Junto ese establo piojoso, cuyo rótulo garabatea que es un restaurante pudoroso, se haya el umbral que franquean a diario calaveras famosas, periodistas engreídos con su iris soberbio, enfocando al celaje celeste donde me embeleso con halcones y gaviotas, ¡no es posible!, interrumpe un anciano, que son del gobierno sus gélidas oficinas, y sus fachadas impiden traspasar hasta sus cocinas.

Gran razón tiene el sabio veterano, graznidos de estos cuervos recitan los libretos de cuales dramaturgos y comediantes les sonará su rúbrica, es oficio de política que en loros su engranaje lubrica. A erudito invité a sentirme conmigo, ¡venga!, vierto que por aquel acceso entró a principios de este siglo una chica desconocida, posado espontánea y discreta, entre bastidores se alaba su magnífica treta. Llegó andando por cual concurrida avenida desemboca en aquel litoral donde, al tórrido estío, un enjambre de gentío se tiende supinos sobre arena fina al cobijo de toallas, o dándose vuelta cual tortilla se fríe en la sartén, persiguiendo aquel bronceado tesoro del astro febo en un santiamén. Sin embargo, de aquella costa no proviene, pues a pesar de su oscuro pigmento veraniego nadie jamás ha visto, ¡pregunte de no creerme a camareros de terrazas!, o inmigrantes de las hamacas, o pollos achicharrados, responderán cada uno en su amabilidad, ¡de esta preciosidad ignoro su rostro, voz y habilidad!

Si vos es tozudo, investigue en la opuesta riba del asfalto, interrogue a esos inquilinos que desde sus nidos ven frontal un portentoso baluarte que, de pronunciar su cartel, dé por seguro les sonará, y en su entrevista la idéntica negativa le dará.

Invisible y menospreciada, emergió tras ladrillos de aquella esquina, taller de coches es el negocio, ¡buenos días, caballero y su socio!, tengan por bondad mirar fotografía de esta deidad, ¡díganme si la vio antaño o reciente!, pero asalariados niegan con la testa como pesquero audaz faenando en mitad de la tempestad.

De seguir su pista, cruzó el asfalto contaminado por este semáforo, bermellón, ámbar o verde le es indiferente la prioridad, que vigila los vehículos y su velocidad. Cruzado río de la histérica localidad, tres carriles transitan en cada sentido, y ya en arcén a las antípodas se dirigió sin disimulo por indagar en tripas de la pretenciosa atalaya, ¡atienda!, que yo encantada le pormenorizo su trastienda.

Para vos seguirme en la exhaustiva descripción, sitúese en cuyo diámetro descomunal entre jambas debió de confundir el arquitecto con los planos del garaje, pues por aquel inmenso pórtico ingresan en paralelo autocares y su carruaje. Ni carroza ni tartana alberga, mas su tráfico es antagónico, suplen a neumáticos las pantuflas que calzan las fétidas celebridades por babor, ¡fíjese qué estampa!, sustituyen el caminar por el desfilar, y quien se aleja de esta purria se arrima al estribor, ¡hágalo!, dado todavía queda la separación de estacionar un buque recién botado, si amarre en puerto está saturado.

"Muchacha misteriosa entró en edificio de súbditos y sicarios"

Adentro del vestíbulo, aguarda un paso fronterizo, son tornos donde azafata en taquilla de entrada la concibe por turista, y gorilas centinelas, tras examinar que bolso de la actriz no reviste peligro, le dedican una grácil mueca altruista. Arma de gatillo y proyectil es una quimera pueril, y cámaras registran su pase, ¡quién es!, aquella de figura esbelta que viste la bonita blusa transparente, exigua falda blanca que obra el increíble milagro de ocultar las nalgas, ¡fue tacaña la modista en hilo y cachemira!, y se ha de ser inculto por creer esconde daga o puñal, que luce sin camuflar el desplumado muslo al natural.

Altura ronda el promedio de nuestra especie, por las estrellas del firmamento no debe agacharse, mas tampoco entre ramos de hierbas y hojas secas ha de buscarse. Estatura compare con vigilante, a ojo es equidistante, y en cuanto a su musculatura queda demostrado la belleza es modelo por la finura en su esqueleto, ¡acepte mi reto!, y si tiene desacuerdo encuéntreme guerrero de bíceps tan escueto.

Mostró su identidad en acento sosegado, y rebuscando la funcionaria en una miserable caja de cartón, signo de cual empresa en quiebra recicla incluso cartones del vertedero, entregó su acreditación, ¡mire!, nombre que le identifica es verdadero, pero el resto todo falso, dado no existe por quien dice venir, título es falaz en registro mercantil, ¡busque si cree engaño!, en pócimas o ungüentos o víveres o un elixir. De acudir inspector a postizo domicilio se va a meter alguien en un buen lío, pero nadie desconfía de esa efigie tierna e inofensiva, ¡observe!, se imbuye en la moqueta de baldosas florecidas mientras los catetos de seguridad absortos la dejan pasar, ¡qué dicen!, apuestan su sensual vestuario el coto del glúteo va a rebasar.

Por desgranar las medidas del colosal recibidor tomo yo la calculadora de operaciones matemáticas, multiplico la anchura a oriente y poniente por su longitud al horizonte, sumo una isla de sofás ajardinados con plantas interiores, busco la raíz cuadrada desde la corteza terrestre a la bóveda celeste, opero la ecuación por la tara megalómana de tanto cernícalo, duplico el álgebra obtenido, y estresada arrojo el utensilio a papelera, ¡haré los números a mi manera! Simplifico y corroboro, que de tener su interlocutor al extremo opuesto de la estancia anule aspavientos de saludos o el barullo a gritos, dado ambos esfuerzos son estériles, pues en mímica se darían cuenta las cucarachas que sería usted pariente de primate, y respecto al vocerío se apagaría, dista del ártico al antártico mucha vía.

Hidalgos le sonríen, ¡buenos días señorita!, le adula un idiota, ponga el televisor y verá en telediario este pájaro a diario. Esboza en sus labios una curva seductora y dominante, y en la artimaña zafia pierde energía con su halago a gacela desafiante, ¡qué curioso!, justo el hipócrita leyó ayer noticia, acoso sexual a mujeres en trabajo gestionó con pericia, ¡cínico desecho!, sepa que en la ceremonia clavó su mirada lasciva al pecho. Reivindico yo que maja vista como quiera, que ni va de virgen frígida en el bodorrio de boda eclesiástica, ni exuberante en plan ama sádica, sino estilo que ostenta es pirámide atractiva en el desfiladero de su escote, ¡tranquilos, monos beduinos!, que hechizados suplantan el paso por el trote.

Damisela exhibía un irradiante cabello azabache, caída picada de media melena planchada hasta rozar sus puntas por debajo del romboides mayor en su triángulo, cubriendo parcial la cúspide del dorsal ancho, con sus ojos teñidos de ese claro verde prado que ávido ligón se queda hipnotizado, y sacerdote que degusta monaguillos les cobra el exorcismo, ¡despierta, pasmado!, te han desvalijado los denarios por ser un guarro embrujado.

Calzaba por fetiche blancos zapatos de vertiginoso tacón de aguja, diseño es de hebillas y tiras mostrando su pezuña desde las espuelas, ni se atisba peca o cicatriz a periferia de escafoides, pelaje impoluto, y con tal atuendo los hombres se tiran cual alfombra, ¡merluzos!, alegan que princesas no deben ensuciarse las suelas.

Circuló por aquel teatro de chácharas burlescas y jocosas, ¡por qué han de ser las tertulias educadas!, si su cátedra fue ejecutada en universidades sobornadas. Hay basura quien nació carente de tal asignatura, se mofan del taxista y del panadero y del fontanero, agravian a la secretaria y al parroquiano y a la gentil samaritana, y a la pobre que desahucian o la indigente que fallece en soledad tachan de marrana.

Impresionaba la dama misteriosa, que sentada en el mismo ágora mantenía imperturbable su faz ociosa, ¡increíble!, que yo hubiera estado indignada, calibre cargado y toda verborrea acribillada, ¡asumo y pido disculpas por mi arrebato psicópata!, mas puede prescindir usted de cualquier temor, que carezco de balas para tanta rata.

Se despidió apacible de la curia, y subidos la treintena de peldaños por cuya escalera vira en su ascenso por los cuatro puntos cardinales, entró en abismal sala de trabajo, redactores varones y féminas transcriben en símbolos el autoritario vocabulario de cuya dictadura adoran desde el porte al grajo. De norte a sur, de este a oeste, ni uno sólo, sexo indistinto, se ha preguntado a sí mismo por qué ha caído tan bajo, y conjeturo yo que en su etapa estudiantil tuvo por sueño ser un mandril aporreando un teclado, mas al tildarles de micos he de puntualizar, que simios son animales nobles e intelecto evolucionado, respecto a este espécimen comparado.

Entró en el mayor templo de la vanidad, y he aquí que les he oído matraquear sin ninguna piedad, ¡qué desgracia!, disertó un espantapájaros compungido, lava de cuyos volcanes formaron el planeta una casita presumida ha engullido, ¡y qué terror!, treinta litros de lluvia la calzada ha inundado, ¡dónde!, en tierra pantanosa que ingeniero de pacotilla ha urbanizado, ¡y qué tragedia!, por un virus de laboratorio se ha de obedecer al dictador, dado a rebeldes los chamuscan sus sicarios en el asador, ¡y otro desastre!, la contaminación de los coches es asfixiante, ¡vaya!, justo el miércoles estrenó el ministro traficante un deportivo de lujo despampanante.

Finaliza la emisión, y se me ciño a lo oído de las cotorras, se avecina esa hecatombe que deja al pueblo desconsolado, ¡paparruchas!, dije por inyectar coraje, ¡que se va el papagayo alegre y animado! Afligido sucumbe el proletariado al sofoco de la ansiedad, pues sepa de alba al crepúsculo y su bucle la elocuente cantarina es calcada, ¡qué repiten!, eslogan deprimente a fin de dar la enemiga esperanza por derrotada.

A paso tranquilo, aquella chavala progresó entre la filera de mesas, y ni uno sólo quiso despejar incógnita de quién es la novicia. Arrastró la silla con ese garbo que fue una delicia, tiene a diestra suya editora menopaúsica, y la pantomima de su presentación es de una farsa magistral, que ni un milímetro tuerce la cocorota, y se mantiene impávida obcecada en su santoral. De haberlo filmado, diría con la pantalla del ordenador ha hablado, porque ni cruce óptico ha obsequiado, mas nuestra heroína responde con merecida ironía, repite un rácano vocablo buscando por el mosaico la sombra del alumbrado.

Frente a ella hay un bocazas presuntuoso, pectoral selvático de vello rizado, ¡colega!, eres la envidia de cualquier oso. Diferencian que el plantígrado ruge esplendoroso, y este inmoral persigue carnazas como buitres, ¡cuáles prefiere!, el divorcio pomposo o la violación de un famoso, cortijos que se allanan, chusma chafardera que quiso saber las chorradas de la duquesa, si se acostó con el criado o desayuna rebanadas con frambuesa, ¡da igual el disparate!, divulgar enredos y sandeces es su endémico dislate.

A zurda linda su tríceps con el tabique por trinchera, es idóneo para la comodidad de nuestra guerrera. Aposentada en su rincón, extrae de su mochila juvenil herramientas de su labor, ¡cuál es!, para carpinteros es el punzón, y la moza va provista de portátil y un buen camarón. Mecanografía a esa cadencia que por el tímpano contabilizo el largo centenar por minuto de pulsaciones, y concentración es elogiable entre esos torbellinos de cacatúas parlanchinas que dispendian una sarta de chistes machistas y racistas, ¡lean sus artículos!, vilipendian toda aquella repulsiva infamia que luego reproducen en la intimidad de sus cubículos.

Sílabas de la hada naufragan en itinerario distinto, documenta cuánto ve y oye, ¡ay, si lo supiera su vecino!, pero ni cerdo ni toda la piara preguntan para quién trabaja, ni sienten curiosidad por cuya frase suya qué opinión baraja. Se creen a salvaguardo pues ostenta el objetivo tapado, pero audio cincela todo grabado, y fíjese hasta dónde son de imbéciles que le instalan conexión particular a las redes habituales, ¡enviado el contenido!, y no saben quién es el contertulio que lo ha recibido.

Tres años han transcurrido, y entre ese enjambre de creídos todavía hay petulantes que ni una palabra le ha dirigido. Su demencia febril, fatua y pedante, confía dé hembra el primer paso, ¡quién lo ha dicho!, bramido es del fanfarrón por cuyas ondas engatusa millones de vagos espectadores, ahí sestean las morsas en sus butacas cuyo aposento desprende ese fragancia que fusiona la peste de sudor y hemorroides, ¡cómo huele!, es un tufo que repele hasta las mofetas de los antropoides.

Convivió la doncella con esa bazofia desde las fatigosas jornadas hasta las frías vísperas invernales, y fue dando marzo sus postreros coletazos que dictador decretó encerrar la muchedumbre, ¡hierve el edificio!, y quien desobedezca al tirano lo despeñan por el precipicio. En reuniones histriónicas un becario inepto debatía, ¡qué mensaje mandamos hoy a la ciudadanía!, y el capataz a sus peones mensajeros imponía, ¡abran su libreta y editen mi dictado!, patán ha de dar sermón, ¡cómo!, con esa homérica fonética cual dota el arpa del mamón, ¡y el resto!, se preguntaron, ¡llevan lustros amaestrados!, en sus escritorios y platós los quiero amorrados. De recompensa se entregó la libertad, ¡vayan donde apetezca con absoluta normalidad!, que de pararles títeres uniformados en controles de carretera simplemente tengan credencial de periodista, y los fantoches se pliegan, ¡pase mi Vuecencia!, autorizada su licencia.

Jovenzuela rechazó su alianza, anduvo valiente por desérticas calles, y tenga por anécdota aborrecible que paisanos gandules y extranjeros apáticos desde balcones le insultaban, ¡ojalá tus tacones en rejillas encalles! Marmotas tomaron por concurso aplaudir con las saetas del reloj en punto, atronaba el orfeón superada la veintena de horas desde la madrugada anterior, y del rorro al dinosaurio asomaban por cualquier oquedad desde el interior. Gozaba el gentío que a fecha de hoy sigo sin dar crédito, y hubo quien apoyaba altavoz en la cornisa, música a todo trapo cuya canción ridícula a kilómetros se avisa, ¡de dónde sale esta mierda!, es el megáfono de una fanática lerda, ¡apaga esa burda serenata!, que avalas a cual esbirro mata. Palurdos a millones se grabaron con sus teléfonos móviles, y al publicar sus patéticas imágenes consolidan su estupidez a perpetuidad, ¡revise rostros de imprudentes y negligentes!, y verá el calco de la felicidad.

En despachos reinaba un garbo exultante, pues se acostaba hogareño el irrisorio obrero mutante, y pajarracos leales tenían el edén a su merced, ¡la plebe a joderse y obedeced! Contaba a vivo clamor un colaborador, que a esquiar partió por el puente festivo, y en el júbilo de la nieve tuvo para sí solo del tobogán al columpio y al tiovivo. En disputa contó otro cabrón, ¡vi la autovía vacía!, y por montes de vacaciones deambuló del jueves al sábado mientras compinche vendía por rutina la película de terror, ¡crecen miles de muertos que es un horror!, llegan a cuyas mazmorras de hospitales impiden compañía de su muerte, ¡los están matando!, vetan del padrón a testigos y amigos, y en el horno arde la rancia carcasa de viejos y mendigos.

Auditorio abarrotado contemplaba desde su sofá el rostro compungido del corresponsal, ¡por su palidez la comida le ha sentado mal!, pero todo es fingido, que apagado el foco estricto renace el moribundo, salta jovial y se pira a su refugio puntual, ¡dónde va!, siga otro trecho comarcal y toparía con la aurora boreal.

Se creó tal jolgorio en el entorno que se acercó a encantadora actora un rostro popular, mote suyo ocupa muchas portadas desde su periodo escolar. Jamás habían cruzado comentario hasta ese instante, ya puede enumerar homilía en monólogo o prosa en diálogo, que la diva putrefacta desfila en un viso prepotente típico del ser hortera, y conducta ególatra es tradicional en el arquero de guerra.

Causa de acercarse fue la ardía curiosidad de su anarquía y subordinación, ¡yo no obedezco dictadura!, contestó la moza con tesón y bravura. Ojalá fuera esta etapa un sueño equivocado que al despertar su pavor ya se ha fugado, pero tuvo la certeza de ser larga y duradera la pesadilla, ya que había por deshonra histórica una nación pardilla. Respondió taxativa, ¡voy donde quiero ir!, que ningún psicópata en el poder me dirá cómo vivir, pero el proceder es secreto, dado avanzo cada zanco a un ritmo escrupulosamente discreto.

Gusana que le escuchaba confesó haberse enamorado de su belleza, proveída de aquella fragilidad que antoja ternura y grandeza, difícil e inusual esgrimir sendos trofeos con destreza. Tales cualidades buscan un herrero y su pastora, su lazo de sangre es un hijo común que la pareja adora, sin estar casados facturan su lucro juntos, ¡y a qué esperáis al matrimonio!, aluden que sus corazones se veneran conjuntos.

"Propuso a la chica ir a casa del herrero y la pastora"

Ambos son horripilantes, la agraria dispone de narizota crecida por tanta mentira y chirigota, pues toda su parrafada es una burda conferencia, y confiero es amiga del presidente, si vos me firma contrato de confidencia. Se educó por clérigos dogmatizada, de ahí surge sus grandes dotes por someter a la víctima martirizada, pues carteristas y bandoleros prefieren sufrir en la cárcel un interrogatorio antes que de la ovejera su agobiante consultorio. Bien podría provenir de su infancia su carácter arrogante, le incrimina el fruncido ceño intimidante, y he de confesar que tiene tablas en las maniobras, pues maneja el rebaño de borregos con excelso talento, y en la doma se fija su perro muy contento.

Altozano suyo ya puede estallar baterías de artillería, que en zanja de pie permanecería, pues los mísiles silbarían por encima de cuyo casco le basta con el cráneo. Quebrado el argumento del vértigo, puede mirar al basamento del pozo, que los huesos de su planta mantendrán erguida su figura calabacín, ¡mírela bien!, según el tramo tiene distinto fin, es como un globo deformado o mal hinchado. Se inflama en omoplatos, se abolla en pleno desierto de sus costillas, se joroba su columna a sayas de la primera vertebral lumbral, su cresta ilíaca rivaliza el batido de sus alas con las hélices del cóndor, en jamones superiores hay pringosas porciones pródigas de grasa, y en perímetro del peroné se lo describo sin estofados matices, son arroyos de varices.

Del herrero desilusiónese de aquel arquetipo erguido y musculoso, de melena esplendorosa y su piel sudorosa brillante como un diamante, ¡es al revés!, barrilete rechoncho, alberga su panza embarazado que estuve por llamar a urgencias, va de parto el desgraciado. Es falsa alarma, tantee podría esconder tres balones de baloncesto bajo su camiseta, y pende, donde el capitel, ubre que apabulla de la vaca su teta. Greña es un manojo de ortigas y cardos silvestres, no peina tractor con su arada desde que un troglodita tatuó en su terraplén aquellos ciervos de las pinturas rupestres, y el tono mate es de un bruno manchado, ¡mándelo al bazar!, que venden jabones para su aseo y lavado.

De talla estoy que me meo de la risa, suena el timbre de la casa que de visita le avisa, y al abrir la puerta anfitrión se extraña, ¡hola!, exclama dubitativo, ¡juraría vi figurilla a través de la mirilla!, y de pronto escucha un rumor, ¡estoy aquí!, se oye de mal humor, ¡dónde!, insistió asustado, que sus pupilas no localizan ningún busto divisado. Sapo se halla a sus pies, ¡quieto!, que si das un paso sufrirás un traspiés, pues en el manto del felpudo se yergue el batracio peludo, ¡gran euforia haberlo avistado!, que de mover el zócalo de la zapatilla lo habría aplastado.

Destaca su cabeza, es deforme toda la pieza, tiene rasgos de neandertal aun siendo un mamífero actual, con su chato hueso parietal. Escaladores codician el frontal, majestuosa su pared vertical, y el cigomático presenta una insólita estructura chafada, mas en su maxilar guarda otra sorpresa reservada. Dicha es la corta distancia entre la mandíbula y el vómer donde esconde su carnívora dentadura, ¡cuidado!, que si conejo ingenuo se pone a tiro ejecutará a traición su caníbal mordedura.

Abortos monstruosos urgen de modelo, y castillo suyo se ubica donde las cumbres montañosas se frontal con el cielo. Forjador se cree artista, secuaz va de lista, ¡aunque hay un contratiempo!, tildar de sexual no miento, pero anzuelo es extraordinario, pues cuantía supera en clandestino efectivo todo el año remunerado, y tanto dinero esfuma ápice si hubiera de remordimiento, que fajo insultante de billetes da para lujosa villa arrancar ya su cimiento.

Chimpancés tienen su agenda de prostitutas, pero con soldados en autopistas apostados resulta que sus furcias temen a la pólvora, y el cotilleo dice tenían por feligresa asidua una madre joven, a quien la penuria le devora. Vivía con su hija en chabola campestre, escoltaba su guarida la pendiente adusta y un sendero de ruta costosa, mas de repente mostró una impertérrita pereza, ¡no contesta!, y es insólito en su naturaleza. Emisario enviaron con escaramuza singular, ¡díganos que ha dicho!, pero allí sólo había escarabajos y algún que otro bicho. Percibió su rústica cancela destrozada, ¡las marcas son inequívocas!, derrumbó el criminal a patada. Panorama destapó bártulos revueltos, y el zulo donde quizá amagaba dinero o marihuana impresiona por impecable, es toda una inverosímil hazaña no haber ni una tela de araña. Busqué a conciencia, ¡ni rastro de señora y su cría!, ya es demasiada coincidencia.

Quien no se hubiese convencido tenga otro asesinato, en ruinas habitaba un pordiosero arisco, ¡tengan paciencia!, es el mundo quien le ha humillado. Merodeaba ruidoso sobre tejas y ladrillos derrumbados, y a un oriundo le picó la curiosidad, ¡extraño su fugada cotidianidad! Se acercó hasta cuyo colchón mugriento era su cama, y allí sólo quedaba el telón protector de la humedad, un corcho secante bajo la colcha despedazada, salpicada de tanta sangre que a esa ingente cantidad implore cuanta quiera, ¡la muerte no concede caridad!

Rameras tenían un miedo atroz, y plan alternativo es el periodismo, que en los burdeles de sus camerinos hay muchas putas, se las follan desde el lobo feroz a directores con sus batutas. Elija peona del elenco, las hay morenas y rubias o trigueñas, ninfómanas o puritanas o halagüeñas, ¡cuánto valen sus servicios!, tiene cochinas para todo bolsillo, del expoliado aprendiz al ladrón caudillo. Pida cuál juego guste, que el demócrata dulzón prefiere su pastel sin condón, el republicano amargo exige mamadas por encargo, el extremista salado es adicto de hincar por el culo todo su taladro, y por látigo se decanta el populista ácido cuya oratoria es un inocuo baladro, ¡repase usted mismo la tabla!, que yo de continuar la carraspera me deja sin habla.

Cumplía la elegida con el canon perfecto, y aceptó la propuesta por la pasta exuberante del proyecto. Trescientas millas y de regalo un saco de pulgadas interponía la distancia exacta entre su factoría y la mansión, arribada se produjo un viernes al mediodía, aunque permítame que reseñe un incidente en la ruta, implicado fue un cazurro recluta. Sito en el mapa es aquel meridiano donde se embulle el centello del cometa, ¡qué ocurrió!, toparon en control mercenario, y sonó de la mugre su corneta. Chulesco exclamó el detective, ¡infringen pecadores barrera geográfica!, y entonces tuvo por excusa la conductora, ¡somos de la televisión!, y vamos por rodar escena pornográfica a tal dirección. Ordenó sin dilación se levantara barricada, ¡son cómplices altavoces del déspota opresor!, y debió de circular por vía interna su bienaventuranza, pues se aparcó en el olimpo sin mayor tardanza.

Resuelto este capricho de narrar el lance, reemprendo la novela ya dentro de la fortaleza, pues aquella primavera llovió con mucha fuerza, diluvios tantos que los pájaros soto toldos trinaban ¡qué maldición ha caído sobre esta región!, pues lunes reposan, mantienen sus alas alejadas de las aguas, y al martes siguiente prosigue esa descarga torrencial que en los ríos pescan con piraguas. Embravecidos desciendes de cimas y torrentes muy crecidos, ¡hay tramos desbordados!, pero nadie se entera, voluntarios se prorrogan enclaustrados los atontados.

Jardín pasivo de la morada tenía toda su estepa encharcada, que aquel abril llovió a raudales, y de querer pasear por el césped sumergido llame a su salvador, pídale que arroje urgente un flotador. Pateó sobre el entarimado de piedra recortada, y el interior aturde al juglar, ¡por dónde empezar!, que es una ornamentación fastuosa a rabiar. Tenga por ejemplo el balaustre, ese matiz es el abrazo de dos rocas metamórficas engalanadas con su vestuario de minerales silicatos, salen ataviadas en un sólido disfraz de inusitada guirnalda, es jade imperial de verde esmeralda. Tablones de sus escalones son portoro, cuyo mármol negro cristalino de vetas doradas y efervescencias blancas confunde al caminante por fingir el retortijón de un remolino goloso, ¡de dónde sale tanta riqueza turbadora!, salvo que algún atolón haya pirateado el herrero y la pastora.

Al presentarse duplo de malandrines se ausentó la zorra, ¡son cosas de negocios!, matizó imprecisa, y sin la venia de nadie se esfumó cual rayo en el denso azabache se apaga con ese apremio que ya lo advirtió la pitonisa. No obstante, su fulano de sonrisa sarcástica se muestra complaciente, e inicia un coloquio absurdo de farisea cortesía que decora por azar de fraudulenta lotería con una rima de poesía, pues esa morsa no tiene cultura, ni es ducho en la lectura. Correspondió por respeto la cortesana, y dado el viaje fue cansado ofreció saciar el apetito con un opulento convite, gambas rojas de puros aromas marinos, finos paladares perciben notas de yodo y salitre, ¡y adivine cuál plato le suplanta!, es filete que por tamaño de pechuga ha de ser elefante, ¡qué quiere de postre!, demanda sólo fruta, que pulcra forastera es de poco comer, y ya tiene bastante.

De modales antónimos es el manatí en el banquete, engulle con afín mesura de un pato zoquete, zampa que aún es poca su barriga preñada, y tras las uvas y un trago de alcohol pasaron a la acción, ¡espera!, hay que hacer la digestión. Se alzó de su potro, y senda condujo hasta portal fortificado, tiene cerraduras a raso de las baldosas, en la altitud del ombligo, y cierra terceto en la sien, ¡de puntillas alcanza su orificio el renacuajo!, décadas de antigüedad ha de tener unas cien. Si tal seguridad le parece desmesurada, quedaba por abrir dos candados entre páramos trazados por el cuarteado de los cerrojos, plante en la árida meseta la tranca soldada, y en la otra orilla del marco las aptas fallebas para su solemne atascada.

Atrás de su aduana, nacía un pasadizo lóbrego y sacrílego, cinco segundos se tarda en recorrer con pachorra su rumbo hasta ese horizonte donde asoma una portezuela mundana, pintada con una mezcla escabrosa de tonos avena y ocre, y que a diferencia de su regia predecesora sólo tiene un pomo, ¡vire a su derecha!, y abrirá obediente su brecha.

"Herrero construía artilugios maquiavélicos de tortura"

Emergió fragua sublime que hubiera sido el deleite de las cortes eclesiásticas, ¡de verlos ya sudo!, que con esos artilugios inmundos se inculpa a gritos el santo mudo. Hágase usted mismo un esbozo en su cerebro nogal, tenía el escenario un cariz artesanal, con su horno donde esquizofrénico arroja el hierro o el acero o el bronce, instrumentos hay por doquier de esta trilogía, y prisioneros medievales temblaban al pensar en el calvario que deberían de soportar. Curiosidad gatuna de la felina llevó a preguntar, ¡porqué aquel artefacto es hueco!, quiso saber, ¡y cuál quid es de aquel otro con roscas para prensar!, añadió sin dejar responder, ¡y del adyacente es mejor alejarse!, que sus puntiagudas aristas es peligroso clavarse, y yo prefiero pillarme el dedo con un martillo, antes del agrietar de ese rastrillo.

Contestó la morsa con una risa payasa, ¡yo invento estos cacharros!, artistas de otras ramas edifican a través de barros, ¡mi método es la forja!, introduzco en el fogón toda aleación, se calienta que jamás lo toque ardiente, agarro mi obra con tenazas, y usando de apoyo el yunque, que matriz es para serie industrial u órgano de emperatriz, aso el mazo pilón, ejecuto impacto aún a muchos grados, y trazo cuya forma germinada es producto de la esquizofrenia en enajenados.

Soliloquio en bufido estridente se explayó, y pimpollo en silencio escuchó, ¡barras planas dirijo a estar curvadas!, retuerzo y curvo y doblo y ondulo y arrugo a mi pecaminoso delirio, no arranco viruta, adelgazo grosores a golpes, estiro piezas a longitud ni se imagina su magnitud, remacho en la punta de los objetos, o uno piezas por construir gigante de las chatarras malezas, mas mi favorito es la soldadura, calentar dos varillas juntas hasta su magna temperatura, tan estupendas que se vuelve el metal pastoso, y al disiparse su canícula obtiene un rigor sólido y asombroso.

Por sistema de insuflar el aire adora el fuelle, es primitivo su hábito manual, mas en su artesanía faena pinzas y mazas, punzones y tijeras y cepillos y zarpas, y de haber prisa tiene ese barreño de agua, enfría presuroso su labor al rojo vivo, ¡para qué sirve la alhaja!, es de uso obsceno y recreativo. Villano confesó que fabrica reliquias únicas, coinciden los lotes en una etiqueta libidinosa, bielas son aberrantes, cigüeñales urden los maléficos maleantes, rejas complacen su pérfido erotismo, y consagra a diabluras las tuercas y pernos y remaches, ¡es de hábil cordura que la ambición de la huida taches!

Objeto novato labrado a profeso fue unos guantes, ¡póntelos!, le pidió, ¡cómo son!, debió de inspirarse en contiendas mitológicas, o en guanteletes de armaduras antológicas, pues cual manopla entregó no era algodón ni lana, sino una vanagloriosa joya de orfebrería, dado componía el mitón todo hierro, ¡aplauda!, que de esto saben las turbas amaestradas, y sonará su repicar a sórdidas campanadas.

Estoy convencida vos no entiende esta vestimenta, irreal tendrá en su convencimiento, ¡hágame caso!, levante su muñeca, flanco me es intrascendente, encoja fetal las cinco antenas ungulares de sus puños, ¡será como una bola de billar!, aguante estoico y persistente, y queda para el infinito la sandía postular. Dos roscas se ciñeron a pedestal de sus cúbitos, y ya puede ser usted doctorado en indescifrables ecuaciones, que por librarse son fiasco todas las operaciones.

Impresionaba el poco peso de aquel maquiavélico complemento, ignorancia mía deduzco en onzas y libras, pero esto es el preludio, que acercó otro cachivache, ¡qué es!, toman folio y lápiz desde el capitán al jefe apache. En lienzo plasme ese dibujo de chiquillos, una mayúscula uve invertida de la cadera hacia abajo, ponga palo vertical cual mástil de navío por el torso, una raya horizontal en trayectos opuestos para cada superior extremidad, y una tilde tiesa como cofa, ¡por qué se usa!, para fustigar al chorizo y la alcachofa.

En su ancha base hay gemelos zuecos, cuyos prototipos me recuerdan madreña artesana de una sola pieza, fabricada en verde haya la portan los mineros, los campesinos y los granjeros, mas se diferencian aún a estorbo de repetirme son de plomo, ¡qué bestialidad!, con ese ingrediente es imposible si le mandan ¡andad! Papo es duro como una piedra, caparazón de la capilla resiste un bombardeo sin grieta ni astilla, y flequillo de cantos ovalados custodia choza ideal para la ardilla. Retaguardia asignada al terco calcañar soporta inquebrantable terremotos y calamidades, y por equilibrio ¡traiga la medalla!, que yo estaría sin soltarme de la valla, pues tres tacos inferiores, dos delanteros y uno posterior, donde se colocan los tarugos, mantienen erguidas las venas y capilares que trajinan los jugos. A ras de los talones hay soportes con tornillos un cuarteto, y del calcáneo a las uñas en su regazo es trivial intentar sacar cuneiformes o navicular del envase, que ni con dinamita se suelta la pantufla maldita.

Dirían, del garrulo al moniato, que la sierva podrá levantar sus piernas, pero confío en mi culta gente, yo tampoco me despisto, y supongo sospecha está el error previsto. Gesto de levitar o flexionar, de avanzar o recular, suprimió a través de argollas ensambladas en los pilares diagonales, constriñe por el maléolo y la espinilla y en el estilóbato de las rodillas, aprieta por sombrero de la rótula, en la aureola del fémur estruja el vasto y el grácil y el sartorio y el mayor del aductor, ¡ahí está la escotilla!, se susurra la cuadrilla, ¡cuélate!, y cantará cual soprano y tenor. Por afianzar la ligadura empalma el cierre de las cinchas, son esquinas limadas que no te pinchas, y al apisonar logra erigir un boquete cuya extensión escuálida aclama todos sus adeptos y los zumbados hinchas.

Ya con las patas bien atadas, le ordena el barrigudo que eleve sus brazos cual águila imperial bate espléndidas sus alas, y al delinear ángulo llano con su clavícula dictamina el espantajo que pare su ascenso, pues ha llegado a cuya latitud procederá con el cerco tenso. Brazos de la mujer une a la barra crucificada, queda a valle del trapecio la encrucijada, y expectante percibe que el macho ibérico oprime las pulseras, turno preferente concede a septentrional, es donde aborda de la escapula su captura, oculta axila la ajorca por su circunferencia, humero asalta por proa y popa, supinador se entrega, redondo pronador rechaza ser el opositor, faltan aledaños del carpo, ¡pon y en paz!, que al abrochar es imposible escapar de este rapaz. Repite la emboscada al hemisferio austral, y al colofón por birrete del astrágalo tuvo la rea sometida a su severa atadura, ¡sanción se contradice!, es placentera y a la vez horriblemente dura.

Ensimismado en su tarea, reanuda inminente el pulgoso por su torso voluptuoso, ¡cómo!, es aplicando una lámina metalizada cuya amplitud abarca del apéndice xifoides hasta el montículo de la cresta ilíaca, ¡cuánto tapa!, el reborde costal y docena de costillas grapa, y descubre apenas los senos y el manubrio esternal de la prisionera guapa. Gira tornillo de chola hexagonal, caña efímera, rueda en espiral su nervio helicoidal, es de paso extrafino, y durante una pausa contemplativa caigo en el detalle que su molde es cual faja encorsetada, condensa su cintura, ¡lo nota la mártir!, que le falta movimiento y holgura, pero aspira y expira oxígeno a compás normal, ¡es simplemente la rigidez!, que le altera las emociones hasta teñir su estatua de una mustia lividez.

Masculla el maniquí que tiene dudas del juguete, pero pervertido ignora su debate, y sin demora agarra cuyo casco férreo quiere implantar en un periquete. Lo ha forjado al calor de su herrería, controlando el fuego en aquel rango del termómetro que los huesos arderían, y refinado ha sido en su yunque, ¡cómo se hace!, en su parcela cónica dobla el material caliente hasta obtener la forma circular, y su oponente piramidal de arista viva esculpe los ángulos y esquinas que espía imitador al acecho con su binocular. En el taco cuboides ha aporreado tramos a mansalva, ¡qué celada diabólica ha creado!, ya presto le desmenuzo con el verso afiliado.

Gola alisada y curvada se aposenta sobre los hombros, su peso anoréxico es la suma de una libra y un cuarterón, aunque si viera su apariencia hubiera votado por otro resultado el moscardón. Babera trepa desde pescuezo hasta laurear el cornete superior de la espina nasal, toda compacta con la salvedad de una fractura que encaja sobreexpuesta en el socavón de la dentadura, y al exigirle abriera su quijada entendió el por qué, ¡es una fálica mordaza!, lo que su diccionario censura. Atiborra toda la cavidad bucal, traspasa las almenas de los incisivos y caninos, y el témpano del glande si sitúa con el paladar por cofia, ¡qué dice la adolescente!, emite esos maullidos de asustados mininos. Adherido a una tapa, mediante tornillos de acero inoxidable enroscó al morrión, y al no ceder ni una micra desprende la secuestrada un dialecto de berebere o sumerio, pues desborda emes y efes las consonantes, las ges o la pes se incorporan a la danza tribal con malabares alucinantes, y de vez en cuando se distingue amortiguada alguna vocal, aes y oes son importantes.

Posee el artificio un segundo resquicio, va su rectángulo de la glabela al pleno cigomático, y en cuanto a su longitud transversal apura chaflanes orbiculares de cuyos párpados resguardan al dormir su prismático. A citada ranura puede dar clausura, ¡y dicho y hecho!, bajó la visera opaca, y dejó a la cautiva en esa atmósfera oscura que, quien la sufre, resucita con resaca. Logró en tal fechoría tener a la rehén fosilizada, que se mantiene estática por tal maraña atada, mas debe de haber algún complemento que no he descrito, ¡de cuál se trata!, arriesgo y digo elaborado por un tas de tajadera, pues su cabeza no oscila en ninguna trayectoria, trabada que ni tuerce ni alza ni agacha, inamovible cual dicta sargento militar, ¡mirada al frente!, y a callar.

Del ropaje ha de desvestirse, ¡quién dice tal blasfemia!, son aquellos rucios criticones, y con daga afilada va por los cosidos de las telas desgarrando a jirones. Blusa destroza en trozos salvajes, que lianas impiden salvar sus trajes, trapos desgarra en puzle de tres cortes con cisuras discordantes, y lencería sucumbe a la misma suerte del vestuario de antes. Balbucea desnuda las protestas que puede amordazada, y al llevar el texto a traductor sugiere algo referente a un intruso, ¡mas es imprecisa su versión!, que en fonéticas de momias y catacumbas es un torpe iluso.

"Quedó severa atada con el pueblo borrego y vago en casa"

Intrépida batalló contra la malévola máquina que le encierra, ¡vísteme!, chillaba por si le apetece conocer, pero ligaduras se mantienen intactas en su romo garfio. Intuyó que declinaba su petición, y dio ese bramido de la cigüeña que pide auxilio, mas fue frívolo y baldío, dado el ejército de la prole zanganeaba confinado, ¡nómadas y aborígenes!, tuvieron niños, enfermos y seniles recluidos, ¡apáñate sola!, respondían con desprecio, ¡putos gilipollas!, en barracas calcinadas había vulnerables y excluidos quienes por su lúgubre destino no se pregunta ni se investiga, ¡hágalo si se atreve!, y entrará usted en la misma liga.

Repitió un rosario de berridos con aquel acento hastiado y cabreado de los cándidos menores que, por la cobardía de sus padres bastardos, claustraron en la prisión de sus tugurios, ¡qué hicieron tanto tiempo!, maltratarlos con esa disciplina de amenazas que da mal augurio. Berreo aumentó por si captaba algún abuelo dando migas a la paloma, ¡ni lo sueñes!, o es epiléptica o lo dice en broma, pues el genocida los relega al ostracismo, ¡mirar el parque!, o la catedral o la plaza o el estadio de atletismo, ¡no hay ni un octogenario!, se pudren y se oxidan en habitáculos de cuyos mataderos son sus residencias, y al mareo que les sobreviene fulgurante deriva sin lógica en la despedida de un cadáver, ¡defunción le dan una desidiosa firma en tiza!, y den gracias si les entregan urna con ceniza.

Pelea la gladiadora por zafarse de aquellos amarres que le coartan de blandir la espada, discute en aquel idioma del que se desconoce el significado de su canto, pero los renglones de la sonata denotan esa fea sinfonía de llanto, ¡oídla!, gremio de mujeres la han de liberar, ¡mas es utópico!, que sus hermanas o sobrinas o primas o cuñadas están en su lar petrificadas, ¡y el premio se lo dan a vándalos y puercos!, que gritan e insultan y les atizan, ¡y granuja dice que se han de conformar!, pues hay a centenares con peor fortuna, que el ataúd es su última cuna.

Hoplita prosigue a pesar de todas las hostilidades, muge unos sonidos que se habrán de transcribir en escritura cuneiforme o hierática, estira de las cadenas con aquel tesón de querer resquebrajar los eslabones, rasga y frota y balancea y retuerce por ver la hilada rota, índice usa por alabarda y el duplo de distales en los gordos por cañones, y en el fracaso vuelve a cargar sus mosquetones, pero resiste intratables las murallas y su asta, y ruina es la suya con la lánguida confianza que le devasta. Quizá capté el fragor el barrendero o el cartero, o aquel que recolecta espárragos, o las cobayas que desaparecen en los trucos de los magos, ¡sé realista!, negocios nadie levanta la persiana, marioneta esgrime fachenda su revólver y bayoneta, endebles optan por el suicidio al que les induce su depravado profeta, y detectives que son execrables monigotes acorralan tribus y castas y linajes cada uno en su en cabaña, ¡guarden sus lágrimas!, que este bípedo vertebrado cometerá el mismo fallo mañana.

Resignada y abatida, afloja las embestidas con sus matacanes en aquel aspecto de ruina tenebrosa, arco abocinado se ha desmoronado, dovelas son un pedrusco, por saetera penetra un mastodonte, y adarve se cubre de la demolida escarpa en ese caos cual si hubiera arrasado una estampida del recio bisonte. De todos modos, aplica por su morrión aquella parranda del grillo en celo o la fiesta, pues cabe por opción lo oiga un vagabundo bonachón que suelte cuyas jarcias se abollan con maldad y delito, pero colectivo profuso en campos de exterminio vallados fueron reunidos, ¡cuándo saldrán!, eso quise yo saber, y al indagar por ermitaños solitarios que familia y allegados expulsaron tuve en todos la cíclica respuesta, ¡enfermo, muerto y abrasado!, por una dolencia supuesta. Coincide la crónica con eremita que vivía en fábrica abandonada, allí vegetaba y pernoctaba, ¡qué ha ocurrido!, su antro se ha reducido a un manojo de escombros chamuscados, ¡y qué fue de él es un misterio!, policías corruptos cumplieron órdenes del ministerio.

Gritaba paranoica en su calabozo con esa ira incandescente de la cabra, ¡por qué tanto gorgoteo!, ha dictado el delincuente sentencia macabra, mas la víbora se quiere divertir, y ni foráneo ni emigrante se lo va a impedir. Fórmula es saciarse de marisco, tiene aquel molusco suculento por el que buceadores se zambullen en la caza febril de su perla, pero se necesita el previo permiso que egoísta detesta, y cual buzo desgarbado se embulle de pleno en su cesta. Hunde el garrote inerte hecho una fiera, y por cómo lo embutió estoy segura que ni recuerda la anatomía de su pareja, dado asolaba el tubo elástico con la saña del ganadero al pillar la comadreja. Arreaba como el grumete que machaca el ajo, dando por la gruta a saco, y la técnica con cual agrede provocó unos jadeos que al sarnoso le agradó, ¡de qué te ríes!, sus glúteos endurecidos y las estrofa ininterrumpidas las siembra tu arpía trampa, y la severa inmovilidad degenera en ese temblor que olvídate de diplomas y copas, ¡es en la pantorrilla una rampa!

Gemidos emiten por proclama la misericordia de un paréntesis, dado la zagala quiere exponer su tesis, pero sodomita decreta el tópico del sobreseimiento, que si acaso aceptase pergamino sería el del testamento. Biografía que atañe es la del rapto, y aunque es notorio que refunfuña mantuvo glotón un ímpetu alocado, ¡cafre!, con ese friega la vas a despellejar, desde la cávea hasta de las bambalinas su yugular. Agitaba cual broca de torre petrolífera husmea el lecho oceánico, atosigaba de la quilla a la grímpola que daba pánico, y zafarrancho fue de tal dimensión que de las profundidades se apartaron orca y tiburón, ¡de dónde sale ese trabuco!, es de un verraco zopenco en la espeleología, ¡miradlo!, se aventura a lanzarse en ristre con tal desdén y pena que se insufla ánimos a sí mismo, ¡vamos, campeón!, se adoctrinaba, ¡aligera el salchichón!

Capitán que comanda el timón de carabelas y bajeles pierde los papeles, dota los navíos con los brocales y tulipas que apuntan a las tundras siberianas, y los percutores y estriberas señalan a las estepas africanas. Hiende que el emperador se siente coronado por los laureles, rige con aquel descaro que rasguña el volcán y engrandece su cráter, y los jadeos son de la presidiaria que solloza, duele como puñales que pinchan, pero tarado se ofusca en la meta de encontrar rubíes y zafiros hacia las cuencas intestinales. En inteligencia le vapulea un mosquito, y babosea en tal catarata que aquel fisgón titubea sobre quién la besa, relame con el ansia de un plebeyo, aunque es vomitivo como el morreo de un camello.

Jeroglífico que ronronea la afectada es simple de traducir, ¡basta, por favor!, que cuyas lesiones causa son de desproporcionada vileza, ¡cómo sanarse!, hay algún zoquete que reza, y a quien le queda el consuelo de los hospitales y médicos y enfermeras es todavía peor, que estas piltrafas aniquilaron cuanto les indicó un bárbaro desequilibrado, ¡funerarias ya abren expediente!, matan al opositor de su líder cabrito mediante la estratagema de no curar o inyectarle un suero narcotizado, ¡despertar, asnos!, que el golpe de estado ha triunfado.

Golpea tan al fondo que se aproxima al cuello uterino, y en la colisión la chica invoca un lenguaje que es difícil entender su trino, ¡déjeme intentarlo!, transcribo la súplica de quien lo está pasando fatal, ¡se quiere marchar!, pues los amarres y la armadura la mantienen en cuya posición le debilita y martiriza, siente su espíritu débil, y la plegaria que le asedia entona los salmos y versículos fatídicos que cinceló un pesimista sonámbulo, ¡suelta la pluma!, cuenta ovejas si te aburres en tu tedio noctámbulo. Insistió en el verbo de parar, que por su vientre revolotean aquellas mariposas que el rapsoda inmortalizó por amores, ¡mentira!, candelas suyas anuncian la vigilia de sacrificios y dolores. La flaqueza incita a su estado furibunda, se cabrea y se encrespa hasta el tope de prometer que le va a dar una brutal tunda, pero reto es soltarse de cuyas ataduras se ve llena, y cual maraña su futuro envenena.

Indiferente a la romería por la confesión, el burro sigue dando tumbos con la zanahoria, fluctúa desde la bóveda hasta el infierno de la pelvis, mas fruto de la casualidad, o tal vez prevista otra crueldad, el castigo se desvanece con una exasperante ambigüedad. Sea cual fuere la razón, suspira la rea en esa aceleración que, de oírla fantasmas, habrían huido aterrorizados, tomarían la casa por endemoniada, pero es tan sólo una reacción instintiva y refleja, que sus pulmones exhaustos sólo quieren recobrar la energía a tocateja.

Descanso perdura volátil y precario, pues con los ojos tapados ignora que se acerca la agricultora con un aparato de echarse a temblar. Apartó al mamarracho cuyas yemas pinzaban los pezones ajeno al decoro de que son sensibles al tacto, pues pellizcaba que el mordisco de un cocodrilo es menor impacto. Sé burló la matriarca con una metáfora vulgar relativa a extraer jugo de naranjas, y el macaco, que obediente se puso en el banquillo, dio un epitafio estrambótico y veloz, ¡cuál fue!, querrá conocer, ¡resulta que el botarate es eyaculador precoz!

Alimaña femenina que agarra las riendas llevaba cuyo armatoste ha descrito espectador desde anfiteatro como una barra de latón, ¡pregúnteme cuánto mide!, rebasa en suficientes pulgadas ese agujero por donde el corsario asalta el malecón. Inquirí al testimonio, ¡dime más!, o caigo en las jaulas del insomnio, y contó que una pértiga atornilla la cabrera a base de sus pies, perpendicular seguro, ¡aguarde!, que tapa la gamberra con el lomo su nítida visión, ¡ya se aparta!, y descubrió dispone de algún dispositivo, quizá sea hidráulico o automático, al horizonte es imposible confirmar, ¡ay, qué espanto!, pienso yo que habrá tomado por ganado, y querrá electrocutar.

"Se apuntó dominante la pastora diabólica"

Sujeto voyeur lo niega, ¡es otra finalidad!, pues la cúspide del trasto tiene el pico en forma de cúpula geodésica, y mecanismo misterioso ya sabe su utilidad, ha metido en aquel subterráneo donde retozan los amantes, o calumnian las ratas beligerantes. Por el tramo oculto es posible llegue a su cérvix, y confiesa el relator ha visto apretar algún interruptor, se mueve el barrote arriba y abajo, será inercia o el motor, y durante toda su basculación permanece el pepino dentro del camarote, a ella le atormenta, y a tipejo le deja con esa faz de entusiasmado pasmarote.

Se percibe su gimoteo lunática, cruje su prosa consonántica, y fornica esa longaniza que es envidia de sementales, perfora inalterable e inagotable, constante y simétrico, que ni se tuerce ni cruza la línea roja, tampoco se escabulle o se desinfla, ¡joder!, alguna frustrada se pondrá a rogar, ¡qué quiere!, darse tal homenaje en su hogar. Empeora el murmureo cuando su guardiana se explaye y regodea, recorre donde puede las carillas articulares costales, y la torturada sufre tal desquicio que pierde sus cabales, pero con rotunda indiferencia por su padecer frota las cutículas con la misma sutileza de cuales músicos acarician teclas de pianos, hay un abismo entre sonora harmonía y sus aullidos draconianos.

Joven se revienta del martirio, y cual imitación electrificada embiste su ser al unísono, ¡qué hace!, pretende derrumbar las cadenas que el pestañear hacen inútil, pero es todo fútil. Un babeo empieza a derramarse por la comisura de sus labios, y la opacidad del mineral le impide ver el manantial, mas ha de ser copioso, pues cae la cascada por la borla de la barba en masculinos, y en su lago desbordado fluye la lava por cuyo terreno esquivan desde su palco los estorninos. Gruñe que da mal fario, le es insoportable el castigo abrumador, pero esta bazofia egoísta e idólatra sólo se guía por su ardor. Mira la cazadora a su presa trémula, ¡ahí la ve!, se convulsiona su estatua a cuya proporción registra un sismo, y sus atroces chillidos son como la bruja que se quema en las hogueras de la inquisición, y aun así continua la urraca con su perversión.

Entra en cólera la chica, sus gruñidos amordazados es la furia clásica de una explosión, ¡escuchen!, los cañonazos alertan del pregón que se acaba, y dado desoye su aviso detona el escándalo de la ráfaga. Alboroto es descomunal, cualquiera hubiera afirmado que algún arco disparó cuya flecha hirió su alma maltrecha, ¡menudo griterío!, tengo dudas de si jura venganza, o es una oda de alabanza. A esos decibelios exorbitantes quedará en vano afónica, y espectros se niegan a socorrer, que se derriten de placer con su corroer.

Palanca se desliza por el hoyo abierto con esa alevosía que le causa un daño espantoso, y la fuente que fluye por el canal tiene un liviano cárdeno vergonzoso. Incisura debe de haber en la madriguera, ¡cuidado!, es la poltrona de la guadaña cuyo filo certifica el derribo de nativos y colonos que irrumpen en su morada, y esa caravana de jadeos en la prisionera corresponde al intento de curarse con su canto, ¡olvídese de medicinas y clínicas!, que estos asesinos se niegan a su rescate si es del bando contrario, y sabandijas repudian aplicar hasta las tiritas pírricas. Al contrario, estriñe en su gaznate una especie de collar que, por su opresión, le causa una incipiente asfixia, mas por insuflarse ánimos se conjura que ése será su tope, ¡es su único remedio!, pues se halla impedida de huir al galope. Constriñe que le provoca una caravana de suspiros, dado alveolos reciben el cargamento con un envío esporádico, y en la administración de las bombonas dispensa el producto con un reparto errático.

Jadea la protagonista, vocifera en la monserga amordazada que le quiten la huella, pero acto tortuoso es contemplar su agonía, ¡quién les va a juzgar!, si el magistrado turbio y corrupto se dedica a dar carpetazos, y las execrables polichinelas que se disfrazan de gendarmes emprenden esas abominables persecuciones a rabiar. Presión es calculada, sufrirá el cebo esa angustia la cual evita enfundarla en el sudario, y aplaza la jerga chabacana del vicario, mas por el desespero o el recelo insiste en el coro opulento, ¡basta!, es el vocablo que resume el sacramento.

Orquesta a sombrero de cuyo foso es su laringe emana una legión de sollozos y lloriqueos, y la odisea da tintes de que se desvanece cuando el cachivache emprende un trepanar esperpéntico, ¡dónde vas!, se lo digo a ese alpinista que busca un galardón funesto y épico. Piolas y piquetas y crampones hinca por las arterias y el uréter, rebasa el istmo, descuartiza por el endometrio y el miometrio, destroza de la tuba aquella minúscula rendija que comunica al infundíbulo, y desgarro es de tal exceso que el sepulturero se apresura con el letrero lapidario, ¡qué pone!, algo se inventa, pues locución de la beneficiada tiene un maleducado abecedario.

Intercala las palabrotas con el ruego clásico del perdedor en el duelo, ¡hubiese caído en la lona!, pero estaba muy bien atada la leona. De nada sirve esos poemas del favor o del amor, que la broca traspasa las bodegas en aquel instante donde por carambola se tiene una onomatopeya, ¡cuál!, es homóloga al desfallecer que sufre ella. Aguijón horada el colón y el yeyuno y la flexura duodenal, arrasa por el páncreas, y al dar estocada en el estómago tuvo la convicta el presentir que es evidente predecir, es un infortunio siniestro, dado chorros de sangre brotan a raudales, y su tráquea restringe las inhalaciones vitales.

Meses después de haber redactado estos párrafos, me escribió cuyo anonimato es el escudo de estafadores y tramposos, pues estupefacto por la tortura de la vasalla quiso saber el porqué de un final fatídico, en lugar de escoger aquel romance maravilloso y paradisíaco. Motivo es apropiado para lanzar este parágrafo a mis fervientes incondicionales y partidarios, ¡el personaje es una fábula ficticia!, y los crímenes de la autocracia son una primicia. Reflexionen en serio, que de los dos finales del relato quedara en ascuas el pazguato, ¡qué insensatez!, es una narrativa que demuestra la locura desatada por la sanitaria dictadura, mas voy a tener un gesto benévolo y generoso, ¡del guion advierto!, todo despotismo y esclavismo siempre ha tenido un trágico final en su concierto.

 

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