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Sonadas las séptimas campanadas en el templo a cuatro manzanas de mi alcoba, nació un nuevo atardecer sobre los tejados de horripilantes edificios, es aquel bosque selvático típico de la inmunda ciudad, y cuya atmósfera contaminada, al cobijo de ladrillos y cemento, impregna toda su oscuridad. Aquí, en estos nidos fatigados convertidos en improvisadas prisiones por déspotas políticos, asfalto y alquitrán sustituyen esos prados pintorescos donde el verde de los pastos se impregna del brillante rocío, motores rugen bajo cornisas cuyo trino es una blasfemia o un desafío, y de contemplar estrellas olvídese, que en esta urbe de hormigón se debe de clamar piedad a las farolas, apagadas se tropieza y prendidas forman aureola inasequible de una sola pieza. Dé gracias si puede contemplar el resplandor fugitivo de la luna, pues según su calle lo oculta fachada aquella con cortinas del peor gusto posible, mas si recorre a los descampados periféricos verá que contemplarla es factible. Lo hará entre el humo tóxico de tantos trastos, vigile que en la acera le atropellan bicicletas y patinetes, pues cabalgan esos subnormales jinetes, claxon tendrá por música en el río y chácharas mundanas es en los andenes de los afluentes su vocerío, mas si me permite un consejo váyase a un paraje rural, gozará de tranquilidad sin ese caos plural. Yo vivo en semejante infierno, donde las voces de muchedumbre idiota se me clavan como lanzas en cerebro, y si va a preguntar por qué no me traslado le daré una simple respuesta, para fortuna económica me faltan años de robo o acertar en millonaria apuesta. Ambas órbitas son inviables, delitos no cometo y timos se los dejo al paleto, y mientras aguardo llenar bolsillos prosigo en esta madriguera, tengo un rincón donde escribo, del aseo me distancia cuatro metros de pasillo, y una discreta estufa eléctrica que me sirve por caldera. Jornadas cotidianas transcurren en la calle, tengo amplias veredas preferidas que me transportan hasta lugares que reemplazan al valle, difieren tanto como de la alegría a la tristeza o de la fealdad a la belleza, pero estoy tan acostumbrada a patear por sus baldosas que apenas me percato de sus monumentos monstruosos o las librerías hermosas. Simplemente es ir despierta, esquivo a cual depredador es nuestra especie de dos patas, vienen por detrás o se cruzan o surgen por sorpresa de cualquier puerta, algunos son por despistados y otros mamíferos malvados. Por destino habitual figura la universidad, cobertizo donde se imparte enseñanza de leyes es mi facultad. Jardín es penoso, único árbol que yo aprecio es melocotonero del que me aprovisiono sus frutas en verano, hurto a escondidas aquellos estíos que no se adelanta cuyo imbécil arranca en mayo, ¡pedazo de alcornoque!, restan meses para su madurar, ahora son sólo un verde bloque. De ser ignorante date la vuelta, aquel umbral es la ruidosa biblioteca, hay quien se destornilla o rebosa su mesa de bebida y teca, mas si busca las aulas ha de volver a salir, pues por la ruta corta ha de empujar portal que su alarma dispara, ¡fíjese!, es un zanco cuanto del vestíbulo le separa. Mayoría de amigas pertenecen a este círculo, y en su abanico tengo por elegir a mi antojo. Mozo que me halaga es deportista patoso, estuvo el domingo jugando a baloncesto y terminó el partido cojo, pero narra el episodio con la épica de un líder, ¡cálmate!, que te vi sentada en compañía de un muchacho perezoso, horas de sofá frente televisor se zampa goloso. Ni uno ni otro son mi tipo, me gustan ágiles y atléticos, y mi mejor halago de ambos es patéticos. Margen le concedo a otro chico, vientre con un leve surco de abdominales, hemos ido a la playa en julio y agosto, mas incumple los requisitos con su verborrea insípida y aburrida, casi me duermo ante su monólogo en la arena tendida. Amistades féminas hay una chavala que es activista, los lunes participa en su luchas animalista, martes reivindica por el clima, miércoles en igualdad feminista, y de un brinco omito otras causas, tiene para todo el calendario anual ser la protagonista. A mí me explica todas las causas de su lista, pero el interés que le presto se lo demuestro en un sencillo gesto, ¡cambio de tercio es!, por mencionar otra amiga loca y divertida, que hoy dice tener novio y mañana lo echa de casa tras follar, a este ritmo la mina se va a desollar. Hermandad nos une desde la infancia, somos de físico casi trazado de la misma plantilla, pues ojos nuestros son de cuyo azul lucen los lobos árticos, cabello de larga melena rubia rizada que ejércitos en guerra piden desde su trinchera los prismáticos, dudan si es pelo dorado o una trampa del enemigo desafiado, y avispas nos envidian por el contorneo de la cintura, ensalzan la perfecta maqueta de nuestra figura. Báscula cifra los kilos por debajo del medio centenar, ¡qué gracioso!, las dos juntas no sumamos el astronómico volumen del gordo seboso, y talla a la cúspide es nuestra marcada diferencia, yo le rebaso frontal desde glabela, por hacerse usted imagen a conciencia. Coincidimos ya en el parvulario, jugábamos con lápices de colores, y en colegio aprendimos al unísono el abecedario. Mediada esa época de la enseñanza primaria quisimos un diario, regalo coincidió a cada una en su respectivo aniversario, y príncipes por conquistarnos brotaron en masa a partir del instituto, ¡a ti qué te pasa!, preguntábamos soberbias, y al balar el ciervo en celo lo despreciábamos a gusto, ¡lárgate!, que no sirves ni para sustituto. Hubo quien fingía su desmayo por besarnos, poetas sudaban tinta por escribir rimas con halagos, colaban sinónimos de senos con pudor o desvergonzados, y el cachas de turno venía a ostentar su músculo, ¡aparta, esqueleto!, buscamos hombres fornidos y tú eres un pardillo de bíceps minúsculo. Ocio nocturno fue nuestro coto privado, y he aquí arranco cuya historia es el origen de este relato, una noche de tal solemne serenidad que en aldeas ermitañas se vislumbraba constelaciones sembradas desde su estatua al infinito, ¡deténgase!, y contemple aunque sea un suspiro efímero ese marco bonito. Gocé de su riqueza pues me hallaba en villa costera, en cuyo paseo se expande a su ribera chiringuitos y bares y discotecas, hay foráneos venidos de los cinco continentes, caucásicos o asiáticos o nórdicos o aztecas. Ambiente es fantástico, puede usted comprarse un pincho de carne y comerlo sentado en el césped, mas si lo prefiere tiene enfrente la orilla del océano, ¡apresúrese!, que verá hay mucho huésped. Vegetarianos tienen lechuga, macho ibérico ironiza con ofrecer su zanahoria, pero ya conozco sus virtudes amatorias, es la mezcla de un cerdo y una tortuga. Música es moderna, locales tienen su terraza descubierta, y de pavos tenemos una enorme oferta, hay morenos y pelirrojos y esbeltos y guapos, aquel mastodonte de grasa lo dejamos para la tuerta. "Llegamos a esa zona de ocio y discotecas en busca de aventuras" Nosotras llegamos puntuales cuando en las saetas del reloj restaban dos vueltas al ruedo para alcanzar la medianoche. Entorno era espectacular, bullicio a toda máquina y eufóricos mozalbetes coreando sonatas que es un derroche, ¡cantan horrible!, eso suele ser por excederse con las jarras de cerveza o tener atrofia en su cabeza. Sigamos, desafinan que me rechina el tímpano, adelante hay risas, grupos que glorifican el jolgorio y cuadrillas que se disgregan, una pareja se morrea y aledaños hay dos frágiles adolescentes que se pegan. De broncas apártese, el alcohol termina con heridas y sirenas, y rebasados estos insensatos vemos un botellón cuyo espectáculo nos enturbia su visión los carromatos. Juerga dista mucho de aquellos borregos aburridos que en la segunda década de este siglo se quedaron cobardes en casa encerrados, un dictador demente se lo impuso, sus secuaces armados acorralaron niños y mujeres y ancianos, y los estúpidos plebeyos obedecieron entusiasmados, aplausos daban a sicarios como focas amaestradas en balcones y ventanas, concurso vanidoso arreciaba con ganas. Deje a esas gallinas en su corral, que nosotras subimos a escenario y venga vos a nuestro bando, jovial y alegre acabará ganando. Parranda es fabulosa, joven de camiseta ceñida por justificar cuota de gimnasio se nos acerca, mas habla un idioma que suena báltica, no tenemos ni idea si ha sido galán o nos ha tratado como a una puerca. Por si acaso sonreímos y apartamos, es jeroglífico su dialecto, y acudimos a cuyo coro es un desfile de peluquería, delfín lleva rastras, foca se ha teñido de caoba, salmón alardea de cuya mata es para piojos su selva, y aquel que muestra natural la sardina rasurada nos invita a quedarnos con afecto. Dos vasos nos sirven, y tras compartir el brindis proseguimos el recorrido, que en la peña hay doncellas e hidalgos, buscamos manada que sean todo galgos. En cercanías cuesta divisar, la cortina nocturna impide atisbar la lejanía, y decidimos proseguir el avance, pues en un corto trecho hay una plaza en desnivel superior, ponga cinco metros de catarata a cálculo ojeado, que por acortar camino subimos por la rampa ciclista, convertida en atalaya se tiene una privilegiada vista. Por butaca nos sirve su muro empedrado, y ojeando desde su platea los ocho puntos cardinales pudimos ver una dantesca pantomima, tres degenerados que son el prototipo de macacos paleolíticos, definición es literal pues visten aquellos disfraces de trogloditas típicos. Ubico a bastante proximidad, a ras inferior, comarca habitan los desgraciados donde aparcan carruajes, escena ignominiosa se asemeja a los reyes magos con sus camellos y sus pajes. Garrote empuñado en la diestra sostenía cavernícola de mayor altura, que por su brazo esculpido intuyo asiduo entrena la musculatura, pero es irrefutable que en su infancia suspendió la asignatura, ¡bobarrón!, armamento consistía en láminas y muescas y lascas de sílex, o azuelas y hachas de piedra pulimentada, o puntas de lanza de hoja flamígera y puñales campaniforme de bronce arsenical, dado cazaban gamos y corzos e inventaron la agricultura, ¡cacho cateto!, en sus manjares se excluía las empanadas o el solomillo de rorcual. Saco arrastrado por el suelo acarreaba el pequeñajo, de andar por nogales se lo va a zampar el grajo, y el siguiente primitivo gesticulaba emblema de primates, rezo sea estéril por extinguir, pues el futuro de la humanidad está en riesgo si descendencia logran reproducir. Pelucas melenudas son baratijas de bazares, un manojo que hallará rastrojos similares en cañerías de los hogares, y las barbas postizas se han cosido con esa apatía que son un bochorno, ¡quitaros eso!, decente decisión es arrojarlas al horno. Deambulaban con el peregrinaje de un gallo decapitado, y a las chicas en su estepa acosaba el mono aullando, la bestia alzaba la cachiporra, y el terceto abría saco vacío. Trotaban cuadrúmanos en su persecución, ellas en fuga y los pazguatos en lamento, pues ninguna confiscaban, dado las princesas huían corriendo en orquestas de risas, mientras clan escenificaba el arquetipo biológico de un intelecto prehistórico, dan saltos y brincos en un baile pletórico. Un gesto asumo de aquellos australopitecos provocó en nosotras una carcajada desternillante, pues además su indumentaria no estaba confeccionado a su medida, deben de haber adquirido en establecimiento con un precio irrisorio, sección habría de taras en traje vejatorio. Faldón les sobra por todos los costados, y en los saltos clásicos de quien pisa brasa candente le ha salido al larguirucho un huevo. Risotadas nos hacen llorar, e insuflé oxígeno por exhalar con ímpetu provocativo un texto nuevo, burla afilada que el mártir aludido quedó perplejo, ¡tienes el higo pansido!, le dije al pendejo. Otro besugo masculló con sus abolengos un lenguaje de las cuevas, reunión fue muy breve, y por sentencia unánime decidió alzar su vestimenta hasta lindar saya con el ombligo. Quedó expuesto un gusano anestesiado, ¡menuda miniatura!, necesito un microscopio por ver esa flácida criatura, es del tamaño de un chupete, ¡guárdalo bien!, que de extraviarlo costará de encontrar el juguete. Malandrín rehusó la batalla, y durante los sucesos a posterior nos deleitamos las señoritas en mofas que mantengo en secreto, alfabeto urdido escasea de ser discreto. Párrafos hubo por rellenar un folio, que por sarcasmos de su chiquitín hay una enciclopedia entera, machistas quisieran ese libro por arrojar a la hoguera, ¡es la joya de la corona!, que en sus escarnios mucha verdad pregona. Réplicas verbales de la refriega tuvieran una pausa al pasar otro grupo de damiselas. Abalanzaron pobladores de la caverna contra las gacelas, pero muchachas los esquivaron alerta, y el enano lerdo se dio la ostia padre en el regate, ese tipejo es torpe de remate. A grito pelado me burlé, ¡revisa por la arenilla!, puedes haber perdido la chiquilla, mas la guasa fue el preludio de mi ráfaga chistosa, compuse de sermones mordaces y alguna blasfemia apestosa. Cabestros se arremolinaron cual marineros en cubierta urden motín a bordo, ¡qué tramáis!, sois la deshonra de nuestros ancestros, y justo al concluir coletilla les vi encararse a nuestro puesto, diría que les hechiza una cólera si en mi correcta impresión encesto. Llegaron homínidos a la muralla, querrán grabar pinturas rupestres en pedruscos, pues es imposible atravesar su petrificada valla, mas descubrió mi aliada haber escaleras a sendos flancos, suben a cuyo envés albergaba un parque oscuro, asientos desiertos y plácida calma es ideal para brujas y su conjuro, y ante tal hallazgo la compatriota salió a la fuga, ¡sálvese quien pueda!, dijo irse a su casa, que en vestido ha detectado una arruga. Mentira absurda, ¡vuelve, ruin!, que tu calzado te da ventaja, mas exigencia fue en vano, pues el periodo de dar un cortés bostezo ya la veo allá al norte, ¡regresa, insisto!, de venir policía sospechara de haber cometido algún hurto. Esgrimiré al agente, ¡mire!, ladrones se hallan en andenes, aquí el delito son esos cernícalos que exhiben sus renacuajos penes, y repetí, ¡venga, vuelve!, que embriagados los gorrinos se perderán, los verás cual avestruces resbalan sobre témpanos congelados, pero ninguna razón le convenció, ha partido que la veo allá en el horizonte, ¡eso es ser rápida!, habrá descendido por la loma arrastrando corteza y lápida, pues considero un milagro ver el hallazgo de su silueta donde ya no le distingo ni la jeta. Absorta permanecí a la espera, ¡qué hago yo ahora!, mi compinche ha marchado sin saber si la partida es definitiva, sabré al mediodía. Acompasó el descanso el silencio de la melodía, antepasados se han largado, y aún aletargada escuché un crujido de cáscaras, o cual dado se lanzan orando por la suerte, tienen menos probabilidades de ganar que de encontrar la muerte. Provenía el extraño estrépito de un ángulo a mi revés, y al retroceder el cuello por identificar al infractor vi aparecer los descendientes de cromañones, han subido los mamones. Requerí de inmediato, ¡dónde vais!, y en su réplica tuve gruñidos salvajes, es un falso eco sintético de su jerga chimpancé. Maestro ha de enseñarles a leer, pero antes opto por huir precavida, que de este trío de gilipollas su ataque es lógico de prever. Ocurrió tal cual pronostiqué, surcan rumbo a mi encuentro, toca erguirme y salir cagando leches. Zapatos de vertiginoso tacón de aguja son una traba, pero si mi cálculo es certero llego ganadora a las escaleras, elijo a babor de entre sus hileras, y por sus escalones alcanzaré el gentío que me sirve de protección. Espetan los bellacos, ¡atrapemos la doncella!, fíjese qué descubrimiento mundial, el babuino tiene la potestad del habla crucial. Sentido del humor suyo es nulo, y convencida de mi decisión descendí veloz sus doce primeros peldaños, tuercen en cuyo rellano, mísero cuadrilátero exacto de dos metros de ancho por gemelo en longitud, daba continuidad a las graderías y otros doce escaños. De haber culminado su trabajo ya estaría en el muelle, pero debió de diseñar el itinerario un arquitecto ebrio, pues interrumpía inesperada el trayecto una plataforma, ¡quién ha diseñado esta escalinata!, me hallo sin salida en un púlpito cuya paisaje a contemplar son setos meados y garrafas por todos lados. Quedó atrapada mi evasión valiente en aquella construcción deprimente, y aproveché la delantera en fisgonear, habrá una abertura donde continuar, pero paraje me ofrece de alternativa su enmarañada maleza de espinas y zarzales, ahí sólo se meten insectos y animales. Púas son como uñas afiladas de felinos, he de deshacer el atajo, pero en la grada me topo con su tríada de inquilinos. Exigen que les pida perdón, ¡por supuesto que sí!, encantada estoy de darles la bienvenida a la civilización, pero disculpas en este matiz argumentan es ficción, ¡qué va!, ¡guardar el enojo!, detesto discutir sea un informático moderno o un neolítico flojo. Excusa les ofendió, mas insisto es antónima mi intención, por seres silvestres en la era de los dinosaurios tengo devoción. Incredulidad se reflejó en el rostro hirsuto de aquella jauría, ¡qué os disgusta!, se alaba crear fuego con el fruto de la fusta, pero insistieron que por mis injurias merezco una lección, ¡estoy de acuerdo!, asentí, sacar losa de cuarzo que para arqueólogo devoto son todo un mito. Tarugos avanzan, ¡quietos ahí parados!, pero mis sílabas le ha de sonar por galimatías, dado progresan en aquella formación que los manuales denominan escaramuzas, y al abalanzarse sobre mí doy exasperada una advertencia, ¡en setos hay tiranosaurio!, mas los palurdos me tildan por inculta, explican ¡se extinguieron hace siglos!, revisa el anuario. Cabecilla me pesca por el cúbito, ¡quita tus sucias zarpas!, pero se aferra cual tentáculo de un pulpo, y en medio de la batida, anaconda por mantenerme sujeta y yo por librarme, caímos ambos al suelo, yo boca abajo y el panzón encima de mí, ¡cuida tu dieta!, me superas en el volumen de teta. Horda le auxilió para evitar escabullirme, abordaje es impecable, y tras el asalto me requieren retire los insultos, ¡claro que sí!, confundí las hienas del Terciario con los brutos del Pleistoceno. Paciencia suya clamaron se agotó, y por relajar sus nervios les sugerí leche de cabra y centeno, pero estos carnívoros son de adustos modales. Por iniciativa emprenden reducir mis manos juntas a la espalda, rebeldía mía son convulsiones banales, me superan en número y fuerza, y tomando una cuerda de su mochila lio su trenzado en torno a las muñecas, ató que cada giro oprimía una presión que su amarre refuerza. "Aquel cavernícola consiguió mis manos atadas a la espalda" Respiré profundo mientras sogas aplastaban contra sí ambos escafoides, separar no pude ni un ápice, y al culminar la novicia atadura con los nudos pertinentes me quedé tendida sin oponer resistencia, ¡desátate!, que en la venganza no vamos a tener benevolencia. Bregué cual velero zozobra en plena tempestad, tumbos di con la furia brava de quilla que resiste, mástil ordenó el capitán plegar, ¡vamos a hundirnos!, las velas van a quebrar pues el huracán empuja que me arrastra hacia el peñasco, ¡evítalo!, que se va a romper el casco. Doblé en contra el oleaje, empujé hacia el omóplato y probé en área de pantorrillas, matemático confirmará hay bastantes millas, pero aguantó la sólida ligadura, ¡estoy por darte trofeo!, me sorprende la destreza de esa basura. Felicité al eslabón arcaico, maña tiene el bárbaro en cacerías. Pálida se quedó su faz, no dio crédito al mote adjudicado, y por réplica el simio contestó, ¡estoy harto de tus tonterías! Poseído por aquel instinto antropoide que es hereditaria, revolvió su petate al abismo, busca quizá un ramo de rosas o diadema de laurel el baboso seductor, pero botarate desenvainó un artilugio inaudito, sabe su uso del tonto al erudito. Trataba de una esfera, diámetro rebasa la pelota de golf, rudeza iguala al granito, y sabida que en su travesía rozara el cartílago nasal columpié la barbilla y el parietal, curvada en el defensivo reducto fetal, pero la sabandija desbordaba de rencor sediento, se le aprecia decidido a darme escarmiento. Ordenó escueto, ¡muerde!, mas yo contesté ¡ponga el armatoste a sus fósiles!, y justo acentúe la última grafía que rufián encontró una oquedad. Propulsó sin piedad, balón de pigmento esmeralda se impuso tras mis mandíbulas, y emití un rugido que es propio de bueyes o de mulas. Forcé los incisivos y caninos por descuartizar esa mordaza, haré añicos cual cocodrilo prensa sus capturas, pero superada la aduana de los dientes venció sus maquiavélicas diabluras. En retaguardia probé empujar del paladar hacia fuera, esfuerzo se demostró pueril, dado dos correas rodearon mi rostro por sus mejillas opuestas, reencuentro se produjo tras la nuca, y hebilla se estrujó en una unión inquebrantable e indivisible. Atronó entonces un redoble de consonantes inconexas, muchas efes y pareja en cuantía las emes, guardián al mando de mi radar detecta la incursión de alguna vocal, son las aes y las os, pero avisa de un correo en clave, se requiere de traductor, es arameo o sumerio o del antiguo árabe. Corríjanlo, exagera que delira, simplemente rastrero me retiene atada y amordazada. Vagando por los adobes, aquellos errores evolutivos me ofrecieron un pacto, despojarme de ataduras a cambio de retirar mi sacrilegio, pero privada de vocabulario recurrí a gesticular con la testa en vaivén negativo, mi rechazo es regio. Repulsa es debida a su vulgar chantaje, soba de las jarcias es un masaje, y en cuanto al impedimento verbal tampoco me provoca molestia, dado charla me ahorro con aquel rudimentario ceporro. Pillastre me quiere intimidar, opera cual pirata amenaza a su rehén con despeñar al mar, y escudero leal propone un baño en los abrojos, que me hará disuadir la mera presencia de los matojos. Pausa terció en el debate, y en aquel halo de reflexión arbitró el bucanero introvertido, ¡cuerdas hay a montones!, y a cordera no le socorren ni los hurones. Juego instigó, ha de tener título de aparejador o proyectista, pues sugiere una escalada que le puede contratar un alpinista, delinea por cuyo lugar corporal aguarde estos renglones, le detallo acto seguido el borrador artero que ideó el autista. Liana circundó en mis codos, acompasó con un susurro fino a mi oreja, ¡te vas a arrepentir!, y abarcando todo su contorno exterior aprisionó base de los húmeros a besarse, ceñidos a ese rango se me van a dormir. Suprimió cualquier resquicio con varios serpenteos en el acantilado entre ambos cerros, de horizontal a vertical, y su palmada al concluir sonó como un portazo, exclamando orgulloso al viento, ¡mirad qué bien he hecho el lazo! Brazos tengo que en breve darán ronquidos, caen en ese sueño de cuando se ralentiza el flujo sanguíneo o se pinza un nervio, pero si con este burda estrategia creen voy a cansarme ya puede concederles diploma de aficionado, que me apunto a su propuesta de pecado. Denota mi actitud que permanezco inactiva sin ninguna acritud, sé su bando prepara una compleja enredadera, ¡pon y enrolla y aprieta!, confío sea duradera. Proponen un traslado, buscan provocar en mí ese pavor exclusivo de una aterradora pesadilla, son tres merluzos que su máximo logro ha sido espantar a una ardilla, pues se les ve indecisos, ¡panolis!, hubiera dicho, me tenéis acorralada en los frisos. Por motivarlos interpretaré guion de actriz, rol emprendo de estampida, pero si testigo goza de una neurona sabrá fue provocación, dado en menos de un palmo placaje secundó la acción. Contacto físico aguerrido provocó un suspiro excitado, y con la vergüenza derrumbada se inició el ritual lascivo, surge de las hormonas por su comportamiento intuitivo. Falda me despojaron en el arranque precoz, y por dificultar su fechoría pretendí dar coz, pero erré la mira telescópica, y ofensiva extraviada en la atmósfera resultó ser una aspiración utópica. Revisó mi armero las provisiones de artillería, del pubis al talón se halla yerma la guarnición, y existencias en flanco norte se auguran al carajo, dado desabrocha los botones de mi blusa un espantajo. Reto quedé a la expectativa, cómo piensa el payaso proceder al expolio si las ataduras impiden franquear barreras, y en el barullo optaron por estirar rudos de la vestimenta, ¡parar, mentecatos!, haréis de la túnica un rosario de jirones, pero insistieron al extremo de que gracias han de dar a la mordaza, pues prometo hubiera derramado un repertorio ingente de palabrotas en el diccionario, se merecen elenco disponible al completo en el recurso literario. Efigie mía lograron exhibir desnuda, práctica han adoptado de cual despelleja un mamut o rapa al mastodonte, resollando con aquellos berrinches que la cultura nos ha educado del bisonte, ¡tocarme con cariño!, a la caricia melosa me ciño. Al desenlace llamaré a su concubina, contarme si vuestros gladiadores os adulan o son sus rimas como el estruendo de una bocina, pues conmigo se comportan que he visto mayor amor en el granjero con la cochina. Miro y no me corresponden, murmullo amordazada y no me responden, ¡qué hacen entonces!, al hemisferio austral dos se esconden, y esquimal en el septentrional agazapa lianas en mis tobillos, empuja los tarsos a tocar de mis nalgas, muy juntas, albergado el calcáneo en cojín de cada glúteo, ¡y continúan!, propósito es rodear los muslos en cuya zona cuádriceps mira con vértigo el precipicio, circuncida y en la quinta vuelta se filtra entre huecos del femoral y el gemelo, serpiente se constriñe que a la carrera dé por seguro pierdo el duelo. Asevero rotunda porque mis zancas quedaron dobladas cual anca de rana, arqueo agudo es inexorable, baldío el intento de estirar o emprender un trote loable. Capricho me han notificado, hasta el alba me van a secuestrar, mas si persiguen este anhelo mucho habrán de mejorar, pues su tertulia advierto la polémica, discuten si agazaparse entre las matas o introducirme en su carroza, dado mi peso es el de una modelo famélica. Delgada estoy, me cuido esbelta y atractiva, pero incluirme en catálogo anoréxico es gratuito berrear, ¡ponedme en balanza!, diatriba veréis que no marcan los dígitos escuálidos de marear. Broza tupida y el follaje resultó ser parca, las aureolas de los focos hacen penetran una niebla luminosa que anula su cortinaje azabache, y tras su postrero litigio monótono optaron por migrar a su automóvil. En equipo me alzaron al vuelo, ¡asirme fuerte!, murmuré en mi censurada monserga, que en darme costalazo del dolor no encontraré consuelo, y alcanzado el medio metro de altitud vi la escotilla del saco abierta, ¡oírme!, ahí encaja la alfalfa y la patata, que yo no soy verdura ni anchoa para ponerme en lata. Prisionera no tuve elección, y cual fardo contiene alijo saqueado noté el arranque de su galope, dudo si voy a lomos de un burro o espantadizo antílope, pues el traqueteo es idéntico al neumático sobre adoquines o el fragor de los tambores sacudidos por inexpertos alevines. Sé por el ascenso que la senda trepa, y en la cadencia de paso parsimoniosa y trabada gritó uno, ¡no!, ¡no!, ¡no!, allí hay un sujeto, ¡vayamos por esa cañada!, pero si me ubico por sus crónicas surgió otro fantasma, ¡no!, ¡no!, ¡no!, viremos a la izquierda, ¡parar ya!, que me siento cual peonza y ardo por enviaros a la mierda. Hubiera abroncado, ¡decidiros ya de una maldita vez!, que en esa incertidumbre perpetua íbamos a cruzar de era, ¡mamarrachos atontados!, pero subsanado el lance alcanzaron la explanada, meneo es sosegado en el llano, ¡correr!, ¡nadie se divisa!, y se alivia la carga, aunque en la bajada fue como una piragua en la somanta de bravas cascadas, a regatistas novatos en su estrena la proeza les amarga. Al freno le suplantó un ruido de cerradura, y al asomar mi periscopio ocular distinguí felpa de un gris marengo sobre la que estoy acostada, ¡majaderos!, sacarme de aquí, que estos habitáculos son los maleteros. Cacharro ha de ser cuatro plazas, quepo en los asientos traseros, pero los gamberros retrasados no cayeron en este detalle. Obstinados tenían otra idea en mente, portaron máscara opaca con la que cubrieron todo mi rostro desde el cuello a la sutura sagital, salvo orificio nasal por el chorro de la respiración vital. Cordel cincharon, y abdicó el crepúsculo sombrío del recinto ante una impertérrita negror típica de las tétricas catacumbas. Reconozco que al percibir su extenso infinito me sacudió un escalofrío que floreció primaveral por todos los poros de mi piel, acrecentado por el chirrido de las bisagras y la plancha acoplarse a la carrocería fiel. Arrancó motor, auto emprendió la marcha, y rapto se ejecutó con este método tan ramplón. Extraña sensación fue ir cautiva en el camarote posterior, tuve ocasión por meditar, y si vos siente curiosidad por mis tribulaciones yo encantada le narro varias fases de mi cavilar. Ejemplo inaugural es su morada, supongo ha de ser guarida suntuosa horadadas en rocas sedimentarias, macizos de esta comarca son calcáreos o volcánicos, y presagio en un recodo columnas de flamas, sectario aducirá se realizan ritos satánicos cuando en verdad será su hembra huraña al fogón, ¡óigame su cónyuge!, que al menos estos holgazanes le traigan carbón. Tabique adornará puro arte, pioneros colonizadores se colgarán medallas de héroe, el por qué se halla en la tapia, hay rumiantes y paquidermos y damas que las atan, y si en su exploración les ve escandalizarse sepan es todo hipocresía, se apuntan desde pícaros sacerdotes a jueces para esta fantasía. Previsto en memoria había otra exposición, pero viaje fue muy corto, granujas no tienen ni chabola hecha de ramas, pues conductor ha torcido en arteria rural, acierto aun teniendo los ojos vendados por ese aroma de humedal. Cede la portezuela, y en alianza unánime me aterrizan sobre cuyo cosquilleo me reveló es un colchón de flores esponjosas y su parda alfombra. Suavidad me asombra, he trazado otro perfil de estos grillados, pero la fineza es una cualidad que todavía han de depurar, ¡hágame caso!, experiencia es un grado y el suceso una efeméride que en mi cofre de hazañas he atesorado. Paréntesis es inusual, se oyen unos roces que evocan de perneras sus desgastes, ¡vaya a saber!, su próspero olfato puede haber percibido cuales raíces y semillas les alimentan, ¡degusten por mí tranquilos!, pollo y arroz para mi digestión arguyo. Remueven que se discierne el envolver del racimo, atino con el episodio o ya desvarío, pues labriego me amonesta por la osadía, sin clavar nunca la azada en el huerto es imposible diferenciar labrar la tierra de enterrar la muerto, ¡entiendo caballero su fundamento!, pero baso mi análisis en que el audio es característico de un remover arcilloso, confuso en el rumor de fondo es cierto, dado le acompaña un carcajeo libidinoso. He pensado que campesino cultiva feliz, aunque una porción de mí racanea en el diagnóstico, estos pescadores y recolectores son un clan agnóstico. Información pudo ser tardía y ambigua, dado me costó comprender hasta que sin previo aviso una quijada hambrienta se posó sobre mis pechos destapados, ¡glotón caníbal!, así se devoran sandía, y esto es una mama sensible entre el serrato anterior y el esternón, a bribones que sus arcas desvalijan se les fusila en el paredón. Digo yo que quiere inmolarse, pues prosigue y asedia cada torreón de los pectorales, estruja como si pretendiera escurrir pócima de su conducto lactífero, ¡asno testarudo!, vete a la granja y pídele litros al vaquero. Cesa de su ímpetu el mal amante a la quinta tentativa, di adiós y lárgate, pero el único cambio es aplicar lamidos y sorbetes con aquella exquisita dulzura difícil de olvidar, dado enciende mi chimenea y un calor me empieza a inundar, le llaman los castos moralistas el amor, cuando en realidad es de la pasión el efímero arranque de su clamor. Muere esa emoción fugaz y fenece sin tristeza, pues al rescate acude la buena venturanza de un deseo, un flirteo que si intenta retenerlo sólo conseguirá empeora la situación, ya que por un misterio que la ciencia mercenaria se niega a desvelar se dispara la temperatura de la excitación. Al pecho se queda enganchado y a las carnes lleva sus huellas dactilares, impulsado a cuya febril calentura marca el mercurio del termómetro que va el bellaco muy sofocado. Cansada estoy de su medir, ya lo pediré yo alcanzada la cumbre del proceso, pero por ahora nada le voy a impedir. Conexión saboreo cual a ingenuo mocoso le atrae las golosinas, apreté el vientre, separé las piernas al máximo de su elasticidad, y debió de ser el posado o las olores de mis hormonas, que percatado de mi oferta inició fiera la ceremonia en cual son expertos los leones y sus leonas. "Eslabón prehistórico penetró su taladro hasta el fondo" Discreparía espectador en que aquel orangután ignora el significado de lubricar o seducir, y su taladro hundió tan fulgurante que de haber balizas por obras habría arrollado. Impacto al tope me provoca un pensamiento delirante, lombriz fútil juzgué desde el cielo, error asumo y el veredicto anterior cancelo, ballena ha roto con su cola todo el hielo. Arroyo inundó el sótano, e impresionada gemí a cuyo volumen vino productor de conciertos, ¡eres quien busco para cubrir el puesto de soprano! Háganme un favor, mi querida tropa aquí concurrente, y dígale a quien me adula que venga en otro momento, que se vaya a visitar al tabernero, pues yo me hallo soto el embrujo de un portento. Hablo de aquellos anzuelos que justifican en el planeta nuestra presencia, sé que será un recuerdo por su inexorable ausencia, pero en términos de presente habría de verme, si estuviéramos al refugio de un naranjo quedarían sus brancas áridas de cítricos, que los embates repercutían con ese coraje de campeones míticos. Quisquilloso sale en discordia, tumbados sobre nieves qué hubiera ocurrido, alud acaeciera y el manto de copos que arropa la ladera se habría derretido. Broca se habrá enganchado, pues se ha introducido por el sendero y de la profundidad no ha emanado, ¡respira!, pero pastor esgrime estar entrenado, puede aguantar rato en la fosa ajena sin quedar lastimado. Permiso le consiento a su maltrato, al taladro sólo pido evite perforar la veta, pica donde jamás ha escarbado minero, al regreso cuénteme si ha encontrado rubíes o gemas que guardar en el joyero, pero la petición desoye, que con su estaca fabrica los jadeos de mis turbinas guturales, explosiones mías le ensordece y el encargo desobedece. Razón tiene, resoplo con aquella intensidad de los búfalos vigorosos, pero ruego comprenda mi coartada, que semental se mantiene a piñón fijo, constante, marcando un compás trepidante de adelante y atrás, recorriendo la fosa con total impunidad y descaro, mas para ser honesta he de confesar que el contacto me vence, aislada suspiro cual vapor produce la locomotora a cuya potencia editada me encanta y me convence. Danza de su candor exijo que siga, de ser panadero le reclamo quiero hasta la última miga, y bandido debe de haberme entendido, pues prolonga con esa facilidad pasmosa que me conlleva a pensar en la quimérica posibilidad de postergar el minuto maravilloso desde este trance hasta la eternidad. Cronómetro se jacta, vamos por el cuarto y cercanos a la mitad de la hora, eclipsada me he descontado por la hamaca mecedora. Me lía el vicioso al ralentizarse, lo hace intencionado cada vez que me ve descarriada, pero alimaña es consciente que me altera, dado me expongo con las rodillas extendidas a los lados contrarios por dar cabida, ofrezco vía libre a un martillo forjado por los dioses, que a cada azote en el yunque me provoca un aullido excepcional, repleto de ies latinas que también se reproducen en las alcobas palatinas. El número se acrecienta si detecta audaz cuyos síntomas siguientes le voy a describir, ¡tome hoja y pluma estilográfica!, que minuciosa en las notas se lo voy a transcribir. Latidos se aceleran, tensor de la fascia lata se atiesa, nervio isquiático se electrocuta, piriforme se torna rígido, y la cumbre del cuadrado femoral transporta la carga al costado sur. Ilion le apremia, ¡deprisa!, hay un temblor que va de la sínfisis del pubis al centro de la médula, es un hormigueo travieso que le causa la libélula. Parásito lo tiene muy incrustado, dinamita es el orgasmo que ha de ser denotado. Mecha ya ha preparado, tonel ahíto de pólvora, istmo ha dispuesto de barricadas por resistir los baluartes, pero la lluvia de meteoritos que arroja la catapulta es demasiado diluvio, y de pronto, como si la diva estuviera escondida entre la plebe del auditorio, emití ese cántico que a libertina le inspira y al puritano le turba, detesta la armonía de la lira. Se entona a categoría suprema de los decibelios, y aunque mordaza mantuvo su empeño sepa alcanzó mi timbre el acento de ahuyentar al zorro, es el efecto secundario por la picada del abejorro. Bucle interminable causó aquel neandertal, habría desvanecido los duplicados del seísmo si hubiera aminorado, pero mantuvo hasta llevarme al desconsuelo, ¡acaba ya!, que el pillastre me engaña al darme una esperanza que disipa y retorna con táctica a siamesa semejanza. Va y vuelve y emigra por divertir, a través de esa técnica se quiere divertir, y superado el centenar advertí un soliloquio tacaño, es el prefacio de aquella anécdota que las perturbadas moralejas comparan con el morir. Manguera descargó que dio para apagar incendio, pero aquel líquido ha de ser combustible, o tiene en su composición algún ingrediente que funde de la cordura su fusible, dado al retirarse permanecí inmutable, es un tercio del álbum coleccionable. Arrogante se apartó, quedé yo tumbada en un estado sedativo, ¡ni se le ocurra llamar al doctor!, que esbirros masacran a pacientes que les imploran un tratamiento curativo. Medicamento que yo necesito se suministra en barra, consta de un glande cabezudo por cual derrama el jarabe, ¡léase el prospecto!, se recomienda agitar antes de tomar. Sacuda melosa, que aunque no contiene osamenta existe el peligro de quebrar, y sabrá su disposición a ser servido por su dureza y envergadura, multiplica por ocho para poder meterse dentro del chocho. Qué ordinariez, pero puedo entregar un alegato, ¡lo pide el profesor!, y yo le confiero que el poema romántico finaliza cuando me folla el sucesivo jabato. Sastre va directo al descosido del traje, zurce con la aguja en cuya desenvoltura genial es un martirio, remienda e hilvana que cuanto dura el chasqueo de las falanges yo ya he caído en el delirio. Laringe resuena perenne su campanario, que el costurero sigue con su cinta métrica tomando medidas, atuendo va ajustado y empeñe de sus fibras elásticas, apunte cita en almanaque para celebrar las onomásticas. Sayo dice ha de remodelar, ¡agradezco, modista, su trato!, pero me he escaquear por obligaciones, tengo talento innato y compongo canciones. Fíjese que lo demuestro en persona, mis dulces serenatas le agasajo como buena anfitriona, y aun así se mantuvo firme con el hilo, cose inagotable desde la esquina al filo. Bramido cérvido emití cuando aguijón se hincó al misterio abisal de mi pozo, alocada soy todo gozo, y rezo se hallen lejos cuadras y pocilgas, voy a despertar las rucias, pero si me reprochan los chillidos verán puedo ser igual de terca, es la solfa de cuando se estrecha la tuerca. Remendón ha punteado cenotes inexplorados, y en el recreo de su pericia me permito olvidar quién soy, oficio me es desconocido, y dónde voy creo que tengo por vecino un rebaño de ovejas o ganados. Espectáculo es sólo para mayores, que es sus sádicas empotradas me restriega por la moqueta terrestre, rodaduras embalsamadas ojalá lo muestre. Desglosar es una herramienta para que epopeya perdure sin olvido, y lo hago en cuyo romancero de estrofas es la serenata insepulta, ¡anota trovador!, que la entono en una sinfonía de resoplidos que van del exhortado al cortado, ¡escriba sin falta mi apelativo!, por incluirme en aquel salón que sólo da cabida al superlativo compositor. Véame, soy la ola encrestada que irrumpe en la costa y vuelve de cuyo firmamento proviene aposta. Soy como esa hoja otoñal mecida por la fresca ventisca, que al posarse toda la hojarasca le quiere y se arrastra entre congéneres que la intentan retener, ¡por qué!, les alucina sus gamas ocres o el bálsamo lozano que destila, pero si me obliga a elegir algunas de estas metáforas diré me es indiferente, sigo atenta para travesura desplegar con mi pariente. Ancestro picaba increíble en las regiones recónditas donde las betas de oro y diamantes son vírgenes, pues sus predecesores se quedaron a mitad de la caminata, ¡meter hasta lo remoto!, pero argüían que su límite es cuando la cadera les golpea el escroto. Piltrafas añejas será un buen servicio les devore un diplodocus, decepción me comunica el cocinero, espécimen fue vegetariano, deja en paz el jurásico al mosquito y al marrano. Respuesta le daré el jueves, ahora estoy ocupada reventando mi gaznate en jadeos endemoniados que tan agradable sonido ruego colofón rubricar. No obstante, percibo en mí un sofoco cansado en el eco fabuloso, pues llevamos ya tanto rato que me siento amortecida, débil en las extremidades superiores y moribundas las patas, póngame erguida y verá que correteo tambaleante y aturdida. Por dulzura pido una tregua, he de reconstruir la fortaleza, pero el engendro se enseña con violencia dura, es palpable que inscribir la rudeza procura. Jadeos busco suenen algo helados, con aquel tañido que les deje consternados, mas el efecto es antagónico, arrasa azuzado por los guarros que le animan, eslóganes omito pues son soeces y escabrosos, aquellos tacos sólo exclaman los infames facinerosos. Cese fue rechazado, y ante la condena me he de distraer si quiero resistir. Aburrida ha de ser la creación surrealista en mi pantalla bajo cráneo, debe girar alrededor de una temática soporífera, pongamos una culebra y una conífera, con la víbora reptando a superficie de las acucias, escena es tediosa, pero al trepar diviso su liarse con una traza deliciosa, gira y se enrosca que provoca en mí un maléfico recuerdo sensual, llevo atada desde que arribó la madrugada puntual. Cámara apuntó al teatro, actriz y actor se acoplan en un dúo extraordinario, y avasallada dejo ya al nardo que repique hasta el ovario. Agarrada por las bridas y los estribos, sucia de revolcarme por cuya sábana al restregarnos ha hecho barro, percibí su mortero batirse como espadas que degüellan el maíz, dado me siento hecha picadillo, y balbuceo con esa insistencia en tórrida canícula de la cigarra y el grillo. Vos me interrogará, ¡qué narices tartamudeo!, soy la comparsa del tenor, oda avisa de la descarga por su inconfundible tarareo. Himno es altivo, de libreto es inverosímil perderse, y síntesis es muy sencilla, repita sin cesar la lícita alegría y añada a la compilación una grosería o una perogrullada, hay quien otorga peloteos y piropos, filias se extienden de los fetiches a las rosas, retórica se usa por humillar o en prosa, pero cual sistema sea el suyo en nada afecta a la cantinela, que el autor es desde eras inmemoriales el mismo centinela. Ahonda el pajarraco que es cabalgata de truenos y relámpagos, meteorólogo la ha vuelto a cagar, profetizó anticiclón y esto es un apocalíptico granizar, pero bronca me la guardo pues en la ocasión actual doy la matrícula de honor con mi voto individual. Egoísta vos me tildará, adversario obsceno que se apañe solito, que a mí me restringen las silgas y él dispone de absoluta libertad, puede magrear y fregar con absoluta inmunidad. Evidencia la tiene en la prealerta, avizor ya viene su derrame, y sin pudor lo promulga cual obispo en la misa, ¡di que sí, chaval!, te falta publicar la noticia instantánea en periódicos de tirada nacional, que grita con aquella agonía del enfermo al borde de la muerte, ¡deja de protestar!, achaque tuyo ansían los hambrientos sin suerte. "Quedaba el tercero de los australopitecos" Homos sapiens se tomaron su siesta, ¡ni se os ocurra dormiros!, por alivio mío están despiertos, embobados en mi piel desnuda mojada por cuyas lágrimas sudorosas partían de sus puertos, cráteres de los poros que bullen a cada proceso de esos carnales injertos. Hablan satíricos de los enredos que me tienen esclavizada, con ese tibio tono meloso de quien aplica un correctivo morboso. Pruebas que me proponen son variopintas, estereotipo es intentar soltarme de las cintas, y yo lo tanteo con los aspavientos tradicionales, mas aceptado el fracaso me piden una balada, y yo satisfago con la retahíla de murmullos que me otorgan los vocablos en su celda amordazada. Disfrutando de contemplarme apresada, manifiestan que hasta el amanecer me van a mantener atada, tardará cuanto impone el globo terráqueo desde su fundación, y mientras avanza calmosa la opacidad impenetrable se distrae los australopitecos en sobarme sin ninguna restricción. Pechos y pezones ganan por abrumadora mayoría, culo es el suplente que se convierte a intervalos en icono y alegoría, y desorientada por tanto manoseo apenas intuyo el resucitar de su lujuria, es como un cardenal cabreado en las tertulias de la curia. Certificación tengo al sumergirse por mi tubería el trabuco del tercero, arrastra ya la runa derrumbada y profundiza que adivino por la calor ha tocado fondo, si escarba se mete en el miometrio o por el cuello uterino, ¡párate!, no está previsto el acceso al camerino. Antesala no traspasó, fue una crisis por haber extraviado toda mi lógica intelectual cuando el osado se envalentonó a refrendar la estocada, ¡haga cuanto le plazca!, que tras tanto vapuleo me siento agotada. Aullidos míos con aquel rango enmudecido atronaban como si fuera el parto maldito de una diablesa, poseída de un ataque histérico que médico calificará de ataque epiléptico, ¡borrico asesino!, es un cruel plagio al que suplico se marchite furtivo, no repudio pero ya noto en las papilas gustativas un sabor a limón, mas cual grumete bisoño sigo fregando la popa, patrón es quien gobierna el timón. Obrero siguió raspando con su cepillo, va a sacar todo el hollín incrustando en la sima con el rastrillo, mas colaboración mía va a limitarse a quedarme inerte, pues extasiada reservo mi energía por sobrevivir y jadear, que el resto de brío me lo ha desplumado el caco en el reyerta. Impasible explota su dominio, profana que los violines custodian el chapoteo de los flujos encharcados, pero debe parecerle barata la factura de mi penitencia, dado su lengua lamió por territorio del trapecio con ese énfasis de sibarita impulsivo que se precipita sobre el pastel de chocolate, y yo cual bombón me derrito ante ferviente disparate. Arremetidas de vértigo eran claro síntoma de tener el varón la vesícula seminal a reventar, ¡apártense los bañistas!, que apertura de la compuerta se produce a la misma velocidad que un parpadear. Aléjense ya, virtuoso júbilo lo produce los disturbios de los sublevados en tromba, son millones que bracean por la cola, se empeñen y se pisan por ser el mariscal en meta, es como aquel torneo donde el único vencedor es quien eleva hasta la estratosfera su cometa. En aquel momento la algarabía tomó su punto álgido, esbóceme a mí atada y el héroe escrito limpiando telarañas que espeleólogos zoquetes no avistaron a lejanía, dígales mulos chapuzas, tenían adyacente la pedanía. Fogosidad me convirtió en un alma al rebozo, gendarme si me descubre me conduce directa al calabozo, delito es mentira, pero a la marioneta le escuece la escena, no poder participar el títere uniformado le da rabia y pena. No tema, sigue la película escondida, género mezcla la comedia, el terror y drama, pues a plazos suenan mis murmullos jocosos o asustados o desesperados, es consecuencia de la deriva en mi pesquero, ya no sé escoger el sabio derrotero. Cruzamos aquella divisoria sin retorno donde reina la avaricia, esa rítmica fricción a cuya celeridad endiablada la dermis tiene un gusto salobre y el credo que se reza invoca a las lóbregas tinieblas que es afín en el pobre. Plegarias se nutran de agravios que repelen incluso antropófagos indómitos, dicen, ¡menudo carácter!, de alabar ese credo en el templo religioso ahuyentan a los fieles los proscritos. Resoplos a intervalos agitados proliferan y se amplifican, y los pensamientos se diluyen por la hipnosis de una tensión mayor, mística, por concluir en ese estallido que pregunte usted a científicos si su onda expansiva es contagiosa, mas si le quedan inaccesibles estos lunáticos de bata blanca yo estoy en mi hábito versada, transmisión es sana y beneficiosa. Finiquito fue un orfeón de modulaciones grandiosas y acordes majestuosos, repica su bate cual cuchara desuella la nata azucarada en la copa, y unidos en un ajuste milimétrico sucumbimos al apogeo, fuimos como dos guerreros en el esplendor del coliseo. Triunfo celebra el fulano, ¡yo discrepo!, es un fanfarrón embustero, yo he sido la gimnasta victoriosa, cretino es un miserable usurero. Reclamación se aplaza, dictamina la organización que de regreso al portaequipajes partimos por autopista sin desprenderme de ninguno de ninguno de los embalajes, y aunque protesté por embaucarme dudo que la mordaza permitiera traspasar chasis y respaldos, estarán cacareando con sus galardones los cabritos chalados. Debería mearme en su tapicería por reparar el agravio, pero mientras litigo en mi propia mente por cómo resarcirme compruebo que el vehículo apacigua su marcha, y a oriente me decanto tras el severo viraje. Sucede a partir de ese tramo que es discontinuo el engranaje, deduzco semáforos y callejones de algún municipio, y el chirrido metalizado corresponde al ascender la persiana metalizada de un garaje. Gasolina cesa en dispensar brebaje, devenir es una incógnita, puedo ser su víctima o cual si fuese su ídolo recibir un homenaje. Ataduras remiten, y al recuperar la movilidad salgo de aquel recipiente, pero antes de restaurar la visibilidad me ordenan tumbarme como caída de bruces. Resarcida la visión y el habla, me entregaron linos y telas que me cubrían vestida, y marcharon sin dar ni un mezquino apretón por despedida. Estacionamiento donde me abandonan me es familiar, han registrado mis pertenencias y en los documentos han hallado mi lar, tengo la ganzúa y el bolso y billetes íntegros al contar, intención suya no ha sido robar. Todo es normal, salvo inscripción de bolígrafo en un papel, hay un teléfono y cita para el próximo sábado, ¡yo decido!, reniego si he aborrecido o acudo si he saboreado como la rica miel. Decisión ya la he tomado, ¡cuál es!, se la confieso en otro cuento, pero por mi espíritu bondadosa le avanzo, preparé ya grilletes y cadenas para otro retozo cruento.
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