápidamente a los fotoperiodistas al hospital, paso rápido y privilegiado, y hay que fotografiar. Hay que hacer fotos del niño muerto, de la gente llorando, y todo el mundo se aparta para que puedas hacer bien las fotos, y nadie molesta, y hay que hacer las fotos. No te puedes negar. ¡Ni una miserable duda! Es una guerra, y es una ofensa de traidor no hacer las fotos, y los traidores en guerra no salen vivos. Los militares aliados te defenderán con su propia vida y dispararán a matar sin dudarlo ni un segundo ante cualquier peligro. ¡Un solo equipo, y todos a muerte! ¡Las fotos se hacen todas hasta el mínimo detalle! Es el trato no escrito, sagrado y de obligatorio cumplimiento. Ellos no dudan con el gatillo, tú como fotógrafo no dudes con el botón. ¡Haz! Foto y foto y foto y foto. ¡A centenares! No dejes nada por fotografiar, la sangre, la herida, las lágrimas, el rostro, los médicos. Esas fotos les encanta a la gente de países avanzados y su prensa. Llenan noticiarios y venden periódicos de mierda, y forma parte de la publicidad de guerra.

Sin embargo, la mayoría de muertes de niños es porque enferman, por la falta de higiene, falta de agua potable, desnutrición, accidentes, epidemia locales como cólera, escasez de medicinas, o infecciones que empeoran porque no se pueden desinfectar o curar, ya que los médicos trabajan casi sin recursos, y el trabajo del fotoperiodista es fotografiarlo. El poder de una fotografía es inimaginable. Una fotografía puede cambiar el destino de un país y la conciencia de la humanidad. Por eso se tiene mucho miedo a los fotoperiodistas, un bando los adora, y el otro los quiere aniquilar.

Como fotoperiodista, lo miras todo, lo buscas todo, estás rápido, agresivo, atento, ágil, despierto, y una de las primeras cosas más sorprendentes es ver que los niños conservan todo el derecho a ser niños, corren, juegan y quieren ver a sus amigos, como cualquier otro niño. Incluso me atrevo a afirmar que al principio sorprende al mirarles a los ojos o leer su expresión corporal, porque los ves vitales, llenos de energía, felices, sin ningún síntoma de miedo ni de trauma, y piensas que no puede ser, que me estaré equivocando al valorar su mirada, pero al día siguiente vuelvo a verlos, idénticos, y hasta te saludan y te preguntan quién eres, y preguntan de todo. Son muy preguntones. Las preguntas de los niños en guerra son el peor interrogatorio que se puede sufrir, pero sabes que te has de joder. ¡Te aguantas! ¡Es lo que es! Para ellos, eres un extraño con una cámara de fotos en tiempos de guerra, y a su modo participan en la guerra buscando traidores, enemigos, y cualquier otra escoria que se un peligro, aunque sea jugando. Muchas veces los niños advierten de los peligros a soldados y civiles. Son ojos.

Después preguntan por las fotos, quieren ver las fotos, y ya en confianza te piden que les hagas fotos. Te dicen que quieren la foto en esa pila de piedras y jugando todos juntos, que quieren verse con sus amigos, y les tienes que hacer la foto, porque si no les haces la foto te apedrearán, y vendrán los vecinos y te rematarán hasta matarte. ¡Es una probabilidad muy alta! No hacerles la foto es una traición, y en guerra eso te puede enviar al infierno directamente.

Por supuesto que sí se hacen las fotos. Nos apuntamos a la fiesta, y se les dice que salten, que hagan todas sus habilidades, que hagan lo que les dé la gana, y ya sé que he dicho que no me gustan los niños, y es muy famoso de mí que soy muy antisociable y me da asco la gente, pero como fotógrafo tengo una fama y un prestigio impresionante, y se lo pasa genial la gente conmigo cuando hago fotos.

Os explicaré un secreto. A veces las familias te piden que les hagas una foto todos juntos, los niños, padres y ancianos, en su casa, porque están todos sanos y vivos, porque su casa todavía no ha sido bombardeada, no ha sido ametrallada, y por supuesto que sí, les hacemos las fotos. Los militares bajan las armas, y les sale una sonrisa relajada que no verás nunca más. Es una sonrisa única, y hay militares que lloran de emoción en este momento, porque su trabajo es defender esa familia también. He visto militares irse y esperarnos en la calle, porque no aguantan verlo. Se hunden moralmente. Es un momento mágico y especial, porque esa foto significa la supervivencia de toda la familia y la casa, y quién sabe, quizá mañana están todos muertos y la casa en ruinas. Nunca se sabe. En una guerra no hay piedad. Aquí no se llama al timbre.

Esas fotos preciosas y de valor incalculable se las regalamos a la familia. El 99% de esas fotos nunca verán la luz, y la prensa de mierda no las quiere. No te las publicarán. No hay sangre. No hay muertos. No es una foto para el sensacionalismo asqueroso del primer mundo. ¡No! Sin embargo, esa foto es el tesoro de esa familia. Es una joya. Es su diamante. ¡Esa foto es la meta! ¡Que todos y todas los de la foto sigan vivos y juntos al final de la guerra! ¡Es su victoria! Y yo se las regalo.

Las fotos que quiere esta sociedad para su publicación, la de vosotras y vosotros que estáis leyendo también, son las de los hospitales con heridos y sangre, piernas amputadas, los edificios en llamas, los disparos, los cadáveres en el suelo, campos de refugiados saturados, niños moribundos desnutridos, y todo lo que sea sangre, muertos, armas, tanques, ruinas, y más y más y más. Esas fotos os encantan a la gente y a la prensa. ¡Esas fotos os ponen la polla dura! ¡El morbo vende! ¡Patético y asqueroso, pero real!

En todo ese mundo horrible, tan típico del mayor depredador y asesino del planeta que es el ser humano, los niños tienen que seguir siendo niños, y no tienen prohibido jugar ni correr ni tienen prohibido ver a sus amigos ni jugar a fútbol.

"La realidad española fue una tortura traumática para los menores"

En España, nuestro dictador cobarde, tramposo y mentiroso, no declaró ninguna guerra ni dijo que estábamos en guerra, pero la represión demencial a los menores fue una auténtica tortura que no se olvidará durante toda la eternidad, por traidora, mentirosa, cobarde, autoritaria y abusona.

Repasemos la primera tortura demencial. En marzo de 2020 España perdió una democracia moribunda, imperfecta, fallida y débil, que a la vista de los hechos el llamarse democracia sólo es una mera ilusión y engaño, y se instauró un régimen autoritario que salió de su escondite detrás de las cortinas. Los ciudadanos ya no pudieron ir a trabajar, y no podían ni salir de casa, salvo comprar y nada más. Salió a relucir una dictadura escondida que rozaba el pretender dar un golpe de Estado a su democracia fallida, y por desgracia España es un país que tiene experiencia en ambos campos, pero con heridas abiertas, porque España superó su antigua dictadura y su golpe de estado con sombras oscuras, sin curar heridas, sin arrepentirse y sin pedir perdón, y con los culpables viviendo tranquilos en libertad.

Durante la dictadura sanitaria que se aprovechó de la pandemia, los niños también estuvieron obligados a quedarse a casa. Se quedaron sin ver a sus amigos. Se quedaron sin ir a la escuela. Se quedaron sin poder estudiar. Se quedaron sin poder ir al parque, sin jugar, y el autoritarismo les obligó a quedarse en casa, encerrados y teniendo prohibido salir. Les cortaron su educación, su aprendizaje, su cultura, su desarrollo cognitivo, los estímulos que a esas edades supone ver los colores, los sonidos, los movimientos, porque es el momento clave de la vida en desarrollar todos los sentidos y estímulos. ¡En casa! ¡Encerrados y con los padres! ¡45 días seguidos! Fueron 45 días continuados encerrados en casa. ¡Una salvajada! Estuvieron 45 días castigados por unos abominables políticos autoritarios que no tuvieron piedad, sin escrúpulos y sin compasión, con los menores. Esta tortura no se le ocurrió ni a Herodes. Ningún político, ningún tirano, ningún dictador, en toda la historia de la humanidad, y podéis vosotras y vosotros mismo repasar los libros y enciclopedias, había ordenado semejante atrocidad.

En el éxito terrible de esta bárbara tortura fue vital la complicidad de los padres. No hubo manifestaciones. No hubo protestas. No hubo quejas. No. ¡Al contrario! Esta es una sociedad adormecida, anestesiada, aborregada, y muchos padres aprovecharon la oportunidad para eliminar esa rebeldía que durante la infancia forma parte de la fabricación del carácter y la personalidad que marcará nuestra vida. Muchos niños sufrieron abusos, maltratos, amenazas, violencia, en su propia casa, por sus propios padres o hermanos o abuelos, pero nadie hizo nada. Nadie se quejó. Nadie puso denuncia. Al contrario, los padres engalanaban balcones, ventanas y fachadas, con globos y dibujos ridículos de arcoíris y paisajes, y sacaban a los pobres niños obligados a aplaudir a los ocho de cada día desde balcones y ventanales, como focas amaestradas, y eso era un concurso patético para ver si se aplaudía más fuerte que el vecino, y más temprano, y más tiempo. La gente apoyó de forma masiva el sistema autoritario, y los niños fueron las víctimas inocentes. ¡Otra vez! ¡Como en los tiempos de Herodes! Herodes ordenó matarlos. Nuestro gobierno ordenó torturarlos. ¡Y los padres aceptaron encantados torturarlos! ¡La realidad pura y dura!

Después de este mes y medio, no hubo escuelas en España, y durante medio año, hasta septiembre, los menores, niños y niñas, estuvieron sin formación educativa, sin enseñanza, sin aprendizaje, pero yo ya dije desde el mismo inicio de la dictadura, en marzo de 2020, que esta masacre sólo acababa de empezar, por culpa del nefasto comportamiento de una sociedad que armó de coraje a los políticos autoritarios, y así fue. Ya me hubiera gustado equivocarme, pero acerté de lleno.

"La segunda tortura fue meterles obligatorio el burka de la mascarilla a menores"

Finalizada esta etapa, continuó la mayor represión jamás vista desde hace siglos. Se obligó a la gente a llevar el burka de la mascarilla por todos sitios, por la calle, al aire libre, tiendas, comercios, y escuelas también, incluido los niños y las niñas.

Se obligó a todos los niños y niñas mayores de seis años a llevar el burka de la mascarilla, pero yo he he visto bebés llevando mascarilla en cochecitos de paseo. He visto niños de dos o tres años llevando mascarilla y pantallas, que a estas edades no deben de llevarla. No se atrevió a hacerlo obligatorio ni el propio autoritarismo, pero no hizo falta, porque muchos padres pusieron voluntariamente el burka de la mascarilla en sus bebés y sus hijos e hijas menores de seis años, y el país y los menores llevan con esta aberrante y torturadora obligación desde julio de 2020 para ser exactos.

En septiembre de 2020 comenzó el curso escolar con las sonrisas robadas de los menores. Se pusieron en fila, como en cualquier institución militar tirana e inquisidora, guardando distancias, con el burka de la mascarilla obligatoria en la cara y metiéndoles un gel en las manos que no era necesario ni imprescindible. Los menores perdieron el desarrollo de todo ese aprendizaje que te ayuda a razonar y valorar cuando ves el rostro de la gente, cuando ves sus labios expresar o gesticular al sonreír o al hablar, y perdieron esa habilidad intelectual que te ayuda a sospechar de si te mienten, si se burlan, si dicen la verdad, por los gestos de la cara.

Las expresiones del rostro son vitales para percibir si la persona que está enfrente de ti está enfadada, cansada, alegre, triste, deprimida, o si es amigable o peligrosa, entre otros ejemplos. Desarrollamos los humanos a esa edad el aprendizaje de reconocer las expresiones faciales, las que enseñan los sentimientos y las intenciones, y aquí se prohibió casi dos años enteros. Comenzó en el verano del 2020, y la aliada tirana del dictador obligó a mantener el burka de la mascarilla en los menores hasta abril del 2022. Fue casi dos años donde los niños no aprendieron absolutamente nada de expresiones, de comunicación, de estímulos, o de contactos. Fue dos años enteros donde se les prohibió relacionarse con otras clases, donde no podían hacer nuevos amigos y amigas, y donde se les inculcó un miedo descomunal, una inseguridad enfermiza, una desconfianza terrible, y un adoctrinamiento, una sumisión, y una obediencia, propias de los peores regímenes opresores del planeta.

Se ordenó esta tortura sin haberse hecho ningún estudio previo para ver si el uso de la mascarilla les puede provocar secuelas graves o incurables en su salud, tanto mental como física. No se ha estudiado cómo afecta a su desarrollo en la cabeza y el cerebro. No se ha estudiado si puede afectar a sus vías respiratorias, al desarrollo de su capacidad pulmonar, o a su defensa natural inmunológica ante otras enfermedades. No se ha estudiado si los químicos y tintes de esos burkas pueden provocarles el desarrollo de enfermedades en el futuro. No se valoró si afectaba a su aprendizaje. ¡No! ¡No hay ni un puto estudio de esto en la fecha que escribo este artículo! Directamente, los políticos han dicho que se jodan los menores. Mascarilla obligatoria, y callados. Así de bastarda y criminal era la dictadura sanitaria.

"Muchos padres y madres han tenido un papel fundamental en esta tortura"

Todos y todas los políticos de esta época han sido unos incompetentes sin escrúpulos que han masacrado un pueblo indefenso, y han herido de muerte la inmadura y moribunda democracia. Sí, los políticos de hoy en día son los culpables, pero para el éxito de todo este sufrimiento en víctimas infantiles ha sido clave la colaboración, vital y fundamental, de esos padres y madres negligentes que le han puesto el doble burka de la mascarilla a sus hijas e hijos pequeños, que les han puesto mascarilla a bebés, o les han puesto el burka de la mascarilla y pantalla a niños de dos o tres años.

Indistintamente de que en el futuro se pueda descubrir el daño físico que pueden haber provocado el burka de las opresoras mascarillas, los especialistas profesionales en medicina, tales como psicólogos y psiquiatras, hoy ya no niegan el daño a la salud emocional y mental que se ha provocado en los menores. Lo asumen. Lo afirman. Lo confirman. Hay montones de entrevistas periodísticas y estudios que podéis encontrar por Internet, ya, hoy mismo. Sólo es querer buscarlo, por google mismo. Es muy fácil. Sólo es querer saberlo, y no estar mirando hacia otro lado.

Los mismos especialistas médicos en salud mental avisan que el crecimiento de los menores se ha alterado. Hoy todavía son muy pequeños para saber las consecuencias de la tortura y sus secuelas, pero es muy sabido que si un niño le asustas con un perro o una serpiente cuando es muy pequeño, muy probablemente desarrollará un trauma que marcará su comportamiento, y hay muchas posibilidades de que cuando sea mayor tenga miedo a los perros y las arañas. Por lo tanto, pueden desarrollar traumas y complejos, pero curiosamente se teme que estos efectos sea el menor de todos los problemas. Habrán problemas mucho peores, pero la confirmación oficial se sabrá dentro de veinte años, cuando estos menores ya sean adultos.

Otra secuela mental muy importante puede derivar hacia el odio a sus padres, y digo odio real con todo su significado, y el recuerdo puede ser imborrable aunque sean muy pequeños, porque resulta que sus padres les hacen fotos con las mascarillas y las suben a las repugnantes redes sociales, o mucho peor, hacen vídeos y los envían a la televisión viéndose los pobres niños en situaciones ridículas y patéticas que les imponen sus padres. ¡Que se pongan los padres a hacer el gilipollas delante de las cámaras!

Por poner un ejemplo, en la televisión de Cataluña hay un programa de mierda que hace un uso continuado, excesivo, lamentable y reprobable, de la imagen de los menores. Se les ve haciendo de todo con la mascarilla, cantando, corriendo, cayéndose con la bicicleta, tropezando, aunque están en su casa y no hace falta el burka puesto. Estos vídeos repugnantes los graban sus propios padres, autorizan a esa inmunda televisión a difundir la imagen del menor, y los ponen en hora de máxima audiencia. ¡Despreciable! ¡Ojalá lo paguen en el futuro! ¡Con odio y con denuncias!

Cuando yo era pequeño, nos decían que la responsabilidad de un padre o una madre era vigilar que su hija o hijo no se hiciera daño, no se cayera, que aprendiera a usar el sentido común y las cosas de la vida para evitar accidentes. Ahora es todo lo contrario. Ahora los ponen encima de una rampa, con una bicicleta demasiado grande para su edad, les ponen la mascarilla para humillarlos todavía más, y mientras el niño, con toda su buena fe e inocencia, baja para divertirse, sus padres graban con la puta mierda de los móviles esperando que se caigan, reírse, subirlo a redes sociales y enviarlo a la televisión, que lo vea todo Cataluña. ¡Qué vergüenza de programa! ¡Qué vergüenza de padres! ¡Qué época más ridícula estamos viviendo! Las próximas generaciones se avergonzaran de esta humanidad actual.

Estoy totalmente convencido de que dentro de veinte o treinta años van a haber miles de casos de hijos e hijas que odiarán con toda su fuerza a sus padres, porque aflorará en los menores todo el sufrimiento y el maltrato que se ha sembrado con esta pandemia, y este odio se lo tienen muy merecido. ¡Que se jodan los padres!

"Comparando niños en guerras reales contra niños en la ciudad con pandemia"

Voy a poner unos párrafos de comparaciones directas, con la ventaja exclusiva que me da conocer ambos mundos. Os he dicho mil veces que soy fotoperiodista muy experimentado, y el que no se lo crea es su puto problema. A la gente le explicas que has visto un ovni o has hablado con un fantasma y se lo creen, pero les digo que lleva décadas al máximo nivel en fotoperiodismo y no se le creen. ¡La gente es así de imbécil!

Primera. En guerras con bombardeos y disparos, los niños salen en las horas de calma a jugar en la calle. En pandemia, España encerró a los niños 45 días continuados en sus casas, del primer al último minuto, sin importarles a los políticos si estaban prisioneros y hacinados en un piso sobresaturado de veinte metros cuadrados o estaba siendo objeto de maltratos. Encerrados y callados.

En guerras los niños se reúnen con sus amigos, y juegan al fútbol y corren y se divierten. En nuestro país, se les prohibió reunirse con otros niños, se les cerró los parques de juego infantiles, se precintó y acordonó ¡¡¡real!!! los parques infantiles, porterías de fútbol, columpios, y además se les obligó a llevar siempre la mascarilla puesta, y se les decía que no jugaran, no hablarán y no se acercarán, a niños que no conocían.

En guerras asombra la vitalidad de los niños, su entereza, sus miradas llenas de vida, a pesar de las durezas de una guerra, donde llegan a pasar hambre y el estruendo de un bombardeo en plena noche es terrorífico, y es sorprendente ver que hay muy pocos niños deprimidos o tristes, porque luchan y son fuertes. En pandemia, en nuestro país, muchos niños van con la mirada caída, desorientados, apagados, cogidos de la mano de su padre o su madre, con la mascarilla puesta, sin hablar, sin reír, sin correr, sin jugar, con su rostro decaído, triste y abatido.

En guerras es increíble ver escuelas que siguen enseñando abiertas con las balas de la noche anterior marcadas en las paredes, y a veces los vecinos paran a los fotógrafos, e ilusionados les cuentan que hagan una foto ahí, que una vecina les da clases a los niños que se han quedado sin escuela, y les enseñan a leer, a escribir, geografía, historia, e idiomas, sobre todo inglés, y te sorprende que de repente hablan un inglés muy bueno. En pandemia, en España, se cerraron escuelas, se cerraron actividades extraescolares, se cerró la cultura, se cerraron bibliotecas, los niños retrocedieron en su aprendizaje, y se dio por acabado el curso.

¡Sacar vosotros y vosotras mismas la conclusión! Mi opinión la tengo muy clara. Esta es la peor tortura en la historia de la humanidad a menores e infantes desde los tiempos de Herodes.

"Las horribles lecciones que han observado los menores en esta pandemia"

Esta pandemia es una guerra diferente, porque todas las guerras tienen sus intereses, que provocan diferentes bandos y facciones divididas. Donde uno pierde y se empobrece, otro gana y se enriquece. ¡Ley humana!

Sin embargo, en esta pandemia el enemigo está dentro de tus filas. La propia gente, la que te rodea, se comporta como locos psicópatas si no llevas la mascarilla, con una mirada asesina desorbitada, y quieren pegarte, y te insultan, y te amenazan, y se viven momentos muy tensos, muy peligrosos. Los primeros días, cuando hacia fotos, vino una chica joven veinteañera, me dijo que estábamos en alerta y Estado de Alarma, y no estaba bien que hiciera fotos en la calle. La gente, mi propio país, me gritaba desde balcones que no esté en la calle haciendo fotos, y me quieren atacar si no llevo mascarilla. Eso es su preocupación, y así una historia tras otra, patéticas, ridículas, estúpidas, incomprensibles e inexplicables.

En esta pandemia la policía, nuestra propia policía, ha sido usada por los políticos como el ejército enemigo. En las guerras, puedes confiar en el ejército aliado, que darán su vida por tí. Aquí tengo que vigilar con mi propio bando, y de forma personal y extraoficial, hay policías que me han advertido vigilara con algunos policías, que estaban actuando de un modo propio de un país autoritario o con tiranía militar, y los ciudadanos y ciudadanas indefensos y pacíficos tenían que vigilar y esconderse de su propia policía, que curiosamente su oficio es para protegerles, y no para perseguirles.

Lo peor de todo, usando lenguaje de guerra, es que la metralla ha pillado de lleno a los menores, y ellos no tienen la culpa de nada. Los menores están sufriendo un infierno, pero el futuro puede ser mucho peor para la mayoría de ellos, porque esta generación autoritaria les va a dejar un futuro muy complicado y peligroso. Muchos menores tienen su futuro hipotecado y arruinado para siempre, y los culpables han de sentarse acusados en el banquillo de los tribunales, han de ser condenados, metidos en prisión, y los libros de historia han de mostrar en su juicio que estos políticos autoritarios son un ejemplo abominable que nunca más ha de repetirse en el futuro de la humanidad.

Yo también incluiría en la condena a esos padres y madres taradas, desequilibradores, torturadores y maltratadores, que le han metido el burka de la mascarilla a sus hijos incluso por la calle y sin ser obligatorio ni necesario. Estas brutalidades no se han hecho ni en guerras, y en este país hay muchos padres que han aprovechado el permiso dado por la dictadura sanitaria para torturar, maltratar, humillar, vejar, someter, adoctrinar y aborregar, a sus hijos pequeños. Los menores e infantes están sufriendo la mayor tortura en la historia de la humanidad desde los tiempos de la matanza ordenada por Herodes, y esta escoria de padres también debe de ser condenada en los libros de historia del futuro.

Para terminar, vuelvo a recordar que la libertad de expresión y de opinión son derechos fundamentales protegidos e inviolables en las leyes españolas, que los derechos humanos universales son intocables, y emprenderé sin previo aviso, con toda la máxima dureza y extrema severidad, todas las acciones legales, inclusive penales, contra quien sea, cualquier Administración, empresa, organismo o personas particulares, entre otros, que amenace, coaccione, limite, ataque, manipule, dificulte, prohíba o impida, mis derechos fundamentales y universales, garantizados y protegidos por ley.

Yo no dudo jamás. Toda mi vida desde que nací es de combate. El destino está escrito, lo asumo, lo acepto, me encanta, y a lo mejor estoy preparado, equipado y entrenado para ellos. ¡Quien sabe! Son secretos que forman parte de la defensa y la estrategia, y no voy a dar ni una sola pista. Esto todavía no ha terminado. Yo no he firmado tregua ni paz, y el enemigo también me lee. ¡Seguimos!

 

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