Desconozco fecha en cual usted leerá mi relato, si será próximo a mi escritura o muy migrado en el parir de la criatura, mas cuando lo haga sepa hubo una época donde una fallida democracia fue masacrada por el estropicio de un pueblo inepto, orden dio un tarado dictador y a la muchedumbre tuvo por adepto.

Detalles le confiero, asomarse por la ventana fue un panorama dantesco, comercios cerrados, calles desiertas, sonrisas robadas tras cuyas mascarillas se mofaban del gentío con sus morros de cerdo, suicidios a mansalva que se ocultó con falsificados informes de forenses secuaces, y un putrefacto periodismo, convertido en el ejecutor propagandístico de la tiranía, multiplicaban sin descanso en bucle sus proclamas locuaces.

Desaparecidos hubo, con sabuesos corruptos buscando entre colectivos vulnerables y excluidos quienes vivían en la extrema pobreza. Contemplé esa escena, dado yo rebelde incumplí las órdenes del perturbado, y estando en una fábrica abandonada por rutinaria sesión de fotos oí pasos sospechosos sobre los ladrillos derrumbados, ¡cuidado!, con la burda excusa de la pandemia hay mártires ejecutados. Afiné el tímpano, agentes de la ley se acercaron a un indigente, ¡dejarlo estar!, pensé, ermitaño huraño vive en ese rincón desde hace años y nunca ha causado daños, pero con la trampa ilegal de confinarse le ordenan levantarse. Al negarse oí gritos, ¡qué estáis haciendo!, ¡sicarios criminales!, mas yo he proteger mi amada y mi integridad, y a través de paredes derruidas huimos a toda velocidad. Regresé el jueves sucesivo, y encontré su lecho convertido en ceniza, sangre salpicada por piedras y arena, ¡cuidado!, de asesinatos sistemáticos fue éste el primer aviso.

Apiádese del fiambre, pero por la sociedad no sienta lástima, que esa escoria cumplió dócil el mandato del cacique, y a los díscolos que paseábamos por aceras nos insultaban desde sus balconeras, ¡salir a la rambla es prohibido!, trovador ridículo ha sido un adolescente enloquecido. Oficios clausurados, y ni en la picardía diablesca rompieron con cautela sus directrices, ¡qué mierdas hacéis!, os saquean el ánimo y los bolsillos, mas los cazurros están preocupados por ganar el concurso de aplausos patéticos a las ocho en punto, compiten como en un zoológico las focas amaestradas, mientras otro vagabundo indefenso se suma a la estadística difunto.

Indignos padres y madres deberían ser fusilados en paredón, pues a sus cándidos menores los encerraron sin salir de la choza, al parque no pueden ir a jugar, aprender no se puede ni en la escuela ni en la biblioteca ni en ningún otro lugar, amigos trasquilados de sus tiernas edades no les dejan ver, ¡dos meses seguidos fue su condena!, el maltrato y el tormento que deben de haber sufrido es fácil de prever.

"La gente apoyó la dictadura autoritaria de un tirano tarado"

Una atmósfera de malhumor agrio copaba poblaciones enteras, a poniente o distrito a oriente, desde el impasible amanecer hasta las centelleantes cascadas de la noche funesta, y yo discutí en bastantes ocasiones, que por actuar desobediente venían a por mí para causarme lesiones. Obligado tuve que defenderme por medios propios de aquellos psicópatas, que segregados tres metros de mí amenazaban con llamar a la policía, esgrimen mi hocico se ve al descubierto, otra paranoia en este surrealista desconcierto.

De hombres armados sobre el alquitrán sepa dispuso la dictadura a cuantía descomunal, iban las marionetas prestos con el gatillo, hubieran disparado si balón contra metal hubiera chutado un chiquillo. Uniformes arránqueles, placas despójeles, mas reitero el recado previo, que el gentío no protestó por recuperar su libertad, sino dejo hacer con total impunidad, y a rivales suyos cual yo mismo me incluyo nos atacaron en su traidora sagacidad. Fíjese que familias dejaron de verse, restricción afectaba a todo parentesco, madre o o abuelos o nietoss o padrinos, pero convencida estoy se beneficiaron, les fue útil por excusa que vociferaron.

Imágenes vergonzosas de aquel periodo hay por doquier, globos infantiles adornaron cornisas, dibujos pueriles de arcoíris junto frisos, ese bosquejo burdo lo diseña un atrasado mental con prisas, músicas de batracios publicaron su oda oportunidad, hay bastantes ranas y sapos en esta lista, mas es sólo un escueto resumen, que en hemeroteca de cuya barbarie histórica aprobó la decadente civilización por abrumadora mayoría tendrá largo trecho, verá cómo ahora los culpables de nefasta estupidez se escabullen por su túnel maltrecho.

Agradezco a vos me excluya de esta ingente suma de nauseabundos plebeyos, pues por mi conciencia y mi firme compromiso con la sana democracia yo no obedecí, ni obedeceré, tiranos, autoritarios, dictadores, golpistas, imitadores, copias y demás, aunque es innegable que, como trauma provocado en cruentas guerras, quedará en mi espíritu su cicatriz imborrable, estas alimañas han ejecutado un genocidio imperdonable.

Se preguntará qué hice entonces, y en este diálogo aporto despertaba yo tranquila, que al fin y al cabo nadie me esperaba ni me quería. En supermercado no entré ninguno a comprar, ¡dónde va usted!, sin el burka no se puede entrar. Deambular en el reino de fachadas se tornó demasiado peligroso, había chivatos gratuitos tras cristales y gendarmes simiescos pagados con sueldos públicos, se creían reyes los bufones impúdicos. Bibliotecas y teatros y cines y cultura permanecía bloqueada, toda dictadura se alimenta de una turba miedosa y atontada.

Deambulé muchas tardes por bosques y montañas, caminatas hice meritorias hazañas en la plácida convivencia de otros seres inteligentes, a corzos y jabalíes y ardillas me refiero. Naturaleza me enseñó secretos amagados, vi las franjas de avispas en magníficas arañas, y al roce con unas hierbas desconocidas se llenó mi piel de unos granos con un picor muy irritante, salen a decenas y al reventarlos le suplanta una nueva tongada, pero médico me expulsa de visitante, ¡señorita!, muérase si no acata las decisiones del cirujano mutante.

Anécdotas de semejante estilo tengo a centenares, pero por estima a mis lectores prefiero narrar cuya fábula siguiente es ficticia. Tómela como metáfora por describir la odiosa ira de tanto imbécil, traduciré el sátiro significado llegados los últimos párrafos de esta obra literaria, mas ahora le sitúo en la línea de salida, otro domingo de simios subordinados, es julio y siguen anestesiados, ¡payasos subnormales!, hay bebés enmascarados y chicas en la playa con sus pechos al descubierto y tela impuesta ocultando su faz advierto. Quedará marcada su cosido en la diferencia del pálido y el bronceado, pero porte de vasalla es la fúnebre sumisión que han logrado.

Harta de su zafia hipocresía, apresuré esa misma víspera mi equipaje, he de hacerlo sola, que son las majestades quienes tienen paje. Dos maletas dispuse, volumen el necesario por dar cabida a prendas y enseres esenciales, decidida estoy en fuga de cuya maldita ciudad autoríceme a pilotar bombarderos, que me alistó a batallón y vierto proyectiles sobre tejados y corderos.

Viaje planifiqué con extremas dificultades, pues en ferrocarril me impiden subir, su reglamento talibán yo rechazo, y guardianes ceporros el acceso me van a reprimir. Descarto pues desplazarme por raíles arcaicos que se estropean por el polen o el rocío, dirigen torpes mamíferos la empresa, pero en la estación de autocares el chófer me cierra las puertas, quitará la llave del contacto y se declara en vaga por circular, de terminal no parte hasta estar lejos del alcance de su glóbulo ocular.

"Emprendí viaje en el kilómetro cero de la autopista"

Sentada en un asiento del apeadero hice una reflexión, ¡puto lunático desequilibrado!, le desvelo en confesión. Vi autobús largarse, a mí me abandona apeada en muelle, y entonces me dije, ¡tengo otra solución! Zanco emprendí, arrastrando cual mula sus abarrotadas carretas, lejos hasta donde autopista impone al peatón una universal prohibición, por aquí no andan ni cojones ni tetas.

A raigón de su nacer, erguí el torso de frente a los vehículos, solté mi largo cabello rubio de media melena a linde sus púas del cubital anterior, extendí perpendicular al pavimento el brazo diestro, resalté arriba distal del pulgar, esbocé sonrisa mal le guste al cabestro, y acierta la divina mitología en contar vence la belleza desde nuestro primitivo ancestro.

Preguntó un senil cuál era mi paradero, pero en su ruta no se acercaba a tal término. Al marchar frenó en seguida un monstruoso repartidor, qué hacía chica tan guapa como yo sola en aquella carretera inquirió, y respondí, ¡aguardo príncipe de leyenda!, mas por qué razón lo pregunta si es un ogro de ciénaga sin hacienda. Arrancó con desprecio el ignorante maleducado, y tras varios taxistas y un camionero circuló otro conductor, blanco utilitario de obrero infractor, adelanta sin usar intermitente. Bocina exprimió enojado al recriminarle, y por un instante cambié por anular, ¡que te den por el culo hijo de puta!, espeté en la efímera disputa.

Desflorados diez minutos de sopor, y un par de bienintencionados fallidos por ser inviable itinerario, detuvo los neumáticos una furgoneta de reparto, preguntó el varón si yo iba en su misma dirección. Doce letras consecutivas componían nombre de municipio, y el individuo frunció el ceño pensativo, balanceó barbilla y musitó puede desviar su recorrido, le cuesta un pequeño rodeo y recupera las millas por una bifurcación, sexo pide por gratificación.

No reprendí su osadía, que al fin y al cabo es un hombre salido de caserón, panza inflada como osos que de salmones se ponen ciegos, y no aguardo semejante mentecato proponga en trato una lectura de poesía o debate de sabios griegos. De haberlo camuflado, su mirada ardiente ya lo había delatado, y yo puse en condición besos en la boca ni pensarlo, enamorarse ni la flecha en arco se le ocurra armarlo, y en mutua coincidencia abandoné arcén, bultos míos detrás depositó el caballero y yo hospedada en sofá delantero.

Al sonido del arranque reemprendimos viaje, grises edificios aún componen los suburbios en la urbe, hay por barrera las vallas y márgenes de zarzales y jarales, liebres aquí es una utopía, las intrépidas mueren atropelladas ante video gélido que le espía. Por mortaja queda su pellejo seco, vendrá de madrugada barrendero con escoba, pero desecada la breve pausa de otear dígitos en reloj ya no quedaba ni rastro de tal campiña, y de un verde mosaico la visión se encariña.

Adiós le digo a esas putrefactas atalayas, despedida es sin lágrimas ni homenaje, simplemente una mueca sarcástica desde ese cauce voraz y ruidoso, su caos anodino es el precio del peaje. Reverencia irónica por cortesía dada, distraje mi mente tomando el relevo una arboleda de ribera, una hilera de árboles mixtos caducifolios, fresnos, abedules, encinas y pocos de roble común, disculpe alguno olvide apreciar o confundir, dominando un entorno puzle completo con lianas, matorrales y herbáceas, pregunte por cuál es tal a una experta en botánica, yo soy especialista en distinta temática.

Museo patrimonial de nuestra esfera terráquea lo irradia la antorcha astro en la cúpula de este mundo, pero comitiva de sombras proyectadas languidecieron ante otra villa pudiente, hay solares en venta por enraizar cimientos y viviendas unifamiliares cuento a cientos. Paciencia tenga en la fuga, que aquella densa argamasa esfuma veloz su perfil, pues aledaño se vislumbra una espesura de encinas y pinos y aladiernos y madroños de deliciosos frutos rojos, recuerde comer suaves, de engullir duros como rocas en exceso le dará digestiones graves. Enebros habrá junto un bajo estrato arbustivo, reinan los espárragos que atraen fanáticos por cortar un buen manojo, abundan que en una irrisoria excursión varios fajos recopila el forzudo y el cojo. Cohabitan lianas y plantas trepadoras, madreselvas, clemátides y zarzaparrillas, que tornan los senderos impenetrables o, de ser vos salvaje, puede pasar agachada, asuma que de atrapar sus pinchos la vestimenta dejan la indumentaria destripada.

Sierra limada que le recito ya es biografía antigua, ahora le sustituye un bucólico retrato, los pinceles del agricultor han plasmado hectáreas sembradas de trigo y cereales. Cuadro se adorna con laderas en cuya vasta alfombra despuntan fresnos de madera flexible, castaños robustos de hojas lanceoladas acabadas en punta codiciada por sable, olmos montanos con las grietas longitudinales de su corteza, y ya callo, que monólogo mantendría décadas sin ninguna pereza.

Leguas después, navegando en órbita fija, descubrí un río estupendo, carpas o truchas o cangrejos han de habitar en su cristalino prisma, y engendro al timón pronunció vocablo que es bautizo de aquella acuosa avenida. Zambullirme en su frescura me encantaría, pero sé que no puedo pues su corriente me arrastraría, mas si algún asno comete tal gilipollez favor nos hará, uno menos en el gremio de la excelsa majadería.

Camarada tentó a retomar la charla, y en ser simpática satisfice aprobarla. Bostezo di cuyo tamaño se bate en duelo con un hipopótamo, ¡qué divertida tertulia!, pregunta por motivo que me desplazo a tribu remota. Empezar etapa es mi aventura, lejos de una multitud infectada de locura, ¡pues fíjese usted señor!, que vi detectives asesinar mendigos, pero rebaño se obsesiona en otro percance, desde el andén a las antípodas me ojean, alzan sus pupilas dilatadas cuando descubren mi rostro pecador, e injurian y me asaltan, me toman por bovino quienes se creen torero matador.

Abrumada buscaba desempeño laboral cual sea, rechaza todo secuaz que la dictadura posea, y en mi piso quedé sola, nativos se han aborregado y foráneos se han marchado, e incrédula asumí que en este enjambre nadie aguarda mi llegada, acepté estoy desubicada. Medité en horario de tozudo insomnio, y recordé la existencia de ese sitio relegado, ¡cabaña habrá disponible de amueblar!, hortalizas plantaré, almendros y déjeme pensar, una higuera y un nogal y un avellanero me agradaría censar.

Oponente comentó, ¡soy un mundano transportista!, carga, entrega y regresa a su minúsculo hogar, le recibe el apático televisor y de porno alguna revista. Sin embargo, dispone por riqueza contemplar en primavera el florecer de rojas amapolas, en verano se concede el capricho de nadar en las olas, por otoño se emociona con los torbellinos ocres de hojas caducas que se arremolinan a su paso, y los inviernos se embelesa con la nieve y el precoz ocaso.

Desde aquel parágrafo hablamos sin premura, confesiones privadas las suyas que revelar es injusto, pero divulgo mis líneas en un acto altruista, pues contar egoísta habladurías de los demás puede dar a su confianza un fastidioso disgusto. Diré lacónica que parloteamos hasta el límite de la afonía, desde las costas mediterráneas hasta acantilados atlánticos, y cercano a culminar periplo debatimos de un sumario espinoso, del cual supongo a ustedes les habrá llegado los hechos politizados, mas no se crean la versión, es un montaje por ocultar la carnicería en una artificial función.

Aquella cháchara alistó minutos hasta celebrar su bicentenario, cual cerró filas al realizar el pazguato un comentario, ¡depósito ha de repostar! Cisterna a tope, vejiga vaciar y hambruna aplacar, suyo bocadillo de chorizo, devora con esa ansia clásica de tragón castizo, juro que verle masticar me quitó el hambre, este paleto descuartiza con sus dientes hasta un erizo.

"Buscamos un rincón para cumplir el pacto de sexo"

Invocó en la póstuma mordedura nuestro pacto, ¡llegamos pronto al final de la romería!, y espontánea mostré de acuerdo, vicios y guarrerías es habitual en este arquetipo de gordo lerdo. Dije, ¡vayamos al tajo!, e indicación señalaba restaba sólo sesenta kilómetros por nuestro despido, mas me preocupaba tuviera la adversidad de que un aspirante a vecino pudiera verme con esa morsa, querrá saber si es cuñado o sobrino, ¡no!, ¡no!, diré, ¡sólo un palurdo que me trajo de camino!

Desviados de arteria principal, giramos por carretera secundaria, a escasos metros de una granja solitaria. Campanario avisto, e indiqué apartarnos de la vista de testigos, que de pillarnos el clérigo dime qué excusa busco, ¡perdone, vividor!, se nos han caído entre las piernas los higos. Pretexto se intuye que no cuaja, y cual náufragos perdidos en océano deambulamos por una serpentina de caminos arenosos, no bacheados, bastante planos, buscando una solitud casi cómica, pues al inicio nos arrimarnos a estribor, ¡cuidado! que de cara viene tractor. En jardín de lechugas hay un campesino, y tras congratular amable nos encontramos en curva dos mujeres cincuentonas recolectando moras silvestres, ¡de dónde sale tanta gente!, si estamos en terrenos campestres.

Propuse, ¡métete por allí!, vereda elegí que vamos a descarriar, el eje trota que se va a despedazar. Cacharro ninguno se adentra, que los arbustos rascan la chapa, mas en el desespero de encontrar intimidad proseguimos por esa selva hasta un hueco ensombrecido, de película terrorífica parece haber surgido. Vacío lo copan las tinieblas, por ningún rincón se filtra la exigua luz diurna, y al apagar el motor abundó ese silencio que acongoja, ¡escuche atentamente!, ese cascabeleo es el mecerse del follaje, ni un trino hay que lo resquebraje. Huellas en el fango son de pezuñas, por su dimensión exclamé, ¡un buen ejemplar acuñas!

Escenario es idílico para una fantasía, pero sosaina lo definió demasiado atrevido, que podía venir fauna animal y ser nosotros su comensal. Miedica le tildé, carnívoro depredador somos él y yo, pero obtuso insistió en su sillón, ¡hay que ir a toda mecha!, que el crepúsculo acerca el tintineo de su carrillón. Asentí conforme, y preliminares fueron un simulacro, lacayo desnudándose impulsivo y yo en mi manso aspecto desprenderme de toda pieza, arrojé agrupada en una gruesa bola donde el asiento trasero empieza.

Tampoco hubo estímulo en su físico, siervo de mediana edad, peinado desaliñado y poco tupido, canas despilfarra y torso olvídese de mística leyenda, modelo sirve para escultura de un elefante, tacto que es cual caricias de un estropajo, ¡no me toques con ese andrajo!, ponte al menos guante. Pelos pectorales es para piojos una jungla, ¡por favor depílate!, que chimpancés no tienen tanto césped, de entrar explorador descubrirá alojados bichos sin catalogar entre su huésped.

Reclamó ponerme encima de él, ¡muévete so vago!, que su único esfuerzo debía ser recular el sillín atrás, pero mamut debe de haberse congelado, continua tan petrificado que estoy por salir y cortar leña, a ver si se deshiela con una fogata hogareña. Paquidermo se mantuvo solidificado, y por panacea opté encaminarme a su trono de hurtadillas, incómodo pues he de sortear freno y palanca, mas el zoquete se mantiene en la butaca, lechero diría, ¡así se comporta cuando ordeño la vaca!

Táctica adopté por situarme frontal a su cintura mientras golfo se hallaba hipnotizado en mi joven hermosura. Piropeó senos que es un trivial recurso, galantería omito que por tradición hay colección y abuso, inmersa en el giro imprescindible para acoplar las naves, pues ladeada es inviable salvo sea su ligue acróbata contorsionista, nivel mío a lo máximo es de amateur deportista.

Conseguí perspectiva con relativa facilidad, mímica del lenguaje corporal sugiere que vamos a empezar, pero en ese momento rumió el gaznápiro, ¡prefiero al revés! Repliqué confundida, se refiere dé la vuelta y le muestre el envés, y campechana emané un bufido, sonó sinónimo al ronroneo de un geiser exhalar, que el enfoque idóneo ya había conseguido. Molinete hago de ciento ochenta grados, elevo lumbar a la medida precisa por atrapar con el embudo su nardo, en singular dado sólo es uno el cabrito cachondo, de tener tuberosa múltiples será extraterrestre, lástima me tocó el goloso orondo.

Aterrizó el sacro, y sentí vara gruesa entrar en cuya cueva oscura es enigma para millones de extraños, ¡preguntarle a turista por sus cascadas!, que se ha adentrado hasta el riesgo de quedar el espeleólogo atrapado, ¡advierto!, pantano sus compuertas ha abierto, cenote estará inundado. Masculla ir equipado, y empiezo a cabalgar como si estuviera a lomos de un caballo, ¡ojalá!, éste tira a burro, pero he de reconocer que su dimensión me ha sorprendido, corpulencia en el miembro va bien abastecido. Turbinas generan energía a toda potencia, en cada galope subo del raso llano a la cóncava azotea, es la misma furia de hércules del béisbol cuando batea, y por evitar caer de bruces me apoyo donde puedo, que sin agarrarme seré felino que gatea.

Ayuda me presta, palmas en sus muslos me conduce por apoyar, e inocente le dejo llevar, pero será culpa de cuya gloria armoniosa nos hermana a los dos que desbarata la aduana prevista, chocan en la comarca de la quinta vertebra lumbar, y con cinta de precintar prensadas las enquista. Inicia el proceso de las manos atadas, rodea muñecas por la circunferencia exterior en repetidas ocasiones, cantidad me desconté, o a decir verdad cronómetro apagué, que su perversión permitida me tragué.

Sensual susurré el porqué de la soga, confesó en tórrida sorna que embalaje aplicó por tenerme cautiva, ¡ya lo soy!, prisionera y viva, anclada a horcajadas sobre su recto femoral y el vasto interior, con sus rótulas pegadas y mis piernas expandidas, pero insatisfecho se quiso asegurar, ¡de mí no te podrás escapar!, y tras el corte horizontal retornó tenaz la enredadera, ahora en trazo cruzado por cuya cañada interna entre carpos anuló motín e indisciplina, me ata fuerte el pamplina.

"Usó cinta de precintar para mis manos atadas a la espalda"

Confieso en aquel espacio reducido, un cubículo insignificante que en longitud rebasaba tacaño el metro y altura bajo techo no distaba sus medidas en ser antagonistas, una excitación de campeonato brotó de mis entrañas que incrementó en su epitafio, ¡por desatarte tú sola te apañas! Respondí traviesa, ¡lucharé como una posesa!, y en tal matización percibí su sonrisa cínica, ¡reto ya es una promesa!

Dos machacadas de su estaca provocaron en mí un gemido cual ciervo en celo, es oratoria que se escribe con un monosílabo en positivo, volumen es exorbitante, pero ópera desarrolla su primer entreacto, las notas siguientes aumentan ipso facto. Hasta dónde alcanzan hágase la idea, maestro afirma que tengo dotes de soprano, ¡discúlpeme ausente de la audición!, pero tengo dentro de mí todo un taladro, y del exquisito encanto que me provoca yo baladro, ¡y espere!, hay un punto en la bóveda que me vuelve visceral, al extremo de reclinarme y morder mis incisivos el mando del carro, ¡qué asco!, mejor receta es ducharse en barro.

Por fastidio maléfica dije ¡me voy a desatar!, y vertí tesón con un coraje que premio me ha de conceder honesto jurado, mas ya se sabe de concurso que es amañado, pero yo insisto y revuelvo los dedos inconsciente de cada movimiento. Bribón me advierte, ¡para de una vez!, que con uñas fallé y en la piel le causo jirones. Recosté para optimizar precisión mi hombro atrás, apoyé occipital con su deltoides y tentáculos punzantes donde pude del castellano, mas continuó con la brega, queja es de llorón, terribles son las zarpas de los hurones. Tan sólo prometí mayor control de mis garras, difícil concentrarme pues su porra martilleaba con aquel vigor que debió toparse con las hadas que custodian el útero, ¡alto ahí!, clamaron, ¡zona restringida!, y aunque noté el retroceso sentí su plátano rastrear el abismo, barrena me provoca un seísmo.

Desobedezco al cateto, y en plena oda ordinaria, ya sabe vos a cuál cántico me refiero, un rumor encolado se cernió sobre la estancia. Atrapó pícaro mi puño plegado, y un serpenteante precintó adhesivo emprendió vereda por encima del escafoides, volteó cuboides y las cuñas, los metatarsianos doblados, las falanges encogidas, sin ni un mísero tramo descubierto, ¡sastre ha cosido mitón!, comprimido no tengo proceder para mi liberación.

Ocurrencia desencadenó una inusitada euforia en mi creciente lujuria, es tan fogosidad que nos observa entusiasmada la curia, ¡sigan en sus medievales moralidades!, que en este circo no se admite la purria. Platea es libertina, saltaba yo cual si aquella fuese un trampolín, y en algún brinco me recordó la plancha moderar la cabriola, que en cúspide reposa marquesina dura, ¡fácil es decirlo!, reproché al utilitario, pero homínidos tenemos la pasión ardiente y lo tuyo es fría soldadura.

Hormonas me hierven, alma mía se ofusca, y decoró mis frases de un abecedario escandaloso, jamás había proferido un idioma tan libidinoso. Son jadeos agudos, melodía sostenida y alguna estrofa de versos puntiagudos, incluyen improperios que fluyen en desbandada, creía yo tenía escritura de poema fino, pero balada me demuestra es sacrilegio asonante de tacos que a contener no atino. Mequetrefe se exaspera, ¡gritas en demasía!, presento mis disculpas, tengo por alegato estar increíblemente excitada. De tanta llama abrasadora ocurre un fenómeno exclusivo, nalgas se endurecen, espalda se arquea, músculo cuádriceps se tensa, latidos se aceleran, diafragma se alborota, ¡quién llega en ese avión!, es un orgasmo fuego a discreción.

Chillidos es un escándalo, incremento pues morlaco prosigue intacto en simas abisales, cuando emerja cuénteme si ha descubierto criaturas luminiscentes o cefalópodos excepcionales. Éxtasis mío alcanza exorbitados decibelios, voy a terminar con la garganta carrasposa, pero tengo coartada, son las sacudidas espasmódicas del clímax que acentúan las bridas y su pillería, pues cual jinete monta la potra sin estribos quedaba a ratos quieto el cabrón y por despistar precipitado, dudaba si rogar acabara o renovara pausado.

En tal algarabía, me mandó cerrar la boca, ¡van a oírnos en otras provincias!, sé que tiene razón, pero estoy bajo los efectos de las réplicas en todo terremoto. Reitera en su edicto el capataz, mas de acatar soy incapaz, que vibraciones en mi pelvis retumban por el cóccix, aunque en mal menor intentaré bajar volumen, pues nos va a detectar la nocturna ave rapaz. Estrepitoso fiasco es el ensayo, propongo una segunda oportunidad, intentaré un humor transparente, pero sucumbo al ardor candente, soy como un loro parlanchín, hablo y jadeo y susurro y prosigo, y caballero tentó mi ánimo en riña dominante, de continuar en bramidos castigo me impondrá el malandrín.

Depravada me lo merezco, indecente a la sanción me ofrezco, me comporto revoltosa, y de inmediato depositó el bellaco una tira pegada sobre ambos labios lacrados, desde el surco mentolabial hasta la apófisis alveolar. Apretó presto por el hueso palatino, recorrió la protuberancia del occipital y regresó por el ángulo antónimo, completando una vuelta al ruedo que soporté con denuedo. Abarcado el diámetro mandibular, emprendió un segundo giro, bordeó por tercer remolino todo el contorno, ilustró otro cerco a todo el círculo, y concluido el quinto circuito quedó una masa ancha muy apisonada, engloba desde el hueso maxilar por debajo el vómer hasta base del mentón, multa es proseguir amordazada.

Trenzó mayor cantidad de viradas donde no era imprescindible, superpuestas a sus anteriores o en sus chuletas aureolas, y al colofón noté los pómulos hundidos. Léxico se ha convertido en un desfile de mugidos, componen sólo consonantes de las emes y las efes, en convite se la permite por séquito las oes y las í latinas, y al resonar su turbio cacareo mezclado embrollado me nutrió de una locura que debió de ser contagiosa, pues a cómplice enervó la temperatura en la caldera de su tranca portentosa.

"Mi excitación fue creciendo enorme al estar atada y amordazada"

Arrojado el rollo gastado por el arrecife de las sucias esteras, posó sus yemas traviesas en mis pezones erectos, esa ebullición obscena nos lleva a las chimeneas del averno directos, e inmersos en aquel frenesí veo que el canalla acciona la manecilla. Pórtico cede, desciendo el escalón, y con siamés desaire a cual regimiento apresa adversaria me empujó metros la decena, sobre hierbajos continuamos como pollos a la parrilla.

Caí que prefiero jergón de lana, aquí se me meten por la raja del pandero la arenilla, pero tributo a la genealogía cavernícola me tendió supina, veo un candil plateado en el azul difuminado cuando la hiena hiende su garrote, se abalanza que es ilusorio le derrote. Consiento aliada, trama es impresionante, que de haber en anfiteatro ese proletario holgazán, ¡chapuzas cómo van a terminar! si se pasan tres cuartos de la jornada espatarrados en el diván, habrían descrito fueron como león y su leona, saca adentro y afuera y dale y toma y venga y mete, ¡perdone la definición!, en albañiles es su máxima dicción.

Probemos descripción de un doctor, que desde su consulta divisa el lance, ¡hágame su diagnóstico!, le dirá es la infidelidad de una puta y un agnóstico, ¡cállese puritano infecto!, cofradía del genocidio ha sido adepto, que a hospital ha acudido paciente, presenta en su peroné una herida doliente, pero ruin le exige se cubra con el símbolo opresor, y al negarse le responde el facultativo, ¡váyase!, al transgresor se le priva de cualquier tratamiento paliativo.

Interroguemos a biólogo, haga de la odisea por lo menos el prólogo, y en su soberbio cavilar define es el romance entre un gorila y una mona, recio prototipo con ramera que a especímenes de esa talla por follar se abona, ¡pero qué dices!, ¡deja científico de mirar perdices!, es un saco de grasas el puerco, con esa predicción ahora despejo interrogantes sobre roedores en su catálogo.

Sabiduría es de la anciana, a damisela le ha clavado un bruto su atalaya al fondo del pozo, en bombeo la doncella se regodea de gozo, y del cabrón es asombroso cómo sostiene rígida su manguera, derrama sudor fémina por la regatera pero le ignora avaro el mozo, veremos si termina el polvo en el oasis o en un destrozo.

De haber podido yo frotar la lámpara de un mago, hubiese pedido un deseo inequívoco, ¡córrete de una vez!, que flaqueo agotada de tanto embiste con tu lanza en ristre, pero las manos atadas y los puños atrapados me descartaban raspar o restregar. Por alternativa figura suplicar, es el anodino sollozo una sarta de gemidos indescifrables, miscelánea de las grafías amordazadas de un alfabeto homónimo, ¡ni tan siquiera vocalizas!, refutaría el anónimo.

Asoló mi esqueleto un tumulto imitador a una templada descarga eléctrica, causa fue advertir el retorno de otro orgasmo, ¡párate!, aún tengo el respingo del original, pero a pretendiente mi argumento esgrimido le da igual, desflora el jardín y aquel roce tenue que me mantiene activa lo canjea por una convulsión espeluznante, que me desvanece unos segundos y al instante cambia mi carácter a un estado irritante, ¡basta ya!, estoy reventada, ha de ser hierro su barra, dado cualquier salchicha mortal ya estaría extasiada.

Separé las rodillas cuanto escollo me autoriza mi habilidad elástica, pues me he de ejercitar en superar aquella evaluación que sólo es válida la matrícula de honor, dado arremete el macaco con pundonor, aunque percibo un ligero cambio, va mucho más rápido, avisa de su estallar, y yo entoné una ráfaga de gemidos eróticos cuales transcribo el básico y el complejo, intención fue impedir se enfríe el pendejo.

Felpudo geográfico resistía los brincos, digo yo que los pedruscos se han fabricado a prueba de titanes, pues elenco de mi zarandeo va a crear un hoyo donde me apoyo, mas yo soy inocente, responsable es el botarate que ejecuta esos aspavientos típicos de la cocinera en el mortero machacando el ajo, ¡enséñele arbitro tarjeta amarilla!, que le permite travesuras con absoluto desparpajo.

Rendida supliqué un descanso piadoso en lenguaje que permite la mordaza, tengo la cordura evaporada y trofeo me conceden a modo de burla enajenada, jardinero loa, ¡tiene don para floricultor!, así se injerta la rama al frutero, y al proclamar la felicitación se inmiscuye un joyero, ¡qué gran verdad ha dicho usted!, incrusta cual joyas al anillo, que en la faena minuciosa me urge monaguillo. Faltaba por entremetido el herrero, fustiga a semejanza de su mazo en el yunque, oferta de contrato propondría el pillo, mas ninguno de la tríada quiere entorpecer, que amantes se enlazan agazapados en cuya postura se dislocarían si fuesen tosca la cortesana y patoso el membrillo, ¡marchemos!, acordaron unánime, ¡esperar!, hubiese gritado, no me abandonéis a la merced de este pusilánime, que sigue perforando y acribillando con su batuta, salmo mío es tediosa la misma canción, canturreo por plena convicción.

Farfulló maléfico el degenerado, ¡dime furcia si te gusta!, e inmersa en un repertorio de suspiros y gemidos pudo responder con un graznido en la mazmorra de mi cavidad bucal. Inconfundible sonó a elogio sobresaliente, y a vera de mi conducto auditivo tarareó dialecto malvado, ¡no te pienso desatar! Un ebrio sobresalto emanó de mi fugado intelecto, pues en su oración sonsacó mi martirio predilecto, y debí de ser tan expresiva que atisbó macarra mi voto electo. Emprendió disparatado un ritmo de semental desbocado, a cuya aceleración compiten yeguas en estampida, aprisionada entre pito y bocina, mas aquel alcornoque me trataba con la estima que se dispensa en matadero la cochina, imprimiendo cuya cadencia frenética voy a salir disparada cual cohete al espacio, ¡da igual!, prefiero desbocados a despacio.

De tanto traqueteo rebotaba el tupido manto de flexibles helechos, tiemblan de la región septentrional al hemisferio austral, pero al fijar mis pupilas con mayor detenimiento me percaté es traición de mi imaginación, balanceo es mío y ando mareada cual grumete novata a bordo de pesquero naufragando en pleno maremoto, ¡atadme al mástil!, o rebasaré de la balaustrada su coto.

Carrera de vértigo esgrimió aquel jaco embrujado, otro adjetivo es injusto al follar con tal agrado. Fundió su lengua en mi cuello vaporoso, y yo no sé si lamió una glándula o caramelo por donde el esternocleidomastoideo, ¡menudo apodo dio el lumbreras en su borrachera!, pues un violento espasmo me resucitó de la penuria, recobré vitalidad cual si druida me hubiera preparado pócimas milagrosas, ha renacido mis tentaciones escabrosas. Mordisqueó suave con sus incisivos mi clavícula, expelió un bufido al respirar que pensé vació de oxígeno sus pulmones, emprendió un compás que disputó victoria al sonido, y por fin el bastardo alcanzó de su aguante el confín.

"Ese semental alcanzó su orgasmo"

Avisó del cráter su inminente erupción, ¡retírate!, que sin chubasquero aborto si me preña un bandolero, pero pájaro de neurona embriagadas mantuvo la manga sumergida, en cuba vertió toda gota láctea de la cisterna, embarazo es pesadilla que me consterna. Veinte segundos duró el trasvase, y exprimida ya sin jugo mantuvo perenne el enchufe, se habrá creído el mamarracho que es para su bolígrafo un estuche, dado permanece aferrado cual crío a su peluche.

Saciado el verraco, apartó su efigie de mí, y al recuperar la verticalidad guio mis pasos esa sinrazón que no desagrada, se escudan los malhechores en la cotidiana evasiva de estar enamorada, pero déjese de tal chorrada, es un frío casquete cuyo boleto persigue del obispo al ingeniero, nadie rehúsa asistir a su banquete. Elixir deja el seso sin juicio, ¡oiga capitán!, su potaje contiene algún ingrediente alucinógeno, y me baso en que gandul me propone paseo, frondas y raíces y flora que describir con mayor precisión sabría agrónoma observo ensimismada, ¡todo normal me dirá!, salvedad es sigo atada y amordazada.

Treinta metros nos alejamos del chasis, y encandilada en sinfonías que en la ciudad no actúan me separé del grupo en duplo. Torcí eremita un leve sendero a izquierda, buscando barítono majestuoso en su pedestal, se suma al recitar un augusto tenor, ni un acento es en do menor. Firma apoteósica consuma el arriendo convenido, viajera tengo por despedida por beso y olvidarme, habré de cuidar no fecundarme, mas fíjese si estoy atolondrada, que en el campo de visión se excluye la carrocería, he de emprender peregrinaje a la ranchería.

Silueta del hidalgo intercedía a mitad de cuanto supondría una imaginaria divisoria, y al verle deleitado en hormigas e insectos tuve un insólito devaneo que me avivó un febril cortejo, será producto de que desnuda en ese rincón solitario exterior me siento atractiva, ¡no se asusten!, es sólo la férvida química sexual, que no desciende aún su termómetro al guarismo inaugural. Pronto ocurrirá cual aroma apestoso de perfume, llovizna que se atenúa y emigra definitivo al rato, y simplemente espero relajada que la morriña se esfume.

A su costado emití un gañido que es quijotesca poesía, transcrito a la verborrea coloquial significa el ruego de cortar las invencibles ataduras, que me es inviable incluso cazar una mosca, todo son apretujadas sólidas de la cinta en rosca, pero viaje ya concluye y por consiguiente el amarre se diluye. Travieso se negó, y en un primer instante dudé si su negativa fue en broma o tétrica, pero su rostro adusto y austero me advirtió iba en serio el gélido usurero.

Instinto de supervivencia me apremió correr, tengo las zancas sueltas y un miedo turbador que me impide escoger la oferta del vendedor, vía opuesta a la sabandija o ir por el carril donde se ha estratificado el caucho que se cobija. Opté por el despiste y regateo, ya decidiré sobre la marcha, pero cual pérfido guepardo se precipitó sobre mí en tal furor que ambos caímos al suelo, distancia tan hecha añicos que su aliento le huelo.

Guiada por el subconsciente intentó darle una coz, pero extrajo el tipejo un filo similar a una daga o una hoz. Palidecí al sentir su lámina en mi gaznate con aquella presión que derramó mi piel un anoréxico hilo de gota rúbea, lanza que empuña podría atravesarme del ombligo al firmamento con cuya estocada mortal no deja minutero para escribir el testamento. Comprenderá me quedé inmóvil, estupefacta por unos acontecimientos que me sobrepasaban, y con las córneas humedecidas emití un rosario de llorosos murmullos, traiciones de tal vileza perpetran los peores capullos.

Aconsejó el hombre portarme bien, que socorristas en mi ayuda ahí no había ni uno ni cien. Elección no tuve, y cual maniquí inerte permanecí estática mientras aproximaba mis tobillos a tocarse. Indulgencia se descarta, dado ha tomado nuevas bobinas, es carrete completo con el cual pretende atar mis piernas juntas, e inicia el apaño rodeando por detrás del talón y el contorno externo de ambos maléolos peroneos, de tal modo que su parentesco interno tibial se fundieron en la tristeza indivisible de las amarguras difuntas.

Tras cuatro vueltas prietas, debería de haber visto el conmovedor cascabeleo de las rótulas, con los cóndilos internos que a ese estruendo van a destrozar los ligamentos, se perciben sus ecos por encima de mis amortecidos lamentos. Acústica angustiosa se apagó al precintar todo el perímetro donde la cápsula articular da la bienvenida al fémur, triunvirato y recortar por repetir en la permuta del descenso por la tibia y peroné el mismo envoltorio, ¡huye!, me reta, son las maquiavélicas artimañas del antaño correctivo inquisitorio.

Caparazón añadió por consolidar la soldadura, punto álgido de las tiras circundadas sitúe en el recto anterior del muslo y su raso un palmo abajo por la banda iliotibial, y al acabar me miró contemplativo, con un halo orgulloso en su iris que me hirió mortífera cualquier esperanza de piedad, espantada advierto planea estrategia de extrema crueldad.

"Llamó por teléfono mientras yo seguía amordazada y atada"

Misterio se desvela en breve, que en gesto extraño le veo tomar ufano su teléfono, y al responder su interlocutor le narra la misiva, ¡he pescado preciosa sirena para la pecera!, la tengo atada y sin posibilidad de evasiva. Pronunció diálogo en clave que no se requiere ser genio por descifrar y dos ajas que no figuran en diccionario, ¡escapa!, me dijo el subconsciente, que el tarugo me quiere meter en acuario.

Captada su pérfida maldad, saqué las últimas gotas de bravura, batallando por hallar fisura en esas ataduras, pero en ninguno tramo de sus lazadas dieron caridad las caraduras. Me arrastré contra la tierra por incrustar algún grano de arena, químico sabrá si su composición permite seccionar la trena, mas me adelanto a estos mercenarios que sólo les motivan políticos y tóxicos con sus sobornos honorarios, ¡escúcheme a mí lectora!, teoría no es benefactora.

Abortado el concurso, me froté en piedras esparcidas, que quizá algún geómetra diría buena posibilidad, pero si escucha tal versión sepa es mentira, dado por el grosor y la dureza de los escombros sólo se logra rasguños en los hombros. Decidí entonces rodar por ese llano, cual marinero desorientado surca mares desconocidos aguardando avistar orilla salvadora, pero fíjese si resultó bufonada estúpida, que el captor ni se alertó. Apenas dio dos pasos cual campeón se prodiga en medallas, acercó el altavoz a mis gemidos sollozantes, y auricular desprendió del otro bando un balbuceo de adjetivos denigrantes, cuáles fueron saben muertos, misterio se llevaron al entierro en sus huertos.

Emprendió el villano su partida al furgón, zarpa en búsqueda de cual artilugio alberga en su penumbra, nadie sabe hasta que al abrir el portón por la parte trasera el atardecer lo alumbra. Desde mi puesto es imposible divisar, pero esa álgida soledad era la circunstancia idónea para escurrirme, y luché con aquella perseverancia que en superficie tracé los surcos que cuartean aradas de labriegos, de norte a sur y viceversa los trasiegos. Humanos aquí se han extinguido, bestias hay de sobras con aquel vándalo, y los cánticos se han callado, desde las copas vigilan pasmados qué ocurre al otro lado.

Melancólica añoré la autonomía, y al clausurar mis baldíos esfuerzos vi con el fulgor vespertino su regreso, arrastra cuyo jaula condensa su capacidad a estar encogida, allí el turulato trama mi ingreso. Barrotes pulidos se muestran regios en formación militar angosta, y del banco liso tapiz no exija lujo, arquitecto ha de ser un chiflado brujo. Pesa que báscula estima como una parcela de leña, pero desplazar remolque es sencillo, que en su bricolaje rústico artesano ha incorporado una especie de patines, se desliza con esa gracilidad que le equipara a los delfines.

Grité al máximo volumen permitido por la mordaza cuando en su asalto quiso meterme en el cajón, y lidié con ese ahínco que se reserva para sucesos donde la aurora refulgente del miedo derrocha la calma paradisíaca tan preciada, ¡ya sabe usted de qué olimpo les hablo!, quien lo desconoce es tan mezquino como este mamón. Me prendió por las axilas, y desesperada intenté zafarme, ¡me niego a ser paquete en aquel armatoste!, mas fatigado mi hueste, y vigoroso su ejército, se derrumbó mi oposición estéril.

Sin un ápice de energía, pudo levantarme cual miserable desprecia un trapo, y cabida en el carcelario recipiente atrapó el talón adyacente al culo, ultraje logró con mayor dosis de esparadrapo. Consiguió mis piernas dobladas en tensión perpetua, y aplicada la tanda definitiva condujo el cachivache cual carga a la furgoneta, he capitulado secuestrada en su camioneta.

Visto su interior macabro, me percaté había obrado pisos y panelados integrables, chapa galvanizada a ras, tablero impermeable el resto del forrado, y en la esquina superior derecha un habitáculo reducido, justa medida por encajar mi armazón. Disponía el antro de sistemas para sujeción de fardos, desconozco si en su argot técnico es banda trincaje o varillas o tornos, pero tal vez usted deduzca al contar estiró de correas elásticas desde todos los puntos cardinales, y que una a una trabó riguroso en las barras, tirantez supera a las cuerdas de las guitarras.

Placó puerta el raptor con su cierre de seguridad y arrancó mi futuro tenebroso, kilómetros infinitos me aguardan al alba, mas mi querida y querido seguidora y seguidor, ¡aguarde un momento!, ahora viene la obra maestra, el gran desenlace que a vos aturde o impacienta, ¡cómo acaba!, reclamarán, ahí voy y salgo a la palestra.

No conozco a nadie del auditorio, pero en probar si acierto auguro habrá un colectivo excitado, a corona de este párrafo se habrá masturbado, y cuya franja se resiste a su práctica onanista caerá en la nocturnidad, ¡no se repriman!, que es hábito de forzosa necesidad. Otro gremio dirá ¡jódase la loba!, pues en las hojas de inicio se ha sentido ofendido, ¡no hagan ni caso!, son esa bazofia que el esclavismo han aplaudido, y habrá otra tropa escandalizada, ¡cómo puede escribirse de heroína tal suceso siniestro!, éxito es cuyo final imponen las patrañas felices, pero para otra conclusión yo le adiestro.

Preámbulo de esta crónica recuerde para el acertijo, érase calendario en cual un malévolo virus de laboratorio provocó la mayor hecatombe de ancianos jamás visto, diablo en persona refrendó el alijo. Imploraban los vetustos llevaban en matrimonio toda la vida juntos, y a punto de ser degollados por la guadaña del destino dijo el caudillo, ¡a mí qué coño me importa!, muera sólo el pansido pardillo. Médicos deberían de haber aplicado su ética, pero los idiotas narcisistas se embobaban en la falaz estética, ¡pongan en camilla!, indicaban a cada ronda, otro dinosaurio que su fusilar el horno maquilla.

De haber leído minucioso el renglón, habrá comprobado que cesó el género femenino, ¡dónde ha ido!, si hubieran desobedecido se habría sabido. Duda yo se la despejo, hubo un cambio tremebundo, salió el cazador armado con uniforme distinto, lo ve vos a diario en localidades con esposas en su cinto, busca presa que no es conejo. Llegaban ilusionados a cuchitriles y chabolas, y al mendigo o la defenestrada les atosigaba con modales infaustos a perros maltratados. Miraban ángeles en busca de ayuda, que malvados les aporrean y lapidan, mas ya pueden aullar las víctimas, que terminó su tortura abominable en sepultura.

Inmigrante llegó a exclamar, que con esa somanta de palo le van a matar, y el pitufo verduzco asintió en guasas andaluzas, ¡de eso se trata!, chusma como tú la hemos de aniquilar. Vapulearon cual cegato se le resiste la piñata, sacuden con bastones y puñetazos y coces, y el saco carnoso imploraba misericordia, tan sólo habita entre ruinas pues carece de diezmos para viviendas, alquileres son una estafa y con burocracia tarada hay discordia, pero cavernícolas continúan con los estacazos, aquel crujido es de una costilla rota, el húmero se lo han triturado, y máscara es irreconocible, mejillas y nariz y cejas le han desfigurado.

Se retuerce cual ovillo, pretende un escudo por esquivar los toros, y por estratagema adopta alcanzar la higuera, sus ramas le pueden servir de barrera, pero molido le vi incapaz de levantarse, y de carácter escasea por enfrentarse. Debe su pavor a que son la autoridad, se excusan los hijos de perra en cumplir las órdenes de la cúpula ministerial de sanidad, aunque infiltrados han desvelado es análoga institución quien ha prendido la pira, mas sujeto grita, ¡dejaros de esa discusión!, trogloditas ocultan su defunción. Merluzos permanecen en su morada, y ya les puede advertir hay oleada de crímenes selectivos, que permanecen en la absoluta desidia y pasivos.

Cuatro párrafos he añadido, espero halla acertado la desgarradora suerte del personaje, pero si ha deletreado precavido esta fábula medite un instante y responda a esta pregunta, dónde ve usted el suceso inquietante, en el infortunio de la simbólica princesa o en la historia horrenda de un delito fragante. Haga su elección, que yo extraigo mi propia opinión en base a no he firmado ni tregua ni paz, y según marque sabré su pensar de mi novela, si es sólo una ficción o contiene un mensaje lenguaraz.

 

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