Imagínese arrancara mi novicia prosa con la aberrante insensatez de confesar que esta noche ya languidecida, fecha antigua que escribirán los libros de historia en tinta enrojecida, vi un ovni brazos adentro de su pecho azabache, resplandor cual de mirar hipnótico se asemeja sus efectos a ese aguardiente que a feligrés de taberna emborrache, y al proclamarlo en voz alta verá millones de majaderos creerse un testimonio cuyo burdo rigor son cuatro vocablos austeros.

Supongamos suplanto tal disparate por haberse aparecido el breve milagro de un fantasma, me aterra si es diablo y me fascina si es aliado, con su espectro frío y traslúcido, desnudo o vestido con sudario palidecido, difunto vaga sin descanso por mártir o por venganza, mata sin empuñar lanza, asusta con tal pavor al pregonar devenir en su trémula voz que gallinas huyen a la carrera veloz, y al divulgar semejante chorrada tendré legión de mentecatos prestos a difundir la existencia, dan por cierta mi inventiva en su firme creencia.

Sume una tercera opción, afirmo yo fantasiosa soy miembro de élite en los servicios de inteligencia de la seguridad nacional, que verá al revisar en mis archivos no hay absolutamente nada transcendental, dado no cuentan en archivos burocráticos ningún estudio, busque diplomas en universidades o la enseñanza básica en su preludio, diría cualquier idiota que las letras y números yo repudio. Escarbe en vano por expedientes médicos, propiedades no dispongo ni bicicletas ni áticos, contrato laboral es un mísero documento de camarera en antaña adolescencia un par de meses en verano, actividad económica por estar a cero dirá soy el colmo de ser rácana, viajes nacionales o al extranjero está el registro por inaugurar, un trayecto en autocar consta por despistar, y a pesar de indicio razonable todo palurdo de hueca mente estará ausente, interesa sólo el espíritu y el extraterrestre imponente.

De insistir, que no lo pienso hacer, vos me replicaría, ¡calla con tu estupidez!, gritaría irascible y soez, que tan sólo soy una chica preciosa, de larga melena rubia, puntas que yacen en la primera vértebra lumbar y cuyo destellante fulgor, propio del astro febo, hubiera avistado rival lunático desde confines sin ayuda de prismático. En su ignorante soberbia estoy segura me vacilaría, dónde escondo la luminosidad de pupilas verdes ante bélica artillería, que mis virtuosos ojos apasionados no pasarían inadvertidos en madrigueras de malvados, y qué decir de mi delgada figura, artistas pedreros emulan en el trazo de su escultura, envidia masculina mira izada su barbilla mi superior altura, cintura avispada que a desaprensivos despertaría su locura, y mis pechos tersos soterrados por prendas ceñidas que luzco presumida sería la codicia para bribones y su perversión.

"Pensará usted muy equivocado en las espías de series y televisión"

Demasiado cine y televisión habrá visto quién tenga el concepto que es nuestro trabajo arrastrarse por el fango bajo alambradas, o al acecho por si arrojan desde cielos los bombarderos sus cagadas. Quizá piensan en su inocencia que nos oculta una capa de lana pura, o nos aguardan enlaces internos en cuya roída estación el nómada aventurero se niega a bajarse, ese ambiente multitudinario le espanta, y ya puesto a burlarme es probable piensan tengo por regalo un coche, dispone de botones que habla y vuela y torpedea y juega a las cartas por derroche, pero séame serio, deje de mirar la asquerosa televisión, sólo son sermones que aborregan y le conducen a su perdición.

En mi travesura podría mofarme meses de tanta incultura, pero escuche cuán le digo con la mejor abreviatura, nací un frío octubre, celebrado el sábado franqueado mi treinta cumpleaños en temperatura salubre. De mi infancia omito comentar, no hay rastro salvo un álbum familiar que no desvela oro oculto, es un libro anecdótico que en el estante hace bulto, y traslado el texto a mi juventud, cuando en la celebración de una boda, yo todavía muy joven y sin saber mi excepcional virtud, se acercó a mí un extraño, capitán su rango militar al mando de un rebaño, y encaprichado de mi tierna belleza me ofreció trabajo de secretaria en su oficina del ejército, le gustó mi delicadeza.

Desempeño de mi tarea fue organización básica, una quimera para tropas de neandertales en aldeas y ciudades, ordenar expedientes por nombres y apellidos en estantes multiplicados hasta el infinito, ¡exagero, tiene razón!, pero por paliar tal abrupto cacareo sepa había un desorden caótico heredado de otras décadas, la zeta por delante de la b, y la primigenia del rosario búsquela por detrás de la mayúscula en la capital, mas espere, que al abrir la carpeta de cuya letra inaugural pertenece a ovetense vi que figuraba dentro archivo de gijonense, póngalos a discutir y aún habrá de intervenir policía o forense.

Espinosa labor desempeñé entusiasmada, aquellas fichas técnicas fue como jugar partida al videojuego que ha de ser ganada, y si por mi ilusión le doy la impresión de estar fantaseando voy a comentarle una curiosidad. Apelativos en los expedientes había cuyas grafías jeroglíficas provocaban pronunciar con gran dificultad, mas no es ésta la rareza, tampoco los insultos a pseudónimos jocosos ridiculizados con total vileza, sino descubrí datos de famosos, políticos de alta esfera, economistas de ingente riqueza, empresarios ostentosos y periodistas vanidosos, de todos ellos su dirección personal y su teléfono, placas de matrícula de su vehículo particular, parientes y sus vástagos, anotaciones olvidé las insignificantes y leí cuales causan estragos. Por novedad busqué coincidencias con mis motes, y anidados entre ese barullo de páginas encontré alguno análogo, nadie es familiar de mí y yo no estoy en el catálogo.

Del trato dispensado no tengo ninguna queja, no se invente nadie acoso ni hostigue fruncida la ceja, todo cortesía de reina muy querida, y en caso de acercarse a mí soldado jovenzuelo cual pantera negra acecha al salto desde ramas salía al paso mi capitán, ¡recluta, qué tramas!, estrellas ostentadas rugían, ¡aquí mandan los galones y no los cojones!, y el joven asno rendido se disculpaba, obedecía y a su nido por el camino donde había venido marchaba, jamás el bisoño regresaba.

Cuatro meses después, fascinada por un mundo donde descubrí intrigas que usted pagaría y se escandalizaría de saber, amplié mis funciones a otras pequeñeces, controlar con disimulo a qué hora marchaban del cuartel unos cuantos mequetrefes, o en vehículos estacionados comprobar el distintivo de carruajes autorizados, no fuese algún pipiolo abusar de plaza que no es coto de su caza.

Cumplí con mucho agrado y divertida, bien hubiera de andar bajo el tórrido sol o estrellar la nariz aplastada contra ventanales fríos de lluviosas tardes, y concluida la etapa anual tuve en recompensa un ascenso, ayúdenos a desenmascarar traidor que roba el pienso, dado la anarquía en los cobertizos ha permitido a malandrín saquear bebidas y comidas, caja de botas ya ha sido rizar el rizo, y yo, enamorada de tal recado, prometí atrapo al chorizo, ahí estuve por los aledaños sin pisar el clave pasadizo, y durante mis paseos me percaté de un transeúnte castizo. Me acerqué por seducirlo, mozo novato quise saber su leva, y eclipsado por mi hermosura me invitó a un brebaje, de dónde lo has sacado, le pregunté al paje. Fanfarroneó nadie vigila, de aquel baúl hoy se ha llevado linternas y alicates y un cargamento de pila, y fingiendo fascinada le cité en el mismo lugar al próximo amanecer, ¡ay ingenuo!, te van a dar tu merecer.

Tras éxito me invitó General a su despacho, edificio sagrado de defensa nacional ocupa de hectáreas un buen cacho. Cruzamos vestíbulos que usted no puede ni tan siquiera imaginarse, hágase la idea del numeroso personal sin uniforme paralizado a nuestro paso, si su cara descubierta fuese fotografiada sería para la misión un fracaso, y mudos se preguntaban dónde va esta chica fresca y lozana por los intestinos de las máximas esferas, mas todos callados y a joderse, acompaña la doncella a superior absoluto, se obedece y a su paso porte firme ponerse.

Hombres y mujeres, querrán saber cuánto ocurrió ahí dentro, y aunque adoro vuestra lectura sepan no puedo, angustia tampoco me produce, no seamos dramáticos en el ruedo. Sin embargo, doy limosna generosa, insignificante ya es exuberancia, y diré que es una oficina turbadora, no refiero a su decoración sino a su previsión, listo para ser destruido cualquier archivo tan pronto salte la alarma, pues la puerta no tiene cerradura clásica de su hogar, no hay ventana por donde la venida de la brisa rogar, y tras los cuadros no acelere el pulso de su corazón, fortuna de lingotes se esconde en antónimo armazón.

Magna es esta conferencia, que quien la haya entendido tendrá su quijada dilatada, cuidado no desencajarla, y hasta aquí puedo contar, pues hay otra efeméride grabada. Encasillo a mediados de abril, tuve por premio asistir a un campamento de tiro junto acantilados, prohibido el paso a civiles que es territorio militar, y al llegar a accesos me frenaban centinelas armados, ¡buenos días chiquilla, dónde va usted!, y contestaba soy tal persona de división ruego disculpen mis leyentes no desvele, metedura de pata sólo comete el imbécil pelele. Mirada gacha todos los corderos, ¡pase señorita!, reverenciaban encantados, y crucé sendas donde nunca se adentren alelados, hasta alcanzar campo de entrenamiento en cual me recibió sargento instructor, esto va de balas y percutor.

Preparó armas prohibidas a la escoria y plebeyos, sólo el roce de aquellos proyectiles ya chamusca el cabello, e impetuosa rogué vehemente, ponme bazuca sobre el hombro que reviento al puto demente, o dime cuál dron derribo, con este cacharro del abismo a la bóveda celeste arribo, mas el monitor me dijo ¡cálmate!, demasiada fogosidad, fúsil es de mi recomendable utilidad.

Fervorosa agarré artefacto que no es revólver de marionetas uniformadas, acoplé las miras previo al viaje disparado por su ánima, quite el anillo protector de guarda, tenga en cuenta en esos modelos no hay tambor, agarre la empuñadura con la misma ansia por evitar caerse desde lo alto de un rascacielos, empuje gatillo y diga adiós al proyectil, fuertes sus garras, pues el menor descuido en tener asida la homicida puede dislocar su falange, la proximal y la medial son también apuesta segura, o tenga esmero del metacarpiano, no es imposible su rotura, y ligamentos palmares es en asnos humanos su fractura, apuntan bala a la ribera como quien maneja corneta frente la partitura.

Pedí otro cargador, que la experiencia fue fabulosa y quiero proceder a un nuevo vaciador, y tutor asintió, dio previo a repetir una lección, tratar el arma como si estuviera repleta de cartuchos es sabia acción. En mi diablura juguetona no había guardado ni comodín en la recámara, pero indistinto su contenido tenga este esmero, se evitan tragedias y ventajas a contrincante cicatero. De buen grado absorbí esponjosa su consejo, y en los fogonazos venideros guardo por sorpresa cuántas acertaron en la ínfima corona tintada de negro, efectiva habría sido por apresar al arisco conejo.

De tan hábil francotiradora mandó entrenador ¡vamos lejos!, rumbo prosigue alentador, atrás y continuamos, digo yo impaciente que en tanto ahuyentarnos la diana es arenilla de minúsculos gramos. Permítame oficial un inciso, que el plomo desde este horizonte no impacta en círculo, me veo soplando todo fuelle hasta por el culo, pero raudo respondió el maestro, alcanza puntual y derriba fulminante al cabestro, mas advirtió tuviera celo en el retroceso, que de correr un ápice de aire entre culata y mi carne destroza la clavícula en mil pedazos, hueso ya puede rezar su deceso, que astilla la escotadura coracoidea, o en el mismo embate la apófisis coracoides, o envía el acromion a hemisferio opuesto, y dolorosa lesión en el húmero puedo arrepentirme por la eternidad, piel abrasada y yo despedida por el suelo sería catastrófica barbaridad.

Entregó armatoste de asalto de uso restringido a las fuerzas armadas, calibre si digo averiguará por descarte el artilugio, treinta balas en la capacidad del cargador es el único parámetro que desvelo, y cumpliendo a rajatabla apunté contra ratones y el mochuelo. Desplegué antes la culata para una posición de tiro óptima, por supuesto puede estar plegada, y aunque su cadencia de disparo excede a quinientas balas por minuto yo empiezo poco a poco, ¡fuego grita!, oprimo gatillo y pasmado me transmite confirmación, has dado a la primera en el centro con gran precisión. Suerte de novata sonrió, pero yo digo talento innato poseo, que este artefacto es ágil y ligero, ¡déjame un rato más!, y puesto quise continuar el pícaro me retó, ¡montemos óptica en el riel!, láser y vayamos a mayor confín, menuda paliza de andar, de aquí a hito da para una metrópoli fundar.

Orgullosa y feliz, déjeme presumir no dispuse de compensador y no tuve ningún desliz, pues a pesar de su carencia controlé el retroceso con destreza, aunque reconozco fue de gran ayuda el guardamano reforzado, dado en ráfaga corta comenzó a mostrarse mi bíceps agotado.

Respecto si tuve de prácticas aquella experiencia o es neta invención, no es de la incumbencia en este relato, meditaré si se tercia otra ocasión, y continuaré el recitar con otra data memorable, junio sólo desvelaré en la única fecha escrita, no preciso ni año ni hora inscrita. Vino por ese plazo de visita un coronel, y al conversar conmigo expuso mis excelencias y de nobleza, ¡muchas gracias por los halagos, alteza! Alabanzas son bienvenidas, y terminada cuya charla ya supuse amagaba un interrogatorio, me propuso sueño inimaginable, de su unidad especial unirme al repertorio.

Teñí mi iris de ese brillo apoteósico imposible de falsear, y que para banda de malhechores es una utopía el querer saquear. Comenté al instante, ¡saque documento!, que tres sílabas firmaba de inmediato, justo en primavera me formé en matar al pato, mas con una sonrisa gentil me reservó cita por rubrica la semana siguiente, tantos días hábiles completan el sexteto, en lugar base de su escuadrón, pueblo junto desiertos no conozco ni he oído de él hablar, en mapa voy a localizar, y escrupulosa a reunión voy a llegar.

Tomé alquitrán por autopista a la frontera, ¡quieto!, en la salida catorce me incorporé a la autovía, y muchas millas después suplí por un intercambio de carreteras, me interesaba cual lleva al cerro sólo hasta los panizales, por la sustituta conduje al norte vecina de canales, torcí por el eje al oeste, recorrí leguas destino a paraje agreste, pero fue un engaño, pues al asomar su pezón salino hice un amaño, otra vez me dirigí al norte. Giré que de ir despistada me pasaría el desvío de largo, y en ese tramo el cambio de sentido es maniobra de proceso amargo, pero precavida acometí que mi aprobado es matrícula de honor. Pisé lenta acelerador por pundonor, pues rebasado el puente se sientan yayos chafarderos, y ascendí los fáciles derroteros hasta donde el taller serafín de tractores advierte la cercanía de una carretera con pavimento sin pintar, anchura justa por dos vehículos en paralelo circular. En aquel paraje bucólico y solitario tomé senda hacia hasta cuya ubicación no puede ser desvelada, pero a falta de escasos kilómetros, me encogí sobresaltada de hombros al vislumbrar una funesta colisión, yo no estuve involucrada en esa destrucción.

Describo el percance con unaturista furgoneta báltica, trabada cortando el paso y sus ruedas despachurrando una bicicleta convertida en amasijo deforme de hierros. Lamentaban el infortunio los implicados con ese lloro desconsolado de perros, y tendida supina en la tierra vi una joven ciclista, gravemente herida en una escena macabra donde asomaba la diáfisis del peroné por encima de su rótula. La sangre derramaba a borbotones, formando un charco de barro propio de diluvios y ciclones, y por urgirle un torniquete bajé del vehículo en un periquete.

"Cinco hombres encapuchados a la fuerza me metieron en furgón"

Anduve aprisa los cinco metros desde mi auto estacionado, y estando absorta por socorrer a la víctima salieron del furgón cinco cabrones, encapuchados en cuyas máscaras no percibí ni un simple tinte de sus mechones, y fui a gritar quiénes ostias sois vosotros, pero un soberano puñetazo en mi estómago cortó todo mi aliento. Habría caído de bruces doblada, pero me apresaron antes de postrar rodillas, y con los mismos modales de cual campesino carga un saco de patatas, me subieron a la parte trasera del vagón esas ratas. Comedianta se reincorporó intacta, que la fractura fue caracterización y la cascada rúbea un maquillaje líquido que impacta, justo antes de cerrar los pórticos la pandilla y arrancar a toda pastilla.

Bramé con toda mi furia guerrera, aquellos tramposos pretendían hacerme su prisionera, y a un sujeto clavé mis garras de pantera, su compinche obtuvo patada en el perímetro de la cadera, juro tuve por intención aporrear debajo de mi objetivo, y cómplice en su alianza sintió mordisco digno de un vampiro, pero a ese troglodita le hizo cosquillas mi incisivo. Abalanzados cual jauría de lobos, ilesos los demás secuaces, me voltearon por llevar mis brazos a la espalda, y liaron en torno a mis muñecas una cuerda que idolatraban cual si equiparasen a su joya esmeralda. Espeté a viva voz de que mierdas va la fechoría, no soy famosa y mi humilde familia tiene un negocio de panadería, mas impasibles apretaron el nudo, e imprimida la ligadura con desdén rudo tomó otra soga, aplicó el simio en comarca de los codos con tan bestia tensión que epicóndilos llegaron a besarse, del mimo obligado no había forma de soltarse.

Preguntó jefe de ese grupo con acento balcánico por mi labor, pero sin saber el porqué de su cuestión respondí soy una obrera de menguado valor. Recalcó el macaco, ¡mientes!, entras y sales impune del fortín, mas maticé yo en recinto sólo hago fregar y limpiar, si buscan infiltrado yo sospecho es varón que luce peluquín. De mentirosa me volvió a tachar, quizá me habré olvidado que anoche me puse a planchar, pero rogué a los esbirros sean comprensivos, atada espero sean compasivos.

Esperanza se desvaneció cuando, en aquel vesperal silencio, surcó espacio su puño cerrado, tomó velocidad de crucero que sólo mis labios actuaron de frenado, y en el brutal tortazo produjo un corte cuyo flujo de la vena tajada resbaló por mi mentón. Aturdida percibí su griterío a las proximidades de mi tímpano, insistía en apellido de líder operativo, mas pido perdón si defraudo como anfitriona, nunca me he fijado en rótulo de escoba y fregona.

Extinto sentido del humor demostró ese cavernícola pardillo, que destripó mi ropa a jirones y tajos de cuchillo, y en menos de un minuto quedé toda desnuda, así lo quiso el caudillo. Última oportunidad me concedió, ogro se obcecó en no sé qué planos de un ataque preparado, respondí en cuanto atañe de mapas yo coloco señal por evitar resbalón en mosaico recién fregado. Flecha roja puntea a estribor, mas es cierto que en ocasiones hay patrón que patina atontado, pero yo he cumplido, dado el riesgo he rotulado.

Mal sonó su epitafio de yo me lo he buscado, y revolviendo una mochila andrajosa sacó el bastardo retazos de tela y cinta de precintar. Retales le sirvió por una bola moldear, cual sin ninguna muestra de educación empujó la pelota dentro de mi cavidad bucal, y bobina pegajosa prensó envolviendo del mandibular al occipital, mejilla aplastada y a todo efecto mi quijada amordazada. Quedó a partir de entonces mi lenguaje limitado a suspiros nasales y el coro de escasas consonantes y monótonas vocales, las emes y las efes en abundancia y las a en exuberancia. Tertulia describo de mi bando, pues púgil contrario extrajo otro embrollo de lianas, dobló mis piernas como si fueran ancas de ranas, serpentearon sus hilos trenzados de tobillos a muslos con saña, ida y vuelta y viceversa cosiendo la maraña, y satisfechos del enredado soltaron ristra sádica de injurias y desprecios, y al cerrar el lazo consiguió que fuese estéril cualquier combate por separar el talón de mis nalgas sudorosas.

Viaje amenicé con la copla de gemidos amordazada, mas ninguno tuvo resultado positivo, y largo rato después, plazo impreciso dado no dispuse de consulta en cronómetro, llegamos a un paraje del cual tengo una imagen imprecisa, simplemente la paz grabada en medio de un solitario océano sin brisa. Sitio ignoro, y por ubicar región litoral o montañosa ojeé su flora llamativa, es terreno pelado donde predominan pigmentos similares, clásicos de enebros u olivos o glaucos o pardos o cetrinos. En ladera se aprecia aglomeración de pinos, e investigué por los cerros lejanos algún pico singular, pero tan sólo abrir compás para delinear la geografía sentí una máscara opaca cubrió mi rostro al completo, noche ciega se cernió de repente en aquel paisaje austero y discreto.

Hechos a continuación es predecible, tormento sufrido fue indescriptible, pues violarme la manada por turnos resultó el menor de los suplicios. Entre tropa hubo de alistarse el mismo diablo, debió salir de su templo infernal y acudir a ese establo, pues cuesta creer que cual mamífero vertebrado somos es capaz de tal maldad, mas acéptelo, que me arrastraron por sus sendas pedregosas, ensangrentada por las aristas de las piedras y otros obstáculos, y al quejarme dolorosa simularon un paredón, yo tendida y ellos ordenándose como pelotón, y el estallido fue una traca de petardos. A carcajadas volvieron a follarme, y en las pausas maquiavélicas hubo un psicópata que enredó cuerda en mi cuello, y apretó entre vítores y aplausos de quienes gozaban de mi sufrimiento por el oxígeno interrumpido, nunca he sabido que dijo aquel mal nacido, pues sus insultos coincidieron por un estado de semiinconsciencia, ¡aguanta, me dije!, o te matan o ten paciencia.

Supuse el querer información fue la clave por mantenerme en vida, y baso la contundente información en que volvieron a interrogarme, dinos quién eres y para quién trabajas, mas con las facultades vapuleadas en la jaula de la mordaza murmuré una leve negación, carezco de mayor energía tras somanta de palos y la violación. Sentenciaron ahí me quedo a morir moribunda, y cual asé un fardo de contenido insignificante me colgaron boca abajo por las piernas de una rama, de dónde ha salido ese árbol ornamentado, que en la inspección no vi selva al teatro rodeado.

Alzada cual saco de boxeo desataron su ira enferma contra mi silueta indefensa, de aplicar otra ráfaga de bofetadas me agotará el latido vital en mi despensa, pero ya al límite de la percepción difusa y la mente confusa detuvieron sus mamporros. Me quedó la escasa capacidad de escucharles caminar a sus vehículos, charlas no sé qué dijeron, dado esa zona de mi disco duro estaba seriamente dañada, encendieron motor, arrancaron con la sorna tétrica de sonar su claxon mortuorio como despedida, y marcharon conmigo abandonada, aguardando inexorable la guadaña temida. Leves convulsiones me causaban vaivén en péndulo, desorientada y extasiada desconozco si enfocaba a poniente y oriente, y al borde de ser una efigie cadavérica percibí unas ruedas acercarse. Pensé es fruto del desvarío y la alucinación, quizá ya estoy muerta, pero me alentó un brusco frenazo y el sonido de una puerta, y las cuerdas aflojarse me notificaron la decisión del destino, has de alcanzar las bodas de platino.

Novicio vocablo exclamó una silueta cuya unión de letras componen la palabra bienvenida, integrante del miembro de élite es mi nota merecida, y alzando los párpados deslumbrados distinguí la efigie de mi capitán, uniforme es inequívoco, estrellas coinciden con su rango y condecoraciones despejan toda duda desplomada sobre el pastoso fango.

"Fue la prueba definitiva para ingresar en su equipo de élite"

Quince días estuve ingresada en cuyo módulo especial de hospital militar no hay constancia de su existencia, buscar informe alguno es apuesta condenada al fiasco, dado cualquier registro osado arden en la chimenea, y copias si hubieran se esfuman hasta del último frasco. En querer personarse es libre de acudir al sanatorio, aunque le prevengo sus ladrillos quedaron hecho ruina sin una rutinaria oración en la intimidad de un miserable tanatorio, y de buscar cuál solución le queda asuma conténtese con el argumento de mi narrativa, divague si es excelsa verdad o mi insuperable inventiva.

Mientras vos se enfrasca en sus mentales quimeras farragosas, continúo yo para el resto de leyentes, a quienes desvelo estuve longo período magullada por cuyas heridas no catalogue de leves, pero mi victoria hizo que fuesen las curas breves, pues a pesar del agravio severo alardeaba de mantenerme muda, es mi carácter que conmigo viene confidencias a la tumba, calidad honrada se ha extinguido en lustro donde en redes sociales todo retumba.

Nadie me presentó disculpas, ni las aguardo ni las quiero, e incluso deseo hayan gozado los pedantes de su ataque fiero, pero insisto no hay en mí brasa de rencor, tampoco flamea llama de odio absurdo, caiga usted en manos de enemigo salvaje y quedará aquella aliada perversión en un masaje suave y burdo. Sorprenderse es de hipócritas, que póngase a elegir depredadores, tiburones de fauces mortales, leones de colmillos letales, tigres de músculos colosales, águilas de uñas como cuchillos, cocodrilos de mandíbula que destroza búfalos cual livianos palillos, serpientes cuyos venenos eché mano rápida a los bolsillos, de olvidarse antídoto ya pueden despedirse de la vida los pardillos, y sin embargo en todo el globo terráqueo ninguno supera a crueldad ese mamífero vertebrado que es la especie humana.

Supongamos da mi versión por verídica, por saber mis asignaciones estará intrigado, que conste fantasía es esta utopía he avisado, mas si quiere jugar lancemos dados al tablero, reto le acepto, veremos si estamos ante un cazador o un cordero. Fascinante profeso este oficio, a qué profesión me refiero le toca a usted su turno, mueva las piezas en casillas, negruzco refleja la noche y el tono soleado corresponde al predecesor diurno, pero vaya con cuidado, tenga a buen recaudo dónde pisa, que al borde de cada cuadrilátero hay un barranco y adversidad de resbalar tiene muchas papeletas el bellaco que descuida su tranco.

Empujo yo peón, y en un gesto de empatía le doy alguna ramplona característica de mi grata vocación. Rutas planeo a cada éxodo distintas, no repito sendas, no hay rastro de mí al llegar, nadie me espera, aduana ninguna tarjeta me sella y marcho sin dejar huella. Nombres tengo a montones, encantada de conocerle es mi subtítulo, me llamo apodo que pronuncio en voz nítida, y según usted diga mi seudónimo sabré su bando y su venida. Desconfiados escuchan, ondas se embuchan por el conducto auditivo y tímpano traduzca a su lenguaje, que en mi absoluta indiferencia yo matraqueo dicharachera, pues al hablar espontánea el auditorio nervioso se relaja, y omiten los idiotas es discurso de charlatana teatrera. Prismáticos me observan, yo desfilo petulante y engreída a campo abierto, y si algún objeto le obstaculiza sólo ha de pedirme salga a bailar sola en el centro de la pista, observe cuanto le plazca del soporte plantar al vértice del parietal, me da igual si vigilante es zafio detective o un mezquino periodista.

Estoy segura no concuerda mi explicación con su vaga razón, habrá visto demasiada televisión, con aquellas películas de mujeres espías vestidas tal si se tratase de una ceremonia nupcial, y quienes en sus medias amagan un cuchillo crucial, lanza y ya puede ser la zorra tuerta, que el guion cinematográfico en el gaznate acierta. O tendrá esas otras señoritas, les aguardan desapercibidos un sujeto disfrazado integrante de la bélica resistencia, y en un trasto destartalado se desplazan a cuya obscura sede ubican en un sótano mugriento, cómplice verán que es un desertor o un sargento.

Si ése es su nivel cultural, recelará de mi fábula desde la mayúscula inaugural, pero si espera mi agotamiento demuestra de mí un total desconocimiento, puje por su salida o variante, que yo tozuda guerrera tengo mi contra tajante. Sepa hubo una etapa estuve infiltrada en labores de fotografía informativa entre fotógrafos y redactores y locutores abominables que son el brazo ejecutor propagandístico de dictadores, añada autoritarios y políticos copias de esa escoria. Contrástelo si piensa es mentira, y tendrá un monosílabo afirmativo por respuesta, sí le dirán, conocí a esa damisela. Réplica exacta del positivo le manifestarán en eventos deportivos de máximo nivel, y en vestuarios de campeones, o tras bambalinas de eventos mundiales, y de la propia garganta de alcaldes y Presidentes y famosos pretenciosos, yo conozco a esta chica reiterarán, una excelente profesional, hizo entrevistas y fotos sin acceso restringido, y por aquí estuvo seis años superados, fui por cuya agencia de noticias revise la documentación, que le abroncarán los eruditos, es falso su despacho o filial o delegación.

Respecto qué hacía yo allí si carezco de titulación no desvelo la travesura. Tampoco se requiere, y cumplir misiones es francamente sencillo, basta oído fino para captar hasta el ruedo de un ovillo, conducta tenga la perfecta, palabras diga en abundancia mientras sea las exactas, escudriñe con su campo visual el paisaje de su aureola al rincón antaño, y haga que nadie sienta temor por causarle un mínimo daño. No estropee ningún festival, que usted debe ser sólo otro comensal en el jolgorio, y váyase ya tallada la melodía en el repertorio. Peligros soy realista, de aventuras arriesgadas me he nutrido a toneladas, y de entre todas hay una cruz en calendario, aguarde ya viene el suceso que a ganador es su trofeo y a perdedor su calvario.

Junto cangrejos espantadizos en la ribera de un río vigoroso, llegó vagando por laderas inexpugnables un paseante, ¡qué bestia!, va a rodar pendiente abajo el elefante. Portaba bastón provisto de la madre naturaleza, y un gesto clave indicó quiere hablar conmigo a cobijo de la espesa maleza. Cruzados matorrales que dejan rasguños y tajos, coincidimos exactos junto el ruido de la cascada donde torrentes acuosos caen a destajos. Chafarderos es imposible por el ruido estruendoso, gladiadores son endebles en terreno peñascoso y frondoso, correr sólo es apto para jabalíes, corzo es otra fauna, que los conejos aunque pudieran prefieren campos de siega en las faldas a leguas, y compatriota no llegará sin resquebrajar de lejos la atmósfera sus pisadas, salvo ser cuadrúpedo felino de zapatillas acolchadas.

Inquirí causa de la cita, y notificó un grave problema. Rumor expande haber un régimen trastornado, en laboratorio de armas bacteriológicas suelta el chisme fabrican una especie de virus respiratorio, y de su uso se especula es la enfermedad una tosca excusa, ancianos seniles y jóvenes democracias por igual las mata. En los gobernantes presentes se carece de toda confianza, y dado urgía conocer la envergadura del adversario me encomendó infiltrarme en sus filas, apropiarme del ingenio y traerlo con sumo esmero, cacharro de mala fama envía al negligente a su fúnebre derrotero.

"La misión más arriesgada fue apropiarse de un virus peligroso en laboratorio"

Fecha de mi salida no se grabó embarque, compruebe tal versión con la lista de pasajeros en aviones, anuario muy anterior cual se imagina, repase siglos si se aburre, que no me identificara ni sobre alas de una golondrina. Revise cintas de seguridad en aeropuertos, desde testas ocultas con la penosa simpleza de una capucha hasta briosos rostros descubiertos, que cada uno se atavía según faldas moralistas o escotes abiertos, pero si a vos le pagan por encontrarme es partícipe de un timo, no hay de mí ni aplauso ni mimo.

Puestos a mirar folios inútiles, ojee registros en fronteras, autopistas de su nacer al fallecer y todo tipo de carreteras, que no verme por las grabaciones ya desaparecidas es una clásica evasiva. Insista por las estaciones de ferrocarril, o de polizonte en barcos amagada dentro de un barril, y si lo estima preciso interrogue guardianes de hoy y de décadas añejas, no he visto jamás a esta chica confesarán muy sinceros, y si vos malicioso desespera, todavía quedan los autocares, a ver si conductor me divisó por esos lares, ¡ay!, me persigue un zafio mentecato que desconoce la tierra y el cielo y los mares.

Dirá cómo me desplacé, imposible sin ningún gobierno retener mi perfil, pero estamos en una partida, no me diga tiene tan temprano su estrategia molida. Adivine bajo cuál fórmula yo llegué a la corona un gélido enero, azotado por cuyo viento polar se arroja desde aquellos glaciares donde fornidos esquimales estarán hoy sudorosos, pescando focas en témpanos de hielo que son reino de magníficos osos.

Acomodada en una habitación singular de un piso compartido, es un método común para quien pretende pasar inadvertido, aguardé la llegada de la cálida primavera por pasear entre lujosos yates, bikini escueto y piel bronceada, que bien sé ustedes tienen ese concepto erróneo de ir desapercibida. Astucia es míreme de lejos, chica hermosa y cándida deambula serena por el muelle, desde las embarcaciones marineros obsequian con silbidos y su fuelle.

Sonrió el propietario de un trasatlántico, exagerada soy es cierto, pero aquella embarcación espectacular tenía su botalón aquí, donde estoy, y sus motos acuáticas allí, ¡mire donde señalo!, que a nado es piscina olímpica por lo menos. Saludé cariñosa, y pregunté a caballero si en cubierta tiene jacuzzi o pista de tenis tal colosal engendro, ¡sube y descúbrelo tú misma!, todo es posible en su pradera salvo enraizar un almendro.

Subí cual flacucha en desfile por la pasarela, tender la mano entusiasmada, dos besos y por estribor ir a proa, ¡válgame sorpresa!, jacuzzi fabuloso asomó en el paraje. Presentación mía, estudiante de idiomas, aventurera en conocer otras culturas y lenguajes, quién sabe si en algún hechizo enamorarme, y cruzadas plácidas sonrisas recibí la invitación de bañarme. Tan rauda acepté que hube de decirme ¡frena so loca!, que es de poca profundidad para lanzarse en bomba, mejor deslizarse tal cual hace la experta foca.

Su esposa de alta alcurnia vivía en su propio mundo, dialoga a ratos o lee los mayores tramos del reloj, y en cuanto a su hijo veinteañero prestó vino sus hormonas a cortejarme, no te esfuerces hubiera dicho, subo para ser conquistada, pues su padre, hombre de mediana edad y nacionalidad impactado quedaría vos de saberlo, es el director de la mayor empresa científica en todo el país, incluido su rama farmacéutica y laboratorios en raíces.

Mida las palabras, que esto es diversión y no negocio. No son sus hamacas los ataúdes de un hospital, y no es el ardor del astro febo la calentura del enfermo a pronto de perder su ciclo vital. En sus camarotes no hoy féretros, y aquí, ahora, se ahonda en las bromas y paz de una jornada jovial. Hágalo perfecto, yo no cometo ni un solo error, seduzca al joven varón, y tendrá por galardón el hurgar por todo el vasto diámetro de ese buque majestuoso, camarotes y salón fastuoso.

Entrado el calendario en julio, con el resplandor irradiado en la hoguera imperiosa del azul divino, nuestro vínculo tomó el escalafón de novios, a cuya escala se conceden morreos con las lenguas fundidas, placeres carnales donde cantores jadean músicas ancestrales, y alcanzada esta fase vaticinará usted un temerario proseguir de la historia, con ese tópico aburrido de que en un descuido de las llaves del muchacho me he apropiado, ¡a quién toma por burro con suponer tal gilipollez!, si a mí al escribir o estos dos sujetos en su discurrir. En estas artes es fatal error subestimar a millonario enemigo, que ya puede quedarse afónica de gritar auxilio, verá en cero el grupo de su personal amigo.

Escúcheme muy atentamente, que estos gerifaltes son muy vagos, sus retoños mal mimados, el de mayor cargo se mueve en órbitas de cenas y montas a caballo, y su heredero el trabajo le da desmayo. Táctica es aguardar paciente a convite de un sábado por la noche, y sus camaradas tendrán curiosidad, quien es la afortunada preciosidad. Por cortesía me presentarán, conocido es tal y pascual, y en las chácharas fútiles ostentarán ser inseparable compañía desde la imberbe juventud, aquel es casto y no hablo que el bolígrafo desgasto, esos otros son afiliados a las pachangas deportivas, el grupo baboso es devoto a verbenas de holgazanes, el tímido aspira a politiqueo de poca monta, el del centro especulador en bolsa, a su diestra el banquero, y el mirón es investigador virológico, ahí está mi presa.

Esperen a cuya tasa ebria enfocan sus ojos descarados mi cuello sensual, ¡ya es suyo!, y en ese momento aproveché a pedir teléfonos, hágalo risueña, con un carácter cercano y halagüeña, que sus neuronas beodas son como un festival de trogloditas a mazos alzado y darse leña. Al accionista pregunte por el mercado bursátil, al aspirante a ministro permítale se explaye en sus sermones, banquero se jacta del incrédulo que acude por promociones y regalos de jamones, y al virólogo curiosee por el autor de estar resfriada. Sementales hablan si viste la princesa prendas ajustadas y va desarmada, y verá de repente un tumulto de dígitos a rebosar en su agenda estimada.

Llamadas recibí a decenas durante las siguientes semanas, vaya con ellos al cine o a la costa o al pico de la montaña o al museo o la panadería, y en efecto, un martes tras superar empalagosas películas y empachos de helados, el científico me invitó a su laboratorio, dado se celebrara un estrambótico torneo de intelectuales para encerrarlos en el manicomio.

¡Menuda fortaleza! Cuarteles en guerra tienen menor entramado, mas en garita de centinelas con fúsil justificó mi estada el experto acreditado, es una turista extranjera convidada ver certamen. Levantaron empalizada, ¡pasen pueden entrar!, aunque por el retrovisor me despertó mala espina aquel reojo desconfiado del guardia y su premura al auricular.

Competición se disputaba en un tramo del jardín acordonado, me quedó la duda si es coro de atrasados o pueril licenciado, pues se destornillaban en aquellas risas tontas y subnormales, y multiplique la estridencia a decibelios irracionales, que a esa altitud era de lerda su juerga. Correteaban flacos de un lado a otro, dónde va y qué narices está haciendo, todavía no lo entiendo, y patosos saltaban cual canguro no avanza ni una pulgada, al extremo de que manada de zopencos nunca ha reunido mayor acopio, mas pensé esto debe de ser efectos secundarios de tanto estudiar con lupa y telescopio.

Bodorrio es el adjetivo idóneo, una interminable hora eterna soportando sus sosas payasadas, ¡llamen a urgencias!, que aquel de pelo corto se disloca el maxilar de tantas carcajadas, pero aguanté estoica, y por fin, finiquitado aquel júbilo de parvulario, llegó el recital de la despedida, agotada la turba y vítores al vencedor, explíqueme quién ha ganado, tendré insolación porque no pillado nada durante ese cronometro malogrado. Dispuestos entendí por macharnos, mas en su deseo de impresionarme me ofreció entrar en el edificio, confía no voy a revelar enigma, que la aliada confianza comporta su beneficio.

"Aquel edificio secreto de laboratorios virológicos era una fortaleza"

Promesa callada le di, y a su vera nos dirigimos a las entrañas de aquel dragón. Control de acceso automático da su acogida con una apertura mediante lector de tarjeta, ponga citada sobre lámina y en dar aprobado se retraen las puertas de cada mueble a su costado, espere a abrirse que su altura franquea sólo atletas olímpicos y no intente pase fraudulento, saltara la alarma activada a potencia que es un portento. Pasillo inmediato se constituía de fría piedra, ¡mal augurio!, pues la fortificación estaba construida con materiales impermeables a los líquidos, resistentes a la corrosión, ignífuga y todas las paredes rectas, cuadradas, sin adornos ni salientes, eficaz en desinfectar y descontaminar. De ventanas carece, no hay cristalería, ni cualquier otro material fácil de romperse o despedazar, es una seria advertencia, algo tremebundo se cuece, y peor auspicio son cámaras en los ángulos inaccesibles de los tejados, enfocan que recodos de ángulos muertos quedan anulados.

Las cancelas recias, todas cerradas a cal a canto, ilustraban en su porte el inequívoco mensaje prohibido abrir sin llamar, que si afina el oído verá son mudas sus barrigas, no se escucha motor ni ventilador. Ese efecto es debido al grosor, todo obrero sabe su renglón, y si usted en alguna ocasión percibe estas señales debe de ser precavido y calculador, que los acordes del silencio avisan, acecha mortal depredador.

Descendimos una planta, diecisiete escalones y dos virajes en rellanos conté, y en el sexto portón colocó su tarjeta magnética en el lector de avanzado protocolo. Al presentar su credencial, el terminal almacenó fecha y hora real de entrada, mas al fosforar su semáforo a verde exigió todavía reconocimiento biométrico en su huella dactilar. Inusual tanta tecnología estricta, de ser descubierta en tal cobertizo existe el riesgo de terminar herida y convicta.

Entramos en sala tesorera de sus misterios, y mi consejo es amolde cojín donde se ha sentado, silla o césped o muro enderezado, pues en su cotidianidad nada tiene parentesco o duplicado. Para empezar, daba la recepción una sideral librería, estantes alcanzaban la docena con hileras de libros y textos en cuyo alfabeto, si le descifro, daré signo que no quiero. No embista estantería, dado detrás hay tabique solidificado, y cifrados siete pasos a poniente amanece su envés, un rectangular espacio diáfano que da para cancha de baloncesto, ¡mire sin tocar!, hay cámaras térmicas enfocando desde cada chaflán.

Un material impresionante asomó en aquel oasis de la perversa ciencia, estoy rodeada de hienas sin conciencia. Sepa los medidores electrónicos son las herramientas de trabajo más importantes en todo laboratorio, elenco múltiple, de cloro, partículas, fotovoltaicos o de gases, cito entre centenares, mas haber medidores de radiactividad y explosímetros evolucionados demostraba que esta gente no son aficionados. Tester por ultrasonidos y medidores de infrarrojos es un digno equipaje, y de centrífuga frigorífica conté tres, increíble no me va a creer si entiende de este tema, en nuestro país consiguen una los investigadores y agasajan al gobierno con votos y amores.

Balanzas es frecuente, dispone en su modelo común la atónita panadera y el ama de casa corriente, mas cuales bellezas veo son calibradas para polvos, gotas y cenizas. Analítica instrumental y accesoria ni lo cuento, consumibles dispone a su antojo colección de álbum entero, ni uno roto o resquebrajado, magnífico congelador es de alcanzar los 86 grados bajo cero. Becarios se distraen en pipetas, o fijen ojo en microscopio biológico monocular, para científico asesino se reserva el microscopio de luz invertida y fluorescente, qué analizan no se sabe, los chivatos siempre sufren algún funesto accidente. Colindante vi ocho incubadoras para cultivos celulares no infectados y otras para infectados, bajo su tapa se ceba un ejército invencible, y a corta distancia se erigía la cabina de bioseguridad cuya clase no especifico.

En ese laboratorio regía la ley del qué necesita, dígame y aquí tiene, una estufa ha dicho, tenga para cultivo y de regalo otra de desecación. Si quiere viscosímetro, me sobran a decenas, tenga éste de rotación y ya en la entrega tenga agitador de tubos, proveída bomba de vacío sobre esa repisa la veo, impulsada por pistón y sin aceite, e insisto aporto cualquier utensilio, dosifique y filtre y refrigere, o destile o aplique titración, ¡pida y tenga!, de oferta un espectrofotómetro de absorción atómica con atomizador, analice si quiere el rocío de la lluvia, y sugiera por favor, probetas o gradillas o escalpeos o buretas, se han roto o ha extraviado yo le sustituyo, plazco a gusto por su trabajo, satisfecho está el súbito y yo me alegro, mas recuerde el trato, cumpla o explotará lapa en su inmaculado coche negro.

Fue en esos instantes intrascendentes cuando mozo extrajo de nevera ártica un diminuto frasco opaco, asido en las falanges distales del pulgar y el índice con increíble delicadeza, qué ocurre inquirí, dado su cristal da la apariencia de firme dureza.

He ahí, me contestó, la mejor arma jamás existida, y del susto exclamé ¡agarra bien fuerte!, que de explotar la dinamita vamos a ser longaniza picada. Sonriente replicó, su pólvora es carga vírica, virus destructivo y degenerado, más pesado en su densidad que un catarro y sin tratamiento que facultativo pueda a paciente haber recetado, ¡pero ha de haber cura!, afirmé incrédula, pues dónde está el negocio si el mango del cuchillo también corta la mano del asesino. Búscalo ajeno a la hoja, el secreto es el monólogo en la receta, que soltado se contemplará un dantesco circo de un mundo aborregado, y engendrado un inventario de fallecidos verá implorar benevolencia al tonto señalado, mas tal payaso es una estadística numérica, es distinta la meta ansiada por políticos que lo han financiado.

Pausado el diálogo, recapacitaba en el jeroglífico de su expresión cuando, sin previo aviso, se abrió el umbral, tres policías militares y teniente al frente allanaron la estancia de improviso. Irrumpieron con bárbara fiereza, flexioné espantada al linde de los ciento ochenta grados la cabeza, y con un ladrido espeluznante espetó el cabecilla al docto, dígame si es usted imbécil o sólo una rata de cloaca que piensa con la polla, puede ser esta zorra una espía que le está dando ajo por cebolla. Negó al cuarteto el amonestado, es sólo una blanda forastera que en aprender idiomas la cronología diluye, y por prueba confirmé que no toqué ni anoté ni grabé nada, ardid tendría soplón con cuyo botín huye.

Desconfiado insistió en sus chillidos, cómo sabe que la puta no lleva micrófono bajo la ropa, ¡óigame general o coronel!, interrumpí por aplacar la discusión, gracias por el gratuito insulto, pero le puedo jurar carezco soto el atuendo de ningún bulto. Con aquel acento típico de cuyo enojo visceral enardece las venas, ordenó desnudarme, y presta me puse en pie, empujé hilos cual vela en mástil se iza, rebasé de pelvis superior al sombrero y del inverso al llano agreste, hasta quedar con la tacaña indumentaria de la piel que descobijada proteste. Miró ensimismado el villano, es inmune a mis quejas, y su reacción fu inmediata, no necesita cintas la foránea arpía e inteligente, fuerte ya es su mente.

"Guardianes militares me apresaron con las manos atadas a la espalda"

Mandó apresarme, y abordada por sus secuaces llevaron mis manos juntas a la espalda, ¡pedir permiso gusanos!, mas inmutables a mi blasfemia enredaron sogas no describo trazos que en el cogote no tengo periscopio, pero con maña pescadora quedé firmemente atada, inútil esforzarse en buscar la robusta anudada. Apuntalaron mis brazos reos con otras jarcias, reptando las cuerdas desde la saya del ligamento anular hasta la cumbre del deltoides, aseguradas las ataduras en una infame opresión de ir y venir a riberas del oblicuo externo el primer sello, estampar otro cordón sitúe en el ancho dorsal, y cincelar la trilogía ligeramente inferior al músculo redondo mayor. Quedó al concluir mis codos juntos besados ambos cúbitos en efusivo abrazo, y los ocho carpianos apuntalados en los otros octavos, milagro inseparable lo ha producido lacrarlo con el lazo.

En mi ayuda salió el botarate, ¡por favor!, avisó es la novia del hijo del Presidente, y en tal afirmación tomó teléfono el individuo. Tres tonos, y al descolgar el receptor informó aquí tenemos intrusa, cuenta inepto trabajador es pareja de su primogénito, de infiltrada se le acusa. Imperceptible resultó los siguientes compases, mas al colgar indicó las órdenes transmitidas, llevar rauda la presa a la celda, puede ser ave sabia guarecida que cual reptil fisgón en moradas terceras se escurre con su artimaña florida.

Al atropello de aquellos bípedos desobedecí con un grito, ¡soltarme asquerosos bellacos!, me rebelo a salir atada por los desangelados pasillos de esta madriguera cochambrosa, que si queréis presumir de erótica maestría hacerlo en catre con vuestra esposa. Deseo no fue concedido, y con total descaro salimos a la galería despoblada, quince metros alejarnos estómago adentro duró la paseada. Alcanzado ese aborto de milla, abrieron una puerta pesada metálica que en su fisonomía externa es típica del cuadro eléctrico, ¡peligro alto voltaje!, mas tras su amparo es inexistente la corriente, pues oculta una angosta escalinata circular cuya anchura es la precisa por desfilar un cuerpo apretujado en su estrechura.

Contrastó suplantar el último escalón estrecho con un espacioso corredor, créanme cuando digo caben de sillas la veintena en filas indias paralelas, mas no busque enseres, totalmente vacío, techo alto y un eco inquietante al retumbar de cada zanco. Esto indica es zona de almacenaje y transporte, por ahí al confín deben entrar y salir camiones de carga, pero nosotros nos detuvimos mucho antes, junto otra puerta reforzada cuya galería laberíntica se adentraba dos metros, torcía a diestra, otro par y virar a zurda, repetir a babor, misma longa tirada, y cimbrada la vista al norte aguardaba puerta horrible de hierro grueso, candado y pasador, desde el interior no se abre.

Cual juguete detestado que mocoso fustiga, me arrojaron maleducados aislada en aquel lúgubre subterráneo, y al percibir pretendían irse chillé, ¡quitarme estas maromas!, que tengo los brazos inertes y adormecidos, pero guardias me ignoraron en mi absoluta oscuridad, y créanme, si pudiese verter las diapositivas de mi mente a cuya pantalla se proyectara sería innecesaria cualquier descripción, pues ni los adjetivos más tremendos son capaces de definir las heridas perennes que provoca verse inmóvil y atrapada en recinto donde lágrimas de reos previos habrá habido a borbotones, quién sabe, debieron sufrir castigos que demonios del infierno habrán tomado nota para sus malicias tentaciones.

Supondrá, cual hazañas heroicas en cinematografía bélica, habrá unidades especiales a mi rescate, ¡analfabeto incauto!, permítame me ría, que la imponente realidad dicta estoy sola y jódame con mi fortuna, en ágoras privadas será por exequias el restar a la suma total una, traigan de banquillo a suplente y súbala a vanguardia, dado nadie me apoya ni me llama ni cartas escribe ni existo, dirán no saben quién soy, condenen a esta loca, ahorquen en la horca y abandonen esqueleto aplastado bajo una roca, que ni me han felicitado jamás onomástica ni se tiene de mí retrato hilarante de tarea plástica.

Esperé sentada en un meandro del suelo horas imprecisas, sepa en la inmensa ceguera se pierde el ritmo de las saetas, a ratos contadas aceleradas y muy habitual son sustraídas, y el silencio impoluto, divorciado apenas por mis bostezos, no ayudaba en absoluto. Abstraje el pensamiento, pues deposité mi esperanza en el irrefutable hecho que debería aparecer mi flirteado, se agradece temprano, y en efecto se cumplió este pronóstico, retornó la cuadrilla acompañada de mi salvador y su patriarca agnóstico.

Sollocé, ¡mira qué me han hecho tus chulescos gallos!, en este espantoso antro oscuro me han abandonado atada y desnuda, única túnica que me viste es arreglar la confusión, que les he contado la verídica melodía, tu amigo virólogo me ha traído sin yo pretenderlo a ver concurso amañado, y al terminar su oficio me ha mostrado, mas yo no entiendo de ciencia, sólo quiero volver a casa contigo y dar este trance por zanjado.

Hijos de puta son estos egoístas ricachones, que me abroncó ante todos el subnormal de los cojones. Acechó mi figura cual leopardo, estiró de mi cabello con esa saña que provocó elevar mi mirada al techo, y de un criminal zarpazo que arañó mis pechos me arrojó contra el mineral terrestre con menosprecio y despecho. Caí de costado, pude al menos evitar estrellarme con riesgo de haberme lesionado, y con sorna fría dio nuestro ardor sexual por terminado. Reverenció las cuerdas, me decoraban preciosa y encantadora, mas envuelto por la cólera psicópata dijo eran demasiada pocas. Desplomada y aterrada, dio el mandato a los soldados de divertirse sin censura, ataduras añadirle que sus miembros queden inmóviles uno a uno, ya tenemos voluntaria para ensayo, requisito es solamente evitar escándalo, borrar toda prueba de quien sea el vándalo.

De qué está hablando no me contestó, y al reiterar mi duda ya ni despedida manifestó, marchado es probable que no me ha escuchado. Pretendí entonces amansar a los uniformados, portaban instrumentos de heridas peor al hierro afilado, y prometí la plaza céntrica he visitado, con su fuente y la estatua y el músico de flauta chiflado, fotos tengo a mostrar si me llevan a mi piso añorado.

Intento fue un naufragio, y con el mayor desaire que se aplica a ratas y sabandijas me arrastraron hasta una viga de madera de carácter ortotrópico, cantos redondeados, cual cruzaba todo el calabozo desde el flanco septentrional a zambullirse en su reflejo austral. Sobresalían varios anclajes clavados en su hormigón, e inmediatamente debajo vi una caja de leñosos tablones paralelos y en diagonal, vestigio de las épocas vikingas o la chapuza de un carpintero borracho, a cuya cima me obligó a subir un mamarracho.

Posada quieta tal estatua erguida en su pedestal, tejieron un enredo de cuerdas en ida y venida de mis brazos a los aros de la viga, paralelas y enhiestas la dura tensión de los cordones. Puntos de amarre lo sabrán desde su trono los halcones, mas yo les puedo que por amenizar la incomodidad dije a esos bandidos, tengo pensado un museo visitar, si me desatáis me podéis acompañar.

Nulo es su sentido del humor, no les hizo gracia mi ingeniosa chirigota, y mientras ataban una cuerda en mi tobillo ronronearon un imperceptible rumor, ¡chicos!, si habláis en voz leve a los topos reirán los roedores vuestros refranes cínicos, que gorgoreo no ha rozado ni mi lóbulo encarnado.

Amenazas fueron la constante, ¡de tu bravura te vas a arrepentir!, y con ánimo dañino doblegaron rótula al vuelo por acercar calcáneo al trocante menor, ubique en cresta de fémur, aplicando tal grado de maldad que llegaron sus forros carnosos a tocarse, actitud ninguna intuyo de apiadarse. Tenga por demostración que voltearon por el hueco delimitado entre gemelos y el bíceps femoral, y al prensar el nudo quedo mi pierna atada cual anca de una rana no puede ser estirada ni apoyada al llano de la grada.

Quedé erecta cual flamenco se sostiene por una pata, mas me temo lo peor, pues otra cuerda despegó de superficie su tobillo parentesco, y en querer construir la acrobacia fija procedió de misma forma con las lianas, léase el párrafo anterior, calcó los trazos para mi horror. Grité, ¡joder!, ¡esto duele insoportable!, dado todo el peso de la malévola suspensión recaía en mis brazos a la espalda, mas sicarios de mirada bizarra se jactaron de la queja, mascullaron alevosos ¡aún queda lo mejor de la reja!

Delinearon cuerdas un par, pongan en su imagen mental cada una atada a las rodillas, partir marchan sogas en rutas opuestas que se alejan, colofón es cuyo aro lejano es isla asilada al filo de la viga, y al anudar firme constituye una línea que celebran los arácnidos, autopista toda recta les lleva al valle, ¡para mí es un suplicio!, es posible que de tanto aullido en el horror me encalle. Piernas levitan esbozando una uve invertida, en su máxima abertura que ni un milímetro logro aminorar, y apenas consigo un segundo de serenidad, por la barbarie afligida. .

"Esas ataduras tenían por objetivo mi tortura y aniquilación"

Tome usted papel y lápiz por dibujar mi figura, frontal mi caja torácica en el tapiz, pechos desnudos desvergonzados, pezones de cúspide punzados, brazos atados a la espalda no han de verse en trazo, recuerde estoy de cara a su carbónico mazo. Bosqueje la viga gruesa, en usar color sea madera maciza, aplique estrías que da la tiza, y raye seis líneas de hiedras que me atrapan, en la rectitud plasme lo diamantino que me atan. Perfile las piernas dobladas, con el talón a tocar su nalga respectiva, ningún pie toca el suelo, sino buscan escafoides y cuboides el arrecife de la antónima estratosfera. Garabatee piernas muy abiertas, a límites de cruzar la arriesgada línea roja, de partirse el abductor va a dejarme coja, y esquematice las sogas huidizas un largo trecho, cada una va de su maléolo a la esquina huraña, denote en los hilos siniestra rigidez que merma mi brío maltrecho.

Concedo a ilustre la libertad de perfilar el flagelo en mi rostro, colgada de los brazos y con la imposibilidad de aterrizar mis pies en aeropuerto sea usted creativo, empiece con humildad y espere a culminar la obra para ser altivo, y ceñido al requisito confío sabrá forjar este arte, añada su rúbrica y mándemelo por favor, tengo curiosidad para ver la calidad de su labor.

Si necesita algún escabroso detalle para su inspiración, desvelo que desnuda y atada aquel cabrón procedió a tocar donde no debe, besar donde no le correspondí, meter donde no le ofrecí. Mis ruegos terroríficos fue clemencia estéril, y con prisa acelerada acercó su trabuco a cueva de acceso prohibido, consentimiento previo se debe de haber concedido, pero homínido del Paleolítico de sopetón empujo adentro, fácil lo tuvo, que en esa postura indefensa nada entorpece ni estorba a su vil ofensa.

Fricción interna debieron salir chispas, estaba la gruta seca, y el asalto provocó una serie de pinchazos cual si me estuviera picando un enjambre de avispas. Lengua suya salió de la escotilla, ¡aparta mala bestia!, y en la esquiva conseguí que relamiera la patilla, ojalá el terror halla espesado la piel de un sudor amargo, si hay mal gusto que se joda y se haga cargo. Aun así, poco lo importó, pues al errar en querer acoplar las bocas bajó por el cuello, y besuqueó con una repugnancia que le habrá dado clases un caracol baboso, jamás he tenido arrumaco tan asqueroso.

Gemidos míos son un drama, cree el violador en su delirio que gozo excitada, ¡puto gilipollas!, son los lloros de la angustia amagada, y el alboroto clamoroso es el desespero que pide socorro, pero desfallece el eco en la solemne soledad, tienen los simios total impunidad. Martilleaba cual esquizofrénico especula que al escarbar la mina extraerá oro, ¡atontado de mierda!, compartirlo apasionada hubiera sido el tesoro, pero en esas condiciones sólo es huerto árido y barro putrefacto, mas el brabucón orgulloso embestía airado con su artefacto, ¡frena!, esto parece un columpio, adelante y atrás, a costados ataduras no daba beneplácito, pero tampoco crean el balanceo fue de mucho recorrido, el justo de perder el equilibrio y repetir en bucle el pánico vivido.

Heridas son de tanta saña que es inevitable la cicatriz, su enarbolado cipote arrasando cuanto encuentra a su paso no se justifica en un mero desliz, dado horadaba su cuchillo con ese infame propósito de cuyo heredero pretende arrebatar la sucesión envenenando a la emperatriz. Penuria es indescriptible, pero mantuve la reserva por requerir de nuevo ¡basta!, las torturadoras ataduras me corroen las venas de dolor, mas inmune o sordo u testarudo mantuvo su ritmo, estrado le ovacionaba, ¡métela caña a la zorra!, ¡reviéntala!, y disculpe omita otras frases vomitivas, abundan todavía inteligencias primitivas.

Concédame narrar una anécdota llamativa, que antropoide jadeaba a cuyo magnitud se compara con la matanza del cerdo, que soy yo la torturada y él mi verdugo, al revés hubiera deducido testigo de ceñirse a los sonidos del mendrugo. Divida en porciones el resto del pastel, excluya las risotadas y la euforia de piara en la tribuna, la sardina entre sus piernas también sufre hambruna, y de haber cumplido esta solicitud hubiera notado ciertas ausencias, un teléfono a sonar, un cristal por el cual mirar, un viandante con quien topar, una palabra que cortar, y en su carencia fíjese que se desprendía un magno silencio, signo esplendoroso que exijo su compañía en la escritura y que rehúso en la tortura.

Llegó su clímax en la coincidencia de mis lágrimas hundidas, ¡aparta!, jaleó tomando el relevo su colega, y sin demora penetró en mi fosa raspada y enrojecida su bulto hinchado, dije ¡vete con cuidado!, tu pepino tiene un color a reventar demasiado morado. Consejo de buena fe le di, pero dándome por respuesta un insulto y la orden de callar empezó a bombardear, ¡para te he dicho!, mas al verme contestar rogó a sus compañeros algo para amordazar. Portaron tela gruesa, plegaron configurando la figura geométrica de una bola gruesa, y apretando violentos ambos costados de mi maxilar consiguieron separar la quijada lo suficiente por colocar la esfera en el cóncavo tras la muralla dentada. Diámetro envidia la pelota de tenis, y por afianzar aplastaron sobre mis labios cinta de precintar, rodeos de toda la circunferencia craneal segaron efectuado el séptimo, tapaban de la apófisis coronoides a su melliza y del maxilar superior a la barbilla, ¡ahora sí!, dijo, ya está callada la putilla. Abalanzó el tarugo su lengua por mi esternocleidomastoideo, nervios hirió el hipogloso o el facial, pues unos calambres diabólicos asolaron las cervicales, ¡aguanta me insuflé!, se agotarán estos animales.

Obtuve la lucidez en base a que forajido entro en un estado airado del cual no podía detenerse, frenético, desesperado, ametrallador, y en efecto, tal como supuso mi vigorosa razón, emitió un berrido en celo, copia barata de cuyo amigo aún lo veo y huelo, y con las palmas atrevidas posadas en mis nalgas descargó prieto todo el tanque de leche inquieto.

Dantesco espectáculo pornográfico continúo, tocó el tercer sucesor, hubiese dicho termina ya con la pesadilla, las cuerdas colgando causan un martirio que en breve me voy a desvanecer, prefiero bala en la sien y perecer, pero el único rugido del que yo disponía fue una composición apagada de consonantes con emes y efes, añada las ges y en vocales aporte turba de las a en mi protesta, las e por evitar el hecho temible que cualquier persona detesta, y las o en acento prolongado en el mayor calvario, por la mordaza no dispongo de mayor abecedario.

En ese lenguaje borrascoso, sentí un notable mareo que ha de ser síntoma común cuando moribundo agoniza. Crujían mis huesos, y un motor retumbaba en mi cerebro con tanto furor como si fuese preludio de explotar mis sesos. Lágrimas se cristalizaban, y quedó un torrente de estalactitas en mis mejillas, minerales ha de haber sal, pero esa veta carece de interés el picador, sigue cual cocinero machaca el ajo en el mortero. Yo desistí en los gemidos amordazados, son esporádicos y agotados, y casi me sorprendió un estado de somnolencia, quizá sea una reacción química hormonal del organismo para superar la homicida inclemencia. Me sentía débil, el sudor se enfría, incapaz de alzar el casco de la mollera, la respiración se ralentiza, y su ritmo vertiginoso dentro mío es cada golpetazo una puñalada, ¡pero nada le importa!, disfruta radiante de tenerme raptada.

Dolor descubro navega por todo el esqueleto, opino ya que es parte de nuestra naturaleza y que en ocasiones está quieto, pero convertido cual océano bravo embate con sus olas imperiales a pesqueros de papel es vicioso y depravado, pincha por el húmero y el radio, y al ser más soportable busca otra campiña para su juego detestable, trapecio y lumbares y muslos ha señalado en la tabla inacabable, por descanso exige el morirte, ¡ni lo sueñes!, aguantaré lo indecible, pues la victoria supone el extinguirte.

Debate es breve, ponga espejo que me verá pálida, mas de verme reflejada yo misma en cualquier cristal de esa mortuoria penumbra notará en mí una reacción impávida, y vaya a saber, que mi sonrisa la evita el precinto lacrado de mis labios jugosos, pues use la fantasía con las huellas de los líquidos acuosos, aquellos que son llanto odiado, y si otea al fondo hay un claror en esa petrolífera bruna, es la salida de la plena luna.

Será mi tristeza en esa noche forzosa la causa de mi desvarío, o la evasión mental por ahuyentar mi biografía que quien me ataca y me desflora, bombea pegados ambas pelvis sin ningún remordimiento ni pudor, y sus tentáculos sobones coleccionan marranas caricias que no logro esquivar, ya soy sólo una mortecina melancolía que el paso de los siglos me ha otorgado una fugaz oportunidad de vivir y saborear. Respiro a bocanadas, ¡resiste!, me animé en mente, mas mal presagio eran los improperios y vejaciones de aquella escoria criminal que ultrajó si estaba viva o muerta, lean cuanto remarcó a su secuaz, ¡mírala!, flaquea desorientada, matizó locuaz.

Bicho noble hubiese reposado, pero aquellos tocinos, percatados de mi deteriorada salud ya endeble, asieron mi mentón y me obligaron a mirar su la jeta de chalado, mi calvario lo calentaba excitado, y ofrendando gratuitos un saco de los peores insultos, escarnios que jamás yo había oído, deseó verme muerta, y a sus compinches indicó, arrojaremos esta carnaza a los buitres por la compuerta.

Luctuoso final se avecinaba, y la claridad de cual tragedia le atestiguó provocó que taladrara a ritmo obsesivo, acelerando cual si fuera la recompensa el podio de los dioses, ¡a esa velocidad derraparás en la curva! Sus difamaciones se esfumaron al más corto de los monosílabos, repetitivo y monótono, el monstruo se quedó sin vocabulario, es como un dinosaurio del terciario.

Gritó un lapidario me corro con la soberbia narcisista de quien busca su interés público, entre médicos y epidemiólogos hay mucha basura de este estiércol impúdico. Lava nívea fue río incandescente que inmoló aquel regimiento propio y exclusiva que nos da la fuerza cuando ya el soplo es exhausto, mas con ganas de terminar por fin la catástrofe me recordé es litro limitado el derrame infausto. ¡Aguanta!, me conforté, son tres espasmos, a lo sumo cuarteto, continua con una ráfaga de convulsiones que nubla las neuronas del cateto, varias contracciones y la última sacudida completa del orgasmo sus fracciones, y completado el cuatro desacopló su flácido astronauta, tanto flotar en la estratosfera ha dejado chuchurrida su flauta.

Un enojo suplantó su éxtasis, ¡mirar la maldita bruja!, pronunciaron escandalizados, ¡sigue viva y coleando!, alegres y ufanos corearon al unísono, tengo un instrumento para prolongar su martirizando. Se refería a un cachivache de pura ingeniería, destilaba perfume de gasolina e incorporaba una gran batería, y cual ramificaciones de un olmo brotaban de su morfología decenas de cables eléctricos, ¡ay! ¡qué mal pinta eso! Sus pinzas serradas mordieron mi silueta cual fauces de una piraña, hilos de rúbea sangre emanaron en cada dentada, de pechos al cuello y por vulva y el talón, plan retorcido fue accionar el interruptor y despedirse sin reparo, ¡ahí te quedas hija de perra!, dónde vais malandrines, dadme al menos una almohada.

Apenas pude verles marchar, me guio el volteo de la ganzúa captar, pues yo me vi poseída en una espiral descontrolada de contracciones y electrificaciones que robaron timón de mi músculo, viro pescuezo sin yo quererlo, son espejismos el recobrar rumbo un milímetro minúsculo. Sacerdote diría, esta chica necesita un exorcismo, ¡váyase a la mierda!, que su diagnóstico es la codicia y el egoísmo, pues cuanto necesito es aquel botón de ahí, blanco y ladeado, coloqué su yema en terraplén decaído y levántelo a la vertiente del bando dónde ha venido, mas cura alega sería milagro para notificar al obispado, ¡a tomar por el culo!, su cuento farsante es arcaico y desgastado.

Clérigo holgazán jamás vino, y aquel lugar ya tuvo aire a catacumba, aún me asombra no haber caído en la tumba, mas estoy en esa etapa previa que mi alías en bautizo he olvidado, futuro será de mí huérfano, comensal a cena ya me descuenta mi hermano, y en cama queda un hueco, pues a pesar de haber fijado un cruento voltaje por prolongar mi agonía, es innegable cuece lentamente mi existir seco.

"Un hombre con traje estanque a gases me inyectó su virus"

Martirizada y agotada en mis minutos finales, a punto de cerrar los ojos definitivos, con el respirar forzado y sin el consuelo épico de un espectro caritativo entre pocos millones de nativos, asomó sujeto vestido con un anaranjado y brillante traje estanque a gases, ¡mal síntoma!, me dije, viene a darme la estocada con el remate. Supuse llevaba cremallera hermética para mis vísceras no salpicar al trocearme, botas estancas unidas a la armadura, doble sistema de guante, su interno laminado de protección química y el mellizo externo de neopreno para protección mecánica, costuras ribeteadas, soldadas con ultrasonido, y de haber podido quejarme le hubiera dicho es innecesaria su protección, chamuscada estoy casi perfecta para la cocción.

Sus válvulas de exhalación le garantizaban el cambio de presión por no superar determinada cantidad de pascales por minuto, ¡óigame!, los amperios que me torturan están al rango de no echar humo, ¡bien lo sabe!, que su visor semirrígido ofrece una claridad óptica excelente. Mas perdone una pregunta antes de fenecer, ningún ranchero luce tal atuendo, es para agentes químicos, biológicos, o áreas explosivas, e incluso útil para el manejo de sustancias tóxicas y criogénicas, ¡qué pinto yo en su carnaval!, sólo soy una doncella atada y desnuda que respira pues el destino ha dictado su sentencia, en libertad quedará al término de la penitencia.

Llegó frente a mí, apagó cuyo trasto devastaba quién soy rauda al perecer, sacó una jeringa de aguja cual lanza de hidalgo castellano, y en toda la nalga hincó su pincho soberano. Del bruto alfilerazo vi estrellas y cometas, y aún sumergida en el choque de aquel dardo le vi tomar tijeras cuyo tamaño desorbitado sirve al carnicero para tajar el ternero, pero acercándose a mi cara temí comenzará cual toro sacrificado por las orejas.

Error en ambas previsiones, que el tío quiso cortar las cuerdas de la suspensión, ¡no, no, aguarde!, descolgarme a tajos las cuerdas voy a darme un costalazo tremendo contra el suelo, me urge con apremio el liberarme, pero el golpetazo lo sabe hasta el abuelo. Hay un metro de separación, en la medida acople centímetros para su ampliación, pero prosiguió con su idea el cazurro, ¡espera su burro!, mas terco el inútil cortó liana tensa de la pierna diestra. Capullo mal nacido, mi pata atada doblada no apoya al firme su planta, ahora cuelgo como un jamón, tormento peor genera el mamón, ¡dónde va!, que el neurótico cortará su gemela, espero lo mínimo que duela.

Talada de un solo hachazo, quiso la gravedad arrojarme a tierra, pero con los brazos pendiendo y las piernas imposibilitadas de estirarse escuché un chasquido, algo ha de haberse roto, tendón, hueso o ligamento, no sé cuál, quizá entero o astilla o un fragmento, ya radiografía en noviembre especificará fractura hecha en el convento, mas ahora no se entretenga, ¡coño!, medité malhumorada, que lesionada padezco desesperada.

Desplome se asemejó a un edificio con el cimiento dinamitado, o perdone que desee rectificar, pues es mucho peor mi derrumbe, dado fue como despeñarse por un precipicio, salvedad el itinerario por supuesto, aunque prometo que porrazo madre resonó en toda la jaula al estrellarme, ni un gesto tuvo por ayudarme. Nada quiero tampoco de aquel desconocido, brebaje inyectado estoy segura tiene algún fin maligno, mas cuántas veces le he jurado, mi querida y querido lectora y lector, soy devota firme del destino, rige su libro escrito, pero tenga en cuenta una cláusula del contrato, nada impide acortarlo antes de la fecha de caducidad sin hacer ningún tipo de trato.

En colectivo deprimida no me incluya, que yo me mantuve competitiva en novela, y en el capítulo penúltimo alguien acudió por aflojar cuerdas y mordaza. Lucha no hubo, brazos anestesiados, picor en el cuello y bastantes décimas de fiebre, ponga sartén sobre la frente y le cuezo el huevo y la liebre. Levantarme me resulta complicado, náuseas me prohíben embuchar, agua agradezco en jarra, y quien del codo me agarra avisa a doctores, virus la ha dejado gravemente enferma, sacarla afuera y encerrarla en habitación hasta que muera.

Confieso a mis leyentes un secreto, desde la infancia el tórrido termómetro en mis axilas jamás ha sido discreto. Soy experta en fiebres altas, tuve madre paranoica que le gusta ser heroína, me insuflaba ropa mojada en el severo invierno para sucumbir febril en los treinta y ocho registrados, y al informar de mi ausencia en la escuela satisfacía su enajenación, ¡felicitaban a mi madre!, préstele a la hija sus cuidados. Informe del día próximo, treinta y nueve muy candente, récord tuve al rebasar los cuarenta en torno a mi octavo aniversario, y en esa cifra debía rondar cuando retornó el científico mercenario, urgente llevarme al dispensario.

Un bombardeo de tosidos involuntarios rugió de mi garganta, son las calderas enfadadas de un volcán que avisa de su inminente erupción. Emanaba de mis ojos un vapor abrasador, de mis poros fluía una fumarada calcinante, resoplaba oxígeno incendiado por unas fosas nasales taponadas y sin olfato, y si pregunta matasanos por mi salud diré en señas la dolencia es la tónica, que el rojo vivo de mi gaznate me ha dejado afónica.

En ambulancia me llevaron a centro clínico, embutida en burbuja estanca, curioso que aún siendo traslúcido, pues las fotos al exterior se captan turbias y brumadas, me inunda la soledad, y en esa aberrante sensación arrancó a todo gas. Triste musical son sus sirenas que braman entre viviendas, curso es meridiano, dado vehículo percibo carece de avisar intermitente o desembocar en algún otro alquitranado afluente. Tardó en desviarse a otras lindes, mientras mi vigor empeorado hacía sentirme como un viejo, técnicos y médicos no dan aliento ni un cortejo. Conducen cual transporta una barra de plomo, o un saco de lonchas de lomo, así es la medicina sin ética ni corazón, para esa bazofia son meras estadísticas desde el entrañable anciano al ambicioso garzón.

Ingresé en registro con nombre falso, encerrada en planta de vigilancia intensiva para enfermos terminales, me arrojaron sobre sábanas sucias, cuidado y tratamiento omiten las furcias. Quedé abandonada, al destino me encomiendo y a su guion me entrego, que toda esa infantería desprecia mi cariñoso ruego, ¡denme un medicamento para mi cura!, ni cuchara se me procura. Por delante del cuchitril navegan, ojean por el ventanal si los cautivos se mueren o aún bregan, que de tener latido marchan a su silla, por miedo al contagio se sitúa a una milla, mas tengo el don de soportar calderas febriles, es ahora el único momento de huir por los raíles.

Fue caído el anochecer, marcharon los cernícalos asesinos, ¡descuidar!, se decían, mañana será cadáver, y de haber sido por su atención tienen los puercos toda la razón, que no tuve en mi estada ni agua ni arroz ni jabón. Quedó el personal mínimo, seguridad y varias enfermeras y celadores, ¡mirar qué están haciendo!, roban material del botiquín que al descubrirse extravío se escudan en haberlas devorado un puerco espín, ¡menuda sandez!, da el superior por válido a cambio de una tableta, justicia sería en paredón fusilarlos con una metralleta.

Bajé de fiebre unas décimas con truco infalible que entiendan reservo a buena custodia, ya puedo moverme con el noveno de la treintena, y en mis dotes de actriz inicié la parodia. Salté del jergón, con las piernas bulliciosas abrí puerta de mi habitación, y encaminada a mostrador, con un hilo ínfimo de voz, alerté a gendarme, hay un sujeto extraño en mi alcoba, quiso tocar mis genitales pero al defenderme se asustó, le puedo haber contagiado de mis virus letales, y en aposento continua escondido, dentro del armario o bajo la cama se puede haber metido.

Marchó el sabueso gilipollas, y tal como mi sabio leyente deducirá, su búsqueda resultó negativa, no encontró fantasma bajo hamaca ni a mí en el recibidor, e ignoró si repitió la tentativa, yo me fui con astucia laureada, desnuda de la mortaja identificativa y adecentada con el callejero ropaje de señora fiambre en litera exterminada. Esforcé paso por dar vitalidad, y ya en la calle ojeé sin testigos la parada del autobús, agradezco sus repulsivos paneles sean útiles un solo día y logren indicarme cómo llego desde fábrica a mi casa, cuyo barrio identidad no se me escapa.

Sin dinero es inviable el uso de transporte, piernas han de vencer esta carrera, por esa diagonal deduzco la lejanía recorte, mas en cada cinco esquinas hube de descansar, que los músculos ardían cual hierro en el horno de su herrero. Sorbo de agua me proveí de la fuente, cuatro horas de caminata fue por las aceras, no es tanto por palmos contados, ¡entienda vos mi enfermedad!, millones de gentíos con esa temperatura ni tienen ni esa mínima vitalidad.

"Cumplí mi misión orgullosa y heroica"

Heroica llegué a morada durante el alba, y al llamar a timbre preguntaron acongojadas mis compañeras, por qué no viniste estas noches pasadas, estuve enferma y acudí al hospital, ahora necesito pócima para ser sanada. Acudieron a farmacia, y ya ligeramente recuperada escribí, por primera vez desde partida, ¡misión cumplida! Del virus me he apropiado, inconveniente hay que es mi huésped, llevo semanas tumbada sobre cuyas sábanas nórdicas estuvieron al borde de ser mi hábito mortal, hoy son mi césped. Entregué el material, con su ayuda un mes tardé en sanar, y en recuperar la sonrisa es la historia concluida.

Olvidé este último parágrafo, ¡alto! dirá usted, que sospechara es real pues se asemeja mucho a la realidad, recuerde este relato es pura ficción de mi excelente genialidad. No obstante, si quiere tomar por cierta la vivencia está en su derecho, es su libertad, mas por vivirla con mayor intensidad asuma entonces ha sido usted cobaya de un estafador ensayo, ¡venga, valiente, me retó al comenzar!, y si prosigue en querer dar veracidad échese a temblar, se cocina en laboratorio arma vírica temible y espantosa, pero de querer saber su fulminante matanza dejemos para otro día este probable mito, tengo ya de escribir poesía el dedo frito.

 

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